La última cumbre de la Unión Europea atravesada por dos crisis que pueden llevar a su fractura: el Brexit del Reino Unido y la crisis migratoria.

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El presidente francés, François Hollande (i); la canciller alemana, Angela Merkel (c), y el primer ministro griego, Alexis Tsipras, posan durante la segunda jornada de la cumbre europea que se celebra en Bruselas, Bélgica. Foto: EFE/JOHN THYS

Bruselas recibió a los jefes de estado y mandatarios de los 28 países que integran la UE. La cumbre, que se desarrolló jueves y viernes con reuniones hasta altas horas de la madrugada, tenía el objetivo de alcanzar un acuerdo para evitar el Brexit (salida) del Reino Unido. Si el país anglosajón abandona el barco de la UE, las grietas que hoy crecen podrían ahondarse y terminar en el hundimiento total del proyecto europeísta.

Después de 30 horas de reunión y mucho “teatro” para quedar bien en cada país, la cumbre llegó a un acuerdo en el que Cameron se lleva bajo el brazo condiciones especiales para Reino Unido.

Cameron se había presentado con un ultimátum: se flexibilizan las condiciones dentro de la UE o el Brexit es inevitable. Por eso en Bruselas todos buscaron acordar, aunque con muchas diferencias sobre las condiciones “especiales”.

Francia mostró reticencias en el capítulo dedicado a los bancos, para evitar que la City de Londres tenga ventajas en la competencia con la banca de los países que comparten la moneda única.

Bélgica intentó dejar claro que el acuerdo no se va a renegociar en caso de un revés en el referéndum del Reino Unido si resulta ganador el “No”. Quiere bloquear la posibilidad de que otros países empiecen a pedir excepciones y renegociar su pertenencia.

Los más reacios al acuerdo son los países del bloque del Este, también llamado grupo de Visegrado: Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia. Muchos de sus ciudadanos nativos son trabajadores migrantes en otros países de la UE. Actualmente hay más de 748.000 polacos en reino unido, 559.000 en Alemania, 97.000 en Italia, 85.000 en Noruega, más de 70.000 en España, 50.000 en Francia y 45.000 en Suecia.

Las nuevas “condiciones” de Reino Unido afectarán especialmente a estos trabajadores, que en muchos casos tienen a sus familias en los países de origen y verán recortadas las ayudas sociales. Los países del este quieren evitar que estas concesiones se repitan en otros países, institucionalizando una discriminación para los trabajadores del este de Europa, que ya son “ciudadanos de segunda” en la UE.
Los países del este también están enfrentados a Bruselas en la cuestión de los refugiados, ya que han crecido los partidos y movimientos xenófobos que buscan blindar sus fronteras.

Cameron vuelve a casa con un acuerdo que le permite llamar a votar por el “Sí” en el referéndum. Sin embargo, no tiene por delante una tarea sencilla. Aún tiene que superar la prueba del referéndum y recién después el Parlamento Europeo discutirá cómo modificar la legislación europea vigente. Tampoco está muy claro qué respuesta va a recibir Cameron en Reino Unido, y dentro de su propio partido, donde hay muchos que se inclinan por el “No”.

Crisis migratoria y xenofobia

La decisión del gobierno austríaco de implementar cupos a la entrada de refugiados desde este viernes despertó todas las alarmas en la UE. El gobierno austriaco anunció que cada día aceptará solo 80 peticiones de asilo y podrán pasar por su territorio 3.200 personas que estén en tránsito hacia otro país europeo. Esto ha desencadenado un dominó de “cierres” de frontera. Eslovenia anunció que aumentará los controles fronterizos con Croacia y limitará la entrada de refugiados. Serbia se sumó a la cadena de restricciones y aplicará las mismas medidas que Austria.

La ruta de los refugiados que escapan desde Siria, Irak y Afganistán, pasa por Turquía, cruza a Grecia, atraviesa Macedonia, Serbia, Croacia y Eslovenia hasta llegar a Austria y Alemania. Los “cupos” y controles pueden dejar estancados a decenas de miles de refugiados en Grecia, un país que, comprometido con la Troika para recortar presupuestos sociales, no tiene forma de garantizar condiciones mínimas para los refugiados. Hace unos días la UE le dio un ultimátum a Grecia: tiene tres meses para «controlar» sus fronteras, o la suspenderá del sistema Schengen.

La cumbre decidió “patear para adelante” la resolución de esta crisis. Alemania apuesta por una “reunión especial” con Turquía en las próximas semanas para acordar un plan de contención de los refugiados en su frontera, a cambio de una nueva financiación de miles de millones de euros para el gobierno turco.

Hasta ahora todos las “soluciones” de Bruselas a la crisis de los refugiados han fracasado de forma estrepitosa. Solo se han logrado redistribuir a 497 migrantes de los 160.000 pactados entre los 28 países. Un mísero 0,3% del total. Este año se espera que sigan llegando cientos de miles de hombres, mujeres y niños, escapando de la guerra en Siria.

Europa se encuentra en una encrucijada enorme. Después de la crisis del Euro y los chantajes para doblegar al pueblo griego, la crisis migratoria se ha transformado en un sismo político y social que está generado temblores incluso al interior del gobierno alemán.

La Unión Europea se encuentra dividida, cada vez más, entre el norte y el sur, entre acreedores y deudores, entre europeístas y euroescépticos, con la emergencia de nuevos fenómenos políticos por izquierda y por derecha, con tendencias xenófobas y crisis políticas en varios países, en el marco de negras perspectivas económicas por delante.

Esta crisis actualiza los debates estratégicos en la izquierda europea sobre cómo enfrentar la crisis de la Europa del capital, y la necesidad de una perspectiva internacionalista y de clase.

Publicado por Josefina Martinez

Josefina Martínez | @josefinamar14 :: Madrid

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