Continuamos el debate sobre las grandes diferencias entre Podemos y la izquierda independentista alrededor del «derecho a la autodeterminación», por un lado y, por el otro, del carácter del proceso catalán que abre Pablo Iglesias en su «pelea por el cinturón rojo».
Uno de los debates fundamentales entre Podemos y la izquierda independentista está en el derecho a la autodeterminación. Para Podemos el «derecho a decidir» está supeditado a un «proceso constituyente» de todo el Estado Español. Por tanto, la demanda más sentida por la población catalana, no es algo que deba decidir por sí mismo el pueblo catalán.
Otra cuestión es el carácter del proceso catalán que Podemos lo intenta presentar como un mero proceso de la «oligarquía independentista», para de ese modo justificar su política para Catalunya, que va entre la negación y las evasivas.
En un reciente artículo publicado en eldiario.es, «Pablo Iglesias o el nuevo Lerroux» se critica a la comparación que han hecho varios analistas del líder de Podemos con Lerroux, lo cual es considerado un insulto en Catalunya, ya que hace referencia a toda forma de populismo anticatalán y españolista con carisma entre las clases populares.
El líder y diputado de la CUP, David Fernández, [http://www.madrilonia.org/2014/12/esperando-a-godot/] escribe una extensa respuesta a este artículo en la que, mientras se desmarca de las comparaciones de Pablo Iglesias con el lerrouxismo, abre un abanico de debates que intentaremos desarrollar.
Podemos y el derecho a la autodeterminación
El punto crítico de Podemos, y donde muestra su arista menos “rupturista”, es cuando condiciona el “derecho a decidir” de la población catalana, a la autorización de un proceso constituyente español salido de las próximas elecciones generales.
Al respecto, el nuevo líder de Podemos Barcelona, Marc Bertomeu, aseguró en diferentes medios que dentro de Podemos «hay muchas opiniones distintas al respecto», aunque el denominador común es la «defensa del derecho a decidir sobre muchas cosas». Y en su primer conferencia de prensa después de haber sido electo secretario general, afirmó que el objetivo «prioritario» de su formación es atajar la «emergencia social y no el debate soberanista.»
Por su parte, Pablo Iglesias afirmó en su primer acto como secretario general en Barcelona que el «derecho a decidir, por supuesto. Pero el derecho a decidir implica decidir sobre todas las cosas», y para ello propuso «abrir un proceso constituyente».
De igual modo, cuando la periodista Ana Pastor preguntó en un programa de televisión La Sexta qué significaba «proceso constituyente», Pablo Iglesias respondió: «Eso significa que vamos a discutir de todo y con todos, también de la cuestión territorial», «Yo no quiero que Cataluña se vaya, yo quiero que construyamos un país juntos».
Todos sus líderes vienen planteando los mismos argumentos en varias declaraciones públicas, entre evasivas y la negación del derecho a la autodeterminación. Para Podemos la soberanía reside en el conjunto de la población del Estado Español también en cuanto a decidir la relación entre Catalunya y el Estado. Y por tanto, la autodeterminación no es un derecho democrático que las nacionalidades puedan ejercer por sí mismas. Y sobre todo, para Podemos no es una cuestión para nada primordial a resolver en Catalunya.
Así lo ha confirmado la responsable de la secretaría de Plurinacionalidad de Podemos, Gemma Ubasart, quien encabezará la candidatura denominada «Es clar que Podem» («Claro que Podemos») anunciando que su prioridad es luchar contra «la corrupción» de CiU. Aseguró: «Tenemos un importante desafío por delante, construir un país de cohesión y bienestar para todos, y libre de corrupción». De este modo, pareciera que la lucha contra la corrupción fuera opuesta a la resolución de una demanda democrática reivindicada por millones.
Otro argumento de Podemos para negar el proceso catalán o colocarlo en último orden de sus prioridades, es identificar proceso con «oligarquía independentista». Este es otro de los debates clave entre Podemos y CUP, sobre si el proceso nacional catalán es lo que Pablo Iglesias muchas veces deja entrever como «un mero invento de la burguesía».
Al respecto, David Fernández responde a Pablo Iglesias en su artículo: «Una caracterización-ridiculización-reducción de la cuestión nacional catalana a un mero ‘invento de la burguesía’. (…) pero las cuestiones irresueltas perviven y no será porqué nos hayan lobotimizado a todos. (…) Tópicos y típicos que, indirecta e involuntariamente, se acercan a algunas de las tesis del nacionalismo de Estado (español) y que ahondan en algunas dificultades severas para leer lo plurinacional, plurilingüístico y pluricultural, reduciéndolo todo a un mero folclore de que siempre damos ‘la brasa’ con lo cultural, aunque Wert anuncie que viene a ‘españolizarnos’. Mientras se calla –y se calla mucho al mismo tiempo– ante la prohibición de la consulta, las denuncias por desobediencia o 2,3 millones pasándose el TC por el arco del triunfo».
Bastante acertada la respuesta de Fernández cuando, entre otras cosas, dice, referente a Podemos, que «mucho se calla». Apenas algunas tibias declaraciones sobre la prohibición del TC al 9-N de algunos de sus líderes; lo cual es como decir ninguna ante semejante ataque «centralista español». Para Podemos la “regeneración democrática” queda vacía de contenido para la cuestión catalana cuando el derecho a decidir, el derecho a la autodeterminación, acaba siendo una demanda democrática superflua o secundaria. Y ello aunque sea la demanda más sentida y apoyada por las mayores movilizaciones masivas hasta la fecha en Catalunya.
La pelea por el «cinturón rojo» de Barcelona
El artículo antes mencionado en defensa de Pablo Iglesias contra las comparaciones con Lerroux, entre otras cosas reivindica que Podemos, en su discurso del primer acto de Barcelona, quiso llegar a la clase obrera: «Pero lo cierto es que Pablo –collejas aparte– no hablaba para el público de las CUP, no hablaba para los segmentos activistas, ni para el independentismo de izquierdas, ni para ningún sector de lo que podríamos llamar la ’sociedad civil catalana’, sino para otro mucho más grande y hasta hace poco invisibilizado. Lo dijo en clave de identificación: ’Yo soy de Vallecas, y cuando voy a l’Hospitalet o Cornellá me siento como en casa’. De repente el olvidado cinturón rojo de Barcelona ha cobrado fuerza política».
En parte es cierto, como veremos. Pero no porque Podemos se esté planteando organizar a la clase trabajadora ni mucho menos. La explicación está en sus cálculos para la carrera electoral en Catalunya y su intención de ganar sobre el electorado del PSC (Partido Socialista de Cataluña) .
Un interesante artículo de Lluís Orriols de eldiario.es analiza un gráfico (GESOP- El Periódico) que da cuenta de cómo Podemos llegaría a primera fuerza en intención directa de voto (30 por ciento) entre la población no independentista o mixta. No obstante, entre los votantes con identidad catalana los porcentajes bajarían estrepitosamente al 5 por ciento en intención directa de voto.
Sin embargo este dato cambia respecto a los porcentajes de la elecciones generales en Catalunya. Según los datos del GESOP, Podemos se sitúa en las elecciones autonómicas en un 13 por ciento de intención de votos, por lo que podría situarse en tercera fuerza. Sin embargo, en las elecciones generales, con un 28 por ciento, podría ser la primera fuerza en Cataluña.
Esto mismo le ocurrió históricamente al PSC. Desde 1980 cuando ganó las elecciones autonómicas la fuerza catalanista y conservadora CiU, el PSC, mientras perdía en Catalunya, ha logrado ser primera fuerza en las generales. Es lo que se llama el fenómeno «voto dual» en el que se votaba a CiU para que gobernase en Cataluña pero preferían votar al PSC-PSOE para mandar diputados a Madrid. También existe el voto de la «abstención diferencial» tras el cual los votantes socialistas participaban en las elecciones generales pero no en las autonómicas.
En cuanto al espacio de los socialistas, Podemos arrasa en los sondeos de lo que se ha denominado el «cinturón rojo» de Barcelona, conformado por la Ciudad Condal y otros grandes municipios como Hospitalet, Sabadell, Tarrasa y Cornellá; donde el PSC podría perder en esa zona entre el 20 y el 50 por ciento de sus votantes. Lo mismo ocurre con el espacio de Esquerra Unida.
Como decíamos, Pablo Iglesias deja correr la visión de que el proceso catalán está ligado exclusivamente a la «oligarquía independentista» para justificar su total despreocupación a este proceso. Mientras, demagógicamente se ubica del lado «invisibilizado», el cinturón rojo de Barcelona que sufre los mismos desprecios de parte de la casta catalana que los barrios obreros de Madrid.
Al respecto, David Fernández acertadamente responde, «Pero sugerir como axioma que este proceso democrático les pretende excluir [a la clase trabajadora] me parece bestia, clasista e indemostrable. Amén de inaceptable y alejado de la taxonomía de un proceso singular. O un ejercicio ímprobo de confundir permanentemente proceso y CiU».
Pero como decíamos, lo que en verdad moviliza a Podemos son sus cálculos electorales y llegar a la base del PSC. Es así que Pablo Iglesias buscó el diálogo directo con el «cinturón rojo», delimitándose del PSOE, en el centro deportivo Vall d’Hebron de Barcelona. Primero Gemma Ubasart comenzó delimitando a su público: «Zapatero nos falló. Toda aquella esperanza puesta el 13-M [de 2004] con el ’no nos falles’ se vino abajo con una llamada de Berlín. Tal es así que, según fuentes de elconfidencialdigital.com el PSC acusó a Pablo Iglesias de plagiar su discurso respecto a la cuestión nacional catalana y a la denuncia a CiU y al PP.
En las pasadas elecciones europeas, el PSC fue la formación más votada en el Baix Llobregat. En L’Hospitalet cayeron del 51,8 al 26,2% en 5 años. En Santa Coloma del 55,9 al 29,7%. En Cornellà del 53,8 al 28,42%. En todos estos municipios, ERC logró triplicarse.
La «orfandad de estrategia» de la izquierda. Un debate pendiente
El debate pendiente es con quienes abogan por el derecho el derecho de autodeterminación, sobre cómo llevarlo a cabo, con qué sujetos y dirección política y bajo qué alianzas de clases. Y aquí está la gran contradicción de la CUP. Plantearse una «ruptura anticapitalista» para llevar adelante las demandas democráticas como el derecho a la autodeterminación, haciendo alianza con CiU, el partido capitalista que dirige el Govern catalán, es una gran paradoja.
Esta falta de delimitación estratégica de los sujetos políticos «dirigentes» de este proceso, se está convirtiendo en un verdadero drama para la izquierda independentista y anticapitalista, y más aún para la izquierda que se reivindica revolucionaria. Ante ello, el camino con la cual asumir el proceso de autodeterminación de Catalunya queda «huérfano de estrategia» para los sectores de la clase trabajadora, populares y la juventud combativa que se plantean una verdadera ruptura con el decadente Régimen del 78. Continuaremos este importante debate.