El 29 de mayo, el presidente Obama eliminó a Cuba de su lista de “Estados que patrocinan el terrorismo”. Es un nuevo paso, políticamente significativo, en el proceso de restablecimiento de relaciones y pronto podría acordarse el establecimiento de Embajadas en ambas capitales. Entre tanto, ya hay una significativa liberalización de los viajes y remesas desde Estados Unidos y proliferan los contactos culturales, artísticos, deportivos y comerciales de todo tipo con escenario en La Habana. Si bien se mantiene vigente el bloqueo comercial y financiero, algunas de sus restricciones se vienen suavizando.

Con ello avanza el “deshielo” en las relaciones con Estados Unidos. Tras un largo período de negociaciones secretas, en diciembre de 2014 se consumó el intercambio de los tres presos políticos (parte de los “Cinco” cubanos encarcelados desde 1998 en EE. UU.) por Alan Gross y otro espía norteamericano. Mientras, Obama anunciaba la reorientación de la política hacia la isla, reconociendo que “las décadas de aislamiento de Cuba por parte de los EE. UU. no han conseguido el perdurable objetivo de promover el surgimiento de una Cuba estable, próspera y democrática”, lo que al mismo tiempo impide a las empresas yanquis aprovechar la apertura cubana al capital extranjero, de lo que se benefician el capital y el comercio de otros países (China, Europa, Canadá y Brasil, entre otros).

Posteriormente, en la VI Cumbre de las Américas en Panamá, la reunión entre Obama y Raúl Castro ratificó el nuevo rumbo. Bajo el signo de la rediscusión de las relaciones con EE. UU. se ha abierto una nueva etapa para el proceso cubano. La “normalización” de relaciones entre ambos Estados es un logro parcial para Cuba, pero al mismo tiempo y ante todo, es una “concesión envenenada”. “Deshielo”, “cambios” y “diálogo” están reconfigurando el escenario que podría estimular un salto en la “transición al mercado” bajo dirección del Partido Comunista, es decir, del proceso de restauración capitalista “a lo cubano”.

 

Cuba y los cambios en la “geopolítica” caribeña

Obama, acompañado por importantes sectores del establishment, reconoce que la política de bloqueo y aislamiento, tal como era, no obtuvo los resultados históricos que esperaba y devino disfuncional ante la actual situación; los cambios que está introduciendo el gobierno de Raúl Castro son favorables al “mercado” y la inversión extranjera, mientras que la hipótesis de una caída a corto plazo del régimen no se han cumplido. Sin renunciar a la presión por “apertura política”, el reconocimiento del gobierno castrista y el “deshielo” reflejan el paso de la tradicional política centrada en la hostilización frontal, a unatáctica con más énfasis en la negociación (lo que por supuesto, se apoya en la coerción y chantaje), para perseguir sus objetivos estratégicos: recuperar Cuba para el capital.

Desde un punto de vista general, esta aplicación a Cuba de la “doctrina Obama” busca remover secuelas de la época de la “guerra fría” en su relación con América latina, y es un elemento central en los esfuerzos de Washington para recuperar terreno en la región, adaptándose a las relaciones de fuerza y desafíos que enfrenta el dominio norteamericano con una actitud más dialoguista, aprovechando la decadencia de los gobiernos progresistas que también buscan una “distensión” con Washington.

Con el “deshielo” Estados Unidos apunta a recuperar incidencia directa en Cuba, que no solo mantiene relaciones con toda América latina y la mayoría de las potencias europeas, sino que ha establecido acuerdos económicos, políticos y aún militares con China, Rusia y otros países. Entre tanto, el “deshielo”, atrae a la negociación a Cuba, que mientras ha estrechado lazos con el moderado Brasil, viene “enfriando” la alianza con Venezuela. Ésta, ya sin el liderazgo de Chávez y en medio de una importante crisis económica, no puede asegurar el respaldo petrolero de años atrás, y el debilitado Maduro no garantiza a mediano plazo la solidez del “Eje Caracas-La Habana”. Por otra parte, el papel de Cuba es muy importante como anfitrión del “diálogo de paz” entre el gobierno colombiano y las FARC que podría poner fin a otro conflicto de medio siglo, herencia de la “guerra fría”: la guerra interna en ese país, estratégicamente importante y estrecho aliado de Washington.

La distensión con Cuba ayuda, estratégicamente, a reafirmar el dominio estadounidense sobre lo que considera su “mare nostrum”: el Caribe, donde hoy actúan otros fuertes intereses.

 

Cambios en la “geoeconomía” del Caribe

La comunicación entre el Pacífico y el Atlántico a través de Centroamérica y el Caribe ha multiplicado su importancia en los últimos años con el incremento del comercio entre Asia oriental y Occidente, lo que está modificando las relaciones de intercambio y flujos de transporte de toda la cuenca caribeña, bajo el impacto no desdeñable del comercio y las inversiones chinas.

La ampliación del Canal de Panamá y la construcción de un nuevo canal a través de Nicaragua, colocan a Cuba en una posición estratégica en las vías para los nuevos buques contenedores de gran calado (Panamax y Pos Panamax) que comunican entre China y los puertos de la costa Este norteamericana, como también brasileños.

Esto plantea la posibilidad estratégica de reinsertar a Cuba, aún desde una modesta escala, en los flujos de comercio y cadenas de producción “globales” controlados por las transnacionales norteamericanas, desde los “talleres” de Asia oriental hasta el mercado estadounidense.

Los planes del gobierno cubano incorporan esta perspectiva. La Zona Especial de Desarrollo de Mariel (ZEDM) [1] con su puerto de aguas profundas y su amplia área industrial se construye como un gran nudo de logística a escasa distancia de los puertos estadounidenses. Por otra parte, el mercado cubano es pequeño, pero no por ello desdeñable. “Alimentar a los cubanos” sería un atractivo negocio para la agroindustria de los estados del sur y centro de EE. UU. Pero mientras las inversiones y proyectos con inversión extranjera se multiplican en la isla, el capital estadounidense está “autoexcluido” de esas oportunidades.

Si se profundiza el “deshielo” y se alivia o levantan las restricciones que impone el bloqueo, las corporaciones de EE. UU. podrían disputar espacio a la competencia china, europea, brasileña, etc., y la economía cubana quedaría expuesta a una influencia mucho más directa de la enorme fuerza gravitatoria del mercado norteamericano. Y Mariel parece destinada a cumplir un importante papel en esa dirección.

 

La situación económica y las “reformas”

La apertura con EE. UU. podría posibilitar una mejora coyuntural para la economía cubana, suavizando las restricciones externas gracias al mayor ingreso de divisas (vía el incremento de visitantes desde EE. UU., si bien el turismo no ha sido autorizado, y mayores remesas a familiares), así como alentando el interés entre empresarios extranjeros en previsión de un levantamiento del bloqueo.

Este no es un dato menor, pues la economía cubana viene mostrando bajos índices de crecimiento y se ve afectada tanto por el contexto internacional desfavorable, como por el peso agobiante de las contradicciones internas, en que se expresa la combinación entre la desastrosa gestión burocrática de la economía nacionalizada y la reintroducción parcial de mecanismos “de mercado” en un contexto hostil de aislamiento internacional.

Las medidas adoptadas desde hace seis años en el marco de los “Lineamientos” del VI Congreso del PCC, implican una profundización del proceso de reformas “promercado”, que con avances y retrocesos, se viene aplicando desde el “período especial” en los ‘90.

Para ello, se propuso reformar la gestión de las empresas con criterios de rentabilidad individual, reducir el plantel de empleados estatales, ceder tierras al usufructo de cooperativas y abrir nuevas áreas a la iniciativa particular, entre otras medidas, como el aumento en la edad de jubilación; flexibilizar la contratación de trabajadores y autorizar el pago de salarios por productividad. También se aprobó una nueva Ley de Inversiones extranjeras y se flexibilizaron los términos de la política salarial para las empresas de capital mixto y las inversiones extranjeras.

Sin embargo, el plan de la burocracia ha sido incapaz de redinamizar de manera consistente la economía, que en los últimos años registró aumentos débiles del PBI. En este marco, las reformas avanzaron lentamente y sin lograr grandes resultados: la mitad de las tierras concesionadas sigue improductiva, solo 150 mil empleados pudieron ser retirados del sector estatal, reflejando cierta resistencia, si bien pasiva, entre la clase trabajadora y también la desconfianza de sectores de la burocracia intermedia a los cambios en la gestión.

La respuesta de la burocracia es redoblar la apuesta al capital extranjero. Como un problema central es la baja tasa de inversión de capital, el gobierno busca atraer empresas foráneas con la nueva legislación, habiendo negociado ya unos 250 proyectos que implican cerca de 9 mil millones de dólares de inversión. Según dijo el ministro Marino Murillo en Panamá, se quisiera obtener unos 2 mil millones de dólares anuales, presentando a la ZEDM como atractiva “vitrina” de las oportunidades abiertas.

Para ello, la negociación con Estados Unidos es crucial. Una distensión que habilite el comercio y la inversión norteamericana en la isla, podría proveer recursos frescos a la economía, pero al mismo tiempo agigantar el peligro que representa el entrelazamiento de intereses del capital extranjero con la alta burocracia y los directores de empresa cubanos; alianza que es la clave de las fuerzas que empujan hacia la restauración, mientras que el todavía minoritario sector privado (medio millón de personas en actividades dispersas y de baja productividad) genera un terreno social favorable, ligado a la corrupción y los privilegios de la burocracia.

Hasta ahora, contra la opinión de algunos sectores de la izquierda no castrista, que da la restauración por consumada desde hace años, sino décadas, la degradación de las conquistas de la revolución ha avanzado gravemente en estos años bajo la política de la burocracia gobernante, pero todavía no se ha consumado un salto cualitativo. Esta es fuente de inestabilidad y contradicciones explosivas. En términos de un intelectual emigrado y opositor, López-Levy II,

 

…la idea de darle al mercado la libertad de un pájaro en la jaula de la economía planificada ha demostrado ser un callejón sin salida. China y Vietnam progresaron aceleradamente porque resolvieron ese dilema adoptando una economía de mercado regulada, no una economía de comando con segmentos amurallados de mercado. La estructura central a construir debe ser una de competencia, y eso requiere un cambio de mentalidad y modelo, no una mera actualización [2].

 

El camino al salto de esa “reestructuración” para la “competencia” puede verse más despejado si se arriba a un acuerdo de fondo con Washington, que podría incluir ciertas “garantías” para la casta gobernante, por ejemplo contra la eventual revancha de la burguesía cubana emigrada y demás propietarios expropiados entre 1959 y 1964. Algo factible de imaginar si son subordinados a la nueva política los sectores “duros” del lobby anticastrista en Washington.

 

Preparando la “sucesión” política

El “deshielo” con Washington es un éxito político y diplomático para el gobierno de Raúl Castro, permitiéndole ampliar el consenso internacional para su plan gradualista y bajo comando del PCC, así como renovar expectativas sobre las reformas entre la población y alinear al conjunto de las alas de la burocracia. Al mismo tiempo, muestra que pierde el terreno en los medios imperialistas la estrategia de imponer una supuesta “apertura democrática” por la fuerza.

Todo ello, muy importante cuando se está organizando la sucesión de la dirección histórica, inevitablemente cercana a su ocaso biológico, por una nueva camada nacida y formada después de la revolución, de la cual es parte el vicepresidente primero Díaz-Canel (52 años), probable candidato a encabezar esa renovación.

No se trata de un simple recambio generacional, sino de una readecuación política importante, para avanzar en las reformas económicas. El tiempo de que dispone Raúl es hasta 2018 y, como señala López Levy:

 

…el actual momento es relativamente favorable. En lo interno, el presidente Raúl Castro puede apurar las reformas como no lo podrá hacer Díaz-Canel en un contexto de liderazgo más colectivo, con más consultas y debates. Desde una lógica institucional sería positivo que los cambios más dolorosos que requieren un consenso civil-militar ocurran bajo su égida pues tiene un poder arbitral en la relación PCC-Fuerzas Armadas difícil de equiparar [3].

 

Esos cambios “dolorosos”, dirigidos a “ajustarse a vivir según las posibilidades reales” como dicen otros disidentes de derecha, exigirán ataques mayores a la propiedad estatal, el empleo, los sistemas de educación y salud y las condiciones de vida populares, en función del “mercado”, algo que hasta ahora el gobierno ha tratado de evitar, implementando con cautela las reformas y evitando “shocks”. Además, la autoridad y prestigio de Raúl ya no es igual a la que tenía Fidel, y choca con el desgaste de las instituciones del régimen bonapartista de la burocracia, así como del propio PCC y las organizaciones de masas (como los sindicatos), aquejados de una incurable esclerosis. Por otra parte, mantener el equilibrio entre la burocracia económica y política “comunista” y las Fuerzas Armadas, que ya ocupan un papel decisivo en el manejo de las principales empresas, no resuelve el problema de cómo incorporar “válvulas de escape” para contener fenómenos de descontento social.

Es desde este punto de vista que cobra importancia la relación con la Iglesia, como interlocutor privilegiado del gobierno y mediación “moderadora” con influencia en la sociedad cubana así como en el exilio. Esto permite entender el idilio entre el papa Bergoglio y Raúl Castro, que al final de su encuentro con el pontífice en el Vaticano declaró: “Salí impresionado por su sabiduría, por su modestia y todas las virtudes que sabemos que tiene. Yo, y el círculo dirigente de mi país, leo todos los días los discursos del Papa. Y le dije que si sigue hablando así volveré a rezar y volveré a la Iglesia católica y no es broma”, agradeciéndole además su “rol activo en favor de una mejora en las relaciones” con Estados Unidos [4]. La bendición papal al curso del gobierno será refrendada en la visita de septiembre, cuando Bergoglio oficie misa en la isla antes de seguir camino a Estados Unidos, con lo que se profundizan los pactos con la curia católica, que está brindando sus buenos oficios para sostener “desde afuera” el curso de reformas de la burocracia.

 

Apoyo al programa de Raúl Castro o defensa de las conquistas revolucionarias

Los voceros de La Habana no dejan de insistir en que las reformas tienen por objetivo la “actualización del modelo económico” para construir un “socialismo” próspero, una tesis cada vez menos creíble a la luz de los hechos.

Algunos sectores de la izquierda, si bien críticos de este rumbo, lo justifican por el aislamiento de Cuba en un mundo capitalista, como “mal menor” ante el peligro de una restauración capitalista violenta. Pero el plan cubano no es una “tercera vía” inteligente que evite la restauración sino el camino para llevar a ella de manera controlada, “a lo cubano”, manteniendo el monopolio del poder político en manos de la burocracia, para su conversión en una nueva clase propietaria a ejemplo de sus pares de China y Vietnam. Este curso, que es crecientemente aceptado por el imperialismo (como muestran los cálculos de Obama) es enormemente desmoralizante para el pueblo cubano y para toda América latina, pues parece mostrar que no hay otro camino que un “socialismo de mercado” (o un “socialismo del siglo XXI”, con capitalistas incluidos) y que es inútil luchar contra la opresión imperialista.

Por ejemplo, el economista marxista Claudio Katz justifica al gobierno cubano en términos de una “NEP” obligada [5]. Pero un retroceso, aunque obligado, no puede ser presentado como “perfeccionamiento”, y además, fortalece a los enemigos interiores del socialismo y así debe ser explicado. Katz niega también que introducir una genuina democracia socialista pueda ser una “panacea”. No se trata de una “panacea” sino que el régimen de “partido único” de la burocracia ahoga todo atisbo de vida política independiente de las masas, y reduce al mínimo el espacio o reprime directamente a los sectores críticos por izquierda. Frente a ello, es esencial que los trabajadores y la juventud tengan pleno derecho a organizarse y expresarse, lo que incluye el derecho a actuar libremente de las corrientes políticas que se pronuncian contra el imperialismo y la defensa de la revolución. Es el pueblo trabajador el que debe discutir, decidir y revisar las medidas en marcha a adoptar, según los intereses populares y a ejercer el control colectivo sobre todos los aspectos de la vida económica. La democracia obrera es una necesidad práctica para enfrentar a la reacción, combatir a la burocracia y equilibrar la relación entre el plan centralizador y los márgenes a otorgar al “mercado, no un “lujo” que pueda ser reemplazado por los mecanismos plebiscitarios, ultracontrolados, de elecciones como las recientes municipales.

El apoyo político al gobierno de Raúl y al monopolio del PCC es el apoyo a la vía cubana a la restauración [6]. Una alternativa obrera y socialista para Cuba parte de la independencia ante el gobierno y la crítica a sus medidas desde una estrategia y un programa para defender y restablecer las conquistas de la revolución, enfrentando las maniobras, injerencia y chantajes imperialistas (como el bloqueo), así como terminar con el poder y los privilegios de la burocracia construyendo un nuevo régimen basado en las organizaciones democráticas de las masas. En síntesis, se trata del programa y la estrategia de revolución política, el único que puede regenerar a la revolución cubana.



[1] La ZEDM, a inspiración de las zonas especiales abiertas a la inversión extranjera en la costa china (en las que se gestó el retorno al capitalismo del gigante asiático), es construida y financiada a un costo de unos 900 millones de dólares con gran participación brasileña, la administra una transnacional de Singapur y cuenta con proyectos de inversión de decenas de empresas extranjeras.

[2] Entrevista a López-Levy II, en La Joven Cuba.

[3] Ídem.

[4] La Nación, 10/05/2015.

[5] Claudio Katz, “La epopeya cubana”, www.lahaine.net.

[6] Mientras hay sectores de la izquierda que siguen identificando a las conquistas de la revolución cubana con la dirección que las lleva a la ruina, incapaces de romper políticamente con el castrismo, también hay otros que, considerando ya consumada hace años o décadas la restauración capitalista, pierden de vista que aún hay conquistas estructurales por defender, si bien estén ya muy degradadas, y se adaptan a la lógica de “democracia en general” que preconiza el imperialismo.

Publicado por Eduardo Molina

Eduardo Molina :: Buenos Aires

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