En estos días se cumplen 80 años de la entrada al Gobierno de Largo Caballero de cuatro ministros anarquistas. El “apoliticismo” de la CNT-FAI trocó por la política del Frente Popular.

El 4 de noviembre de 1936 es una fecha que no olvidan muchos anarquistas. Los dirigentes de la CNT-FAI entraron al Gobierno socialista de Largo Caballero con cuatro ministros. Después de décadas de postura “apolítica”, es decir, de negarse a cualquier tipo de acción tendente a tomar el poder, finalmente entró al poder y fue “tomado por él”.

El fin del “apoliticismo” de la CNT

La entrada de la CNT fue una completa negación de las tesis anti autoritarias que defendían y produjo una gran conmoción en las filas libertarias no sólo ibéricas, sino de todo el mundo. Desde el periódico Solidaridad Obrera trataban de justificarlo “El gobierno en la hora actual, como instrumento regularizador de los órganos del Estado, ha dejado de ser una fuerza de opresión contra la clase trabajadora, así como el Estado no representa ya el organismo que separa la sociedad en clases. Y ambos dejarán aún más de oprimir al pueblo con la intervención en ellos de elementos de la CNT”(1).

Con esta idea, la dirección de la CNT ocultaba el papel represivo que juega el Estado. Lenin planteaba que un estado obrero tiene sentido de existir en la medida en que tiene que acabar con las resistencias reaccionarias dentro del país, resolver los problemas sociales y favorecer las posiciones del proletariado en el resto del mundo tratando de impulsar una oleada revolucionaria a nivel del planeta.

Por el contrario, la cúpula de la CNT ocultó el carácter de clase del Estado y del gobierno al que entró. Un Estado y un gobierno que no eran obreros, sino que defendía la propiedad privada de las grandes empresas. Y, por supuesto, esto le llevó a asumir las reaccionarias tareas del Gobierno de Largo Caballero: acabar con la revolución obrera en curso y los comités revolucionarios.

En otro artículo que he escrito sobre el gobierno de Largo Caballero he demostrado, cómo éste hizo todo lo posible para acabar con los comités creado en las fábricas, en las calles, para acabar con el hambre, en las milicias, etc. La dirección cenetista jugó un rol importante en ese sentido.

La CNT se sometió al poder

La dirección de la CNT sabía a qué gobierno entraba. Largo Caballero había anunciado que primero había que “ganar la guerra”. Dejaba las urgentes reformas sociales para un momento indefinido. La cúpula anarquista tomó en sus manos la lucha contra los comités de defensa, por la militarización de las milicias, por entregar las armas al Frente Popular, etc., etc.

Y, en momentos claves, como fueron los hechos de Mayo, los ministros anarquistas fueron de Valencia a Barcelona para someter a los trabajadores que se rebelaban al intento de golpe del PSUC y ERC para tomar la Telefónica. Por la radio se podía escuchar continuamente a García Oliver llamando al cese de los combates, cuando los trabajadores eran dueños de Barcelona.

La CNT-FAI se negó a tomar el poder en julio, cuando los trabajadores de Madrid, Barcelona, Valencia y otras ciudades habían derrotado al golpe de los generales. Permitió que el poder republicano se reorganizara. Y, luego se sumó al mismo para enterrar a la revolución junto al Partido Comunista estalinizado y a la burocracia socialista.

Lágrimas de cocodrilo

Las palabras de la ministra anarquista Federica Montseny son muy clarificadoras del rol jugado por la CNT: “Sabía, sabíamos todos, que, a pesar de que el gobierno no era, en aquellos momentos, gobierno, que el poder estaba en la calle, en manos de los combatientes y de los productores, el poder volvería a coordinarse y a consolidarse y, lo que sería más doloroso y más terrible, con nuestra complicidad y con nuestra ayuda y devorando moralmente a nuestros hombres.” (2)

Santillán, otro de los importantes dirigentes, explicó muy bien la contradicción en la que se metieron: “Sabíamos que no era posible triunfar en la revolución si no se triunfaba en la guerra, y por la guerra lo sacrificamos todo. Sacrificamos la revolución misma sin advertir que ese sacrificio implicaba también el sacrificio de los objetivos de la guerra”. (3) Sin embargo, todas estas explicaciones llegaron tarde, muy tarde.

Pero todas estas quejas son más bien lágrimas de cocodrilo. El actuar de la dirigencia libertaria acompañó al Gobierno de Caballero. Es el caso de Joan Peiró quien denunciaba a los comités revolucionarios: “El Gobierno da una orden y luego se interfieren unas consignas de los Comités locales (…) O sobra el Gobierno o sobran los Comités (…) los comités no sobran… lo que hace falta es que sean elementos auxiliares del Gobierno” (4). Los Comités debían someterse al Gobierno de la República que a su vez los quería disolver.

La CNT-FAI cruzó el Rubicón político claramente. Antes ya había dado algunos pasos, aunque más tímidos o disimulados. En las elecciones de febrero del ‘36, en lugar de hacer la típica campaña de voto en blanco, algunos de sus dirigentes preferían votar al Frente Popular. Y en Catalunya ya compartían el gobierno local con Companys y los estalinistas del PSUC.

Una estrategia de independencia de clase

Era necesaria una estrategia para que los trabajadores y campesinos al mismo tiempo que luchaban contra el golpe fascista comenzarán a resolver los graves problemas sociales, como el paro, el hambre, etc. Para ello, había que desarrollar un gobierno de los trabajadores basados en los comités revolucionarios que se encargara de las milicias, de las fábricas y de todas las decisiones.

Una estrategia de éste tipo es la que planteaba la Sección bolchevique leninista ligada a la IV Internacional. Dentro de las filas anarquistas también se denunciaba el colaboracionismo de la dirección. El grupo denominado Los Amigos de Durruti iba en el mismo sentido. Y, dentro del POUM también se alzaban voces acordes, como fue la célula 72 liderada por Josep Rebull.

Lo que faltó fue un partido revolucionario que unificara a la clase obrera, a los campesinos y estas voces disonantes con el orden burgués. Faltó el partido de la revolución.

Notas:

(1) Citado en Bolloten, Burnett. El gran engaño: las izquierdas y su lucha por el poder en la zona republicana. Caralt, Madrid, 1975. Pág. 170. Publicado en Solidaridad Obrera del 4/11/1936.

(2) Citado en Bolloten, Burnett. El gran engaño: las izquierdas y su lucha por el poder en la zona republicana. Caralt, Madrid, 1975. Pàg. 172. Publicado en Inquietudes, número especial de julio de 1947.

(3) Richards, Vernon. Enseñanzas de la revolución española. Ediciones Campo Abierto, Madrid, 1977. Pág. 38-9

(4) Citado en Bolloten, Burnett. El gran engaño: las izquierdas y su lucha por el poder en la zona republicana. Caralt, Madrid, 1975. Pág. 170. Publicado en Solidaridad Obrera el 29/12/1936.

 

Publicado por Guillermo Ferrari

Guillermo Ferrari | @LLegui1968 :: Barcelona

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