El viernes 18 de marzo la UE acordó con el gobierno de Turquía devolver a ese país todos los refugiados que crucen ilegalmente y blindar las fronteras europeas. Un pacto xenófobo y racista para cerrar las puertas de Europa a cientos de miles de refugiados.

Debido las fuertes críticas que había generado la primera propuesta del 7 de marzo, la UE introdujo cambios cosméticos para intentar mostrar que el pacto no implica “devoluciones masivas” ya que este punto viola la legislación internacional sobre derecho al asilo que establece que cada caso debe ser considerado individualmente. Tan brutal había quedado expresado en la primera versión que hasta el derechista gobierno del PP de Mariano Rajoy salió a decir que era “inaceptable”.

Sin embargo, aunque la UE y el gobierno griego han declarado que van a considerar las peticiones de asilo individualmente, en los hechos esto no será así. El acuerdo establece que “todos” los refugiados que crucen ilegalmente desde Turquía hacia Grecia serán devueltos a ese país. En este marco, la evaluación de las peticiones individuales que comenzará en Grecia (donde hay actualmente 50.000 refugiados sin poder seguir viaje) no será más que un trámite formal para terminar trasladando a los refugiados masivamente hacia Turquía.

Con este fin se instalarán unos 4000 funcionarios de la UE y Turquía en Grecia en las próximas semanas, principalmente integrantes de fuerzas de seguridad, policía y personal de migraciones.

El gobierno griego intentará trasladar a más de 12.000 refugiados que se encuentran atascados en el campo de Idomeni en la frontera con Macedonia hacia centros de acogida en todo el país. Tsipras se ha comprometido con la UE a construir 15 nuevos centros para registrar a todos los que lleguen a sus costas y devolver a Turquía a los que no pidan refugio en Grecia. Estos centros funcionarán como “hotspots”, puntos calientes para el registro de refugiados que serán devueltos a Turquía.

Mención aparte se merece el papel clave del gobierno griego en la articulación de este pacto. El gobierno de Tsipras se ha transformado en el brazo ejecutor de la política xenófoba de la UE. De este modo capitula ante dos “principios” reaccionarios de la Unión Europea: la austeridad impuesta por la Troika contra los trabajadores y la xenofobia contra los inmigrantes y refugiados.

Aceptar solo 72.000 refugiados sirios en los próximos dos años (entraron un millón en 2015)

El acuerdo establece un mecanismo de intercambio “1 por 1” de refugiados. Se supone que por cada persona “devuelta” a Turquía, la UE recibirá a un refugiado sirio (no de otras nacionalidades), distribuido “voluntariamente” entre los estados. Pero aquí nuevamente hay varias trampas.

La primera: según declaraciones de Merkel, la UE aceptará un máximo de 72.000 refugiados en dos años. Un número insignificante, teniendo en cuenta que en 2015 el número de los que llegaron ilegalmente a Europa multiplicó por 10 esa cifra, casi un millón. Ahora esta ruta quedará bloqueada.

La segunda: el plan “voluntario” de distribución de refugiados ha sido hasta ahora un verdadero fiasco. De un total de 160.000 personas que se había comprometido a recibir, la UE solo dio acogida a 1.000, un 0,6% del total. En el caso español, esto significó solamente 18 personas.

Tercero: la prioridad en el “intercambio” la van a tener los refugiados que no hayan intentado cruzar ilegalmente las fronteras, por tanto, los que sean “devueltos” a Turquía se quedarán en Turquía.

Finalmente, el acuerdo deja fuera a todas las personas que pidan refugio cuyo origen sean países como Afganistán, Pakistán, Irak, u otros, que serán condenados a quedarse en Turquía en pésimas condiciones o volver a sus países.

Reforzar el control militar en las fronteras y acelerar las deportaciones

El acuerdo busca cortar la llegada de refugiados a Europa de forma terminante, mediante el compromiso de Turquía de controlar más duramente sus fronteras. Durante los últimos meses ya se han visto escenas de fuerte violencia hacia los refugiados: guardias costeros turcos apaleando los botes en pleno mar. Lo que vendrá en los próximos meses será aun peor.

También se reforzarán los mecanismos de control en el Mediterráneo y el Egeo, para evitar que el cierre de la vía turca reconduzca el flujo de refugiados hacia la ruta italiana. La OTAN ya está realizando operaciones de control en el mar con el argumento de luchar contra las mafias de traficantes de personas. Este es un argumento lleno de cinismo, ya que está demostrado que las políticas de “cierre de fronteras” y restricciones que impone la UE las que alimentan las redes de traficantes, a las que se ven obligados a recurrir los refugiados sin otra alternativa.

Con la entrada en vigor del acuerdo, todos los países de la UE acrecientan las sanciones a los inmigrantes ilegales, aumentando las detenciones y acelerando las deportaciones, como ya establece la legislación de Asilo II aprobada en Alemania hace unos meses y las medidas xenófobas tomadas por Dinamarca, Reino Unido, Austria, Hungría y los países balcánicos.

Grandes concesiones al régimen represor de Turquía

Turquía es un actor clave para poner freno a la ola de refugiados y ha negociado sabiendo aprovechar esta situación. El acuerdo concede a Turquía ventajas en los viajes sin visado hacia la UE y la promesa de reabrir las negociaciones sobre su adhesión a la Unión. Si bien resulta improbable que este proceso culmine con el ingreso de Turquía a la UE, el hecho de anunciarse permite a Ankara mejorar su posición como actor regional.

Considerar a Turquía como “estado seguro” para justificar legalmente la devolución de refugiados, implica pasar por alto todas las denuncias hacia el régimen de Erdogan por su ofensiva represiva y militarista contra el pueblo kurdo y la oposición política, donde el ejército ha asesinado a cientos de activistas en los últimos meses.

Significa también pasar por alto las condiciones de explotación laboral, precariedad y mendicidad a las que se ven sometidos los refugiados en Turquía, donde decenas de miles de sirios trabajan de forma ilegal por la mitad del salario mínimo de Turquía que ya de por sí es bajo (340 euros).

El acuerdo se completa con 6.000 millones de euros que se entregan a Turquía, un “intercambio mercantil” a costa de la vida de los refugiados. Estos 6.000 millones de euros constituyen un monto superior a lo que Grecia se vio obligada a recortar en pensiones en su presupuesto 2016 para cumplir con las exigencias de la Troika. Ahora los recibirá el Estado turco a cambio de garantizar un “cerrojo” firme para cortar la oleada migratoria que llega a Europa desde Siria, Irak, Afganistán y otros países.

Fortalecer las tendencias xenófobas y racistas en la UE

El acuerdo de la UE con Turquía es un pacto xenófobo y racista que muestra el cinismo de los gobiernos europeos cuando hablan de “valores humanitarios”. Un pacto siniestro que entrega al asesino Erdogan la custodia de las fronteras europeas, toda una metáfora de la Europa del capital.

Angela Merkel es la que más ha operado por este acuerdo con Turquía, presionada por el avance de la extrema derecha del partido Alternativa por Alemania (AfD) en las últimas elecciones y las críticas dentro de su propio partido. Con este acuerdo los gobiernos europeos pretender terminar con la crisis migratoria y responder al crecimiento de los movimientos de extrema derecha en Europa, tomando en gran parte de su programa.

De Bruselas a Idomeni, las consecuencias de la guerra y las intervenciones imperialistas

Los brutales atentados de Bruselas, con más de 30 muertos y cientos de heridos, son utilizados por la extrema derecha para fortalecer su discurso xenófobo y racista. Los métodos reaccionarios del Estado Islámico, con atentados sobre poblaciones civiles en Europa y Medio Oriente son utilizados por las potencias imperialistas para difundir la idea de que estamos ante un “choque de civilizaciones”, promoviendo la islamofobia. Los gobiernos europeos despliegan un hipócrita discurso en defensa de los “valores europeos”, reforzando las medidas de control y ataque a las libertades democráticas y redoblando la ofensiva guerrerista en Siria e Irak.

La guerra en Siria, donde intervienen los intereses enfrentados de actores locales, potencias regionales y potencias imperialistas, ya ha generado el saldo de al menos 250.000 muertos, 11 millones de desplazados y 5 millones de refugiados. Sus consecuencias siguen golpeando hoy en el corazón de Europa, con los atentados de Bruselas y con la oleada sin precedentes de refugiados que se hunden en el barro de Idomeni mientras Europa les cierra sus puertas.

Ante el reforzamiento de las políticas guerreristas y xenófobas en Europa, las organizaciones obreras, movimientos sociales, juveniles y de izquierda, debemos impulsar un gran movimiento contra la guerra imperialista y contra los pactos xenófobos, levantando un programa de defensa de las libertades democráticas, en defensa de los refugiados e inmigrantes y contra las guerras y bombardeos imperialistas.

Publicado por Josefina Martinez

Josefina Martínez | @josefinamar14 :: Madrid

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