Empezamos una serie sobre la historia de la Internacional Comunista, desde su fundación en 1919 hasta las vísperas de su V° Congreso, en 1924.

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La Tercera Internacional fue un hito inédito en la historia de un movimiento obrero que en ese entonces todavía era relativamente joven. La experiencia acumulada en apenas cinco años de todas las formas posibles de la política obrera entre la revolución y la contrarrevolución se plasmaron en miles y miles de páginas de actas de congresos, debates, discursos. En 1924, ante los primeros avances de la burocratización de esta organización por parte del estalinismo, Trotsky decide que hay que recapitular esa experiencia en un libro accesible, para lo cual decide seleccionar de entre su copioso archivo una serie de trabajos propios que sea una buena síntesis, y al que llamará “Los cinco primeros años de la Internacional Comunista”. Como figura de primera línea en la dirección de la Tercera Internacional, intervino en todos y cada uno de los problemas y debates de la política revolucionaria de aquellos años.

Cuando uno recorre sus páginas hoy, 92 años después, y piensa en los desafíos actuales que tenemos para reconstruir un partido mundial de la revolución socialista, la Cuarta Internacional y sus partidos nacionales, Trotsky en este magistral y (casi) inédito trabajo, es un disparador de nuevas ideas y echa una luz distinta sobre nuestra propia experiencia política. La Tercera Internacional (en la pluma de Trotsky en esas páginas) piensa centralmente los problemas de la estrategia revolucionaria en sociedades complejas, con múltiples mediaciones, instituciones y “barreras” para las ideas comunistas.

Las presiones de la democracia burguesa, y cómo domestica y corrompe a las organizaciones obreras. La dialéctica entre la “impaciencia” revolucionaria, pero al mismo tiempo la necesidad de ir ampliando las filas del “ejército” de los trabajadores que se acercan a las ideas de la revolución, de cohesionarlos y templarlos en la experiencia de “batallas parciales” que lo vayan preparando para las luchas decisivas. Para hacerlo, la Tercera Internacional en aquella época tuvo que dar grandes peleas políticas tanto contra los reformistas que pregonaban el gradualismo y la moderación, pero también contra aquellos “izquierdistas” que despreciaban todas las tareas preparatorias y pensaban que el triunfo de la revolución estaba “a la vuelta de la esquina”.

Precisamente, en respuesta a este problema, son fundamentales las discusiones sobre la táctica del frente único obrero, que parte de la necesidad de presentar una resistencia lo más generalizada posible del movimiento obrero frente al capital, para luego pasar a la ofensiva, pero además la necesidad de que los revolucionarios no diluyan ni mezclen sus banderas y ganen a los trabajadores ayudándolos a desarrollar una experiencia al callejón sin salida al que en última instancia los llevan los dirigentes sindicales y políticos reformistas. En fin, estos y muchos otros debates que conforman un repertorio de saberes y lecciones necesario para vencer. En esta nueva etapa, este marxismo ha pasado a ser un “arte de la estrategia revolucionaria”. No nos queda ninguna duda de que Trotsky logró claramente su objetivo de plasmar todo esto en el libro.

Con el paso de los años, Trotsky llegó a plantear que su misión posterior a la Revolución de Octubre es tanto o más importante que la que cumplió en esta última. Es la de ser el nexo que trasmita a una nueva generación de revolucionarios la experiencia de las lecciones de táctica y estrategia producto de ver a la clase obrera a la ofensiva. Ya en esta primera etapa de “profeta desarmado” como lo llamó Isaac Deutscher, asumirá esta tarea, entre otras cosas, resumiendo y tratando de hacer accesible esa tradición.

A comienzos de la década de 1930, luego de que la Tercera Internacional capitulara miserablemente ante el nazismo, Trotsky rompe con ella (ya convertida en un obstáculo contrarrevolucionario como corriente estalinista) y llama a fundar la Cuarta Internacional. Pero plantea que esta última no parte de cero, sino que se basa, entre otros fundamentos históricos, en los manifiestos, resoluciones y debates de la Internacional Comunista en vida de Lenin.

 

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