Esta es una contribución al debate en torno a las candidaturas constituyentes y por la ruptura en Cataluña. En los últimos días se han producido importantes hechos en la política catalana que golpean de lleno a la hoja de ruta soberanista.
El suceso de mayor trascendencia para el partido de Artur Mas, ha sido la ruptura de la coalición formada por CDC i UDC desde hace 37 años, la principal formación política de la burguesía catalana y pieza fundamental del Régimen del 78 en Catalunya. El segundo es la emergencia por la izquierda y con centro en la misma capital, Barcelona, de un proyecto político que ya ha manifestado que no será parte de dicha hoja de ruta aunque defiende el derecho a decidir.
Desde la mayor parte de los medios de comunicación, el gobierno central y el arco parlamentario españolista hablan de crisis del proceso soberanista. Pretenden que la crisis de la hoja de ruta de Mas sea el fin de lo que comenzó con la Díada de 2012, le reemergencia de la aspiración de millones de catalanes a poder ejercer el derecho de autodeterminación.
Lo que para el bloque españolista es motivo de alegría debe ser razón de alarma para los partidarios del derecho a la autodeterminación desde una perspectiva anticapitalista. Pero no para recomponer o apuntalar la hoja de ruta y la dirección de CDC. Esto sería seguir insistiendo en el mismo error en el que lamentablemente se viene cayendo desde 2012 con la política de “mano extendida en lo nacional” que planteara David Fernández en su discurso de investidura.
Sino para proponer una alternativa independiente de los partidos de la burguesía catalana, basada en la movilización social con los trabajadores al frente y la alianza en la lucha con el resto de sectores populares del Estado español. Una alternativa a la línea de frente nacional con CDC y ERC y también a la línea utópica de conquistar el derecho a decidir desde la conquista electoral de las instituciones autonómicas.
La burguesía catalana no es un “compañero de viaje necesario”, sino necesariamente prescindible
Desde casi el inicio del proceso la dirección del mismo ha recaído en manos del President de la Generalitat, Artur Mas. Tras la Diada del año 2012, a la cual CiU no dio su apoyo hasta el último momento por oponerse al lema por un nuevo Estado y oponerle la negociación de un nuevo marco de financiación autonómica, llevó adelante un giro pragmático en favor del derecho a decidir.
Si hasta entonces la burguesía catalana y sus representantes políticos habían estado perfectamente integrados en el Régimen del 78 y el sistema autonómico, y muchos de ellos también antes con la dictadura franquista ¿Qué había cambiado? ¿Acaso sus intereses económicos coincidían con el proyecto de constitución de un Estado independiente? No lo ven así las grandes multinacionales catalanas y sus instituciones, como el Círculo de Economía, que en todo momento han manifestado su oposición.
Lo nuevo estaba en las calles. Los más de 1,8 millones de personas que participaron en la mayor manifestación hasta aquella fecha ocurrida en Barcelona. La crisis económica se había convertido en una crisis política del régimen en 2011 tras la irrupción de la juventud indignada. La lucha social había vivido un año muy álgido, especialmente en Catalunya, con la huelga general del 29M, el movimiento estudiantil y las mareas. Y en medio de ese panorama surgía un movimiento democrático de masas que cuestionaba uno de los pilares de la Transición.
Una parte importante de la clase política catalana lo vio claro. O se ponían a la cabeza de este movimiento o el peligro era que se desarrollase de forma independiente, apoyado en la auto-organización de sectores populares, empalmando con las otras luchas sociales. Y se abriera así una dinámica peligrosa para el Régimen del 78 y los intereses de las grandes familias catalanas para quienes tanto convergentes como tripartitos han gobernado estos 35 años. La amenaza desde abajo era tal que hasta el monárquico de Durán i Lleida tuvo que sumarse al carro a regañadientes.
¿Cuál ha sido entonces el objetivo de CiU en estos casi tres años? Como venimos señalando desde CcC desde el comienzo: sacar de la calle el movimiento, llevarlo a un escenario controlado por las instituciones autonómicas y desactivarlo mediante una hoja de ruta basada en la negociación con el Estado central, que sólo puede conducir a la liquidación por desgaste del movimiento democrático que nació en 2012 y ha seguido protagonizando otras Diadas históricas o la gran movilización que supuso la participación en la consulta del 9N.
Dentro de este objetivo estratégico no negamos que haya otros intermedios importantes. Desde intentar calmar el agitado ambiente social creado por la política de ataques a las condiciones de vida de los trabajadores recortes de Mas —de hecho han sido los ejercicios más duros con una contestación social cada vez menor— o evitar el temido sorpaso de la ERC. Pero la clave para Mas y CDC era y sigue siendo encontrar un nuevo encaje institucional con mayor autonomía, sobre todo fiscal, en el régimen español que logre conquistar unas cuantas décadas de estabilidad y buenos negocios como las conseguidas por Pujol y las autonomías.
Una hoja de ruta llamada a fracasar que hay que denunciar
De hecho todo lo que planifica Mas y CDC parece pensado para infligirse auto-derrotas, pasando la pelota hacia adelante, que parece buscar lo que algunas encuestas ya advierten, el descenso de los partidarios de la independencia. Pero también esperar a que en el marco de algún tipo de proceso de restauración del Régimen del 78, de la mano de un nuevo gobierno del PSOE o Podemos, permita abrir una negociación capaz de ofrecer un cambio de la estructura autonómica que se pueda vender como suficiente a los millones que aspiran al derecho a decidir.
La ruptura de CiU es la crónica de un divorcio anunciado y sobre todo supone una crisis histórica que trastoca a fondo el demagógico proyecto soberanista de Artur Mas. En un momento donde el President ha logrado parcialmente alejar la perspectiva de conquistar el derecho a decidir, la mitad de UCD cree que no hay que sostener en el tiempo la política de “emergencia” que aceptó en 2012.
Tres años de desvío, que no han sido gratuitos para el Régimen del 78 y han desagradado a muchos de los potentados representados de CiU, han sido suficiente y se debe volver al espíritu previo a aquella fatídica Diada para Durán. Que la reacción de CDC haya sido tan “alegre” ante una ruptura histórica no se debe a ninguna fiebre “independentista”, sino a que todo descuelgue de su hoja de ruta que no plantee una alternativa para conquistar el derecho a decidir ayuda a que la misma deba alargarse y relativizarse excusada en su “debilidad”.
Este hecho sumado a la previsible buena representación que pueda tener una candidatura inspirada en Barcelona en Comú, serán las excusas perfectas del President para seguir alargando el proceso, encorsetado en la vía institucional y de negociación con el Estado central, hasta matarlo por desgaste y cansancio.
La hoja de Mas es pues desde el principio una gran maniobra de desvío y la propia crisis de CiU lo deja totalmente al descubierto. Para la conquista del derecho a decidir esto debe señalarse y denunciarse. Y no ser parte de la misma como ala consecuente independentista como hace ERC ni como ala izquierda como ha hecho la CUP-AE en estos todos años y medio de legislatura. Ponerse al lado del President y ser parte de la misma sólo ha servido para legitimar el desvío y que hoy la crisis de su hoja de ruta corra el riesgo de convertirse en la crisis del movimiento democrático.
La propuesta de Forcades, Podem e ICV ¿Una alternativa a la hoja de ruta de Mas?
Las críticas más importantes a la política de la CUP-AE por su integración en el bloque soberanista han venido de representantes de las nuevas formaciones reformistas. Fue famoso el rechazo al abrazo entre Fernández y Mas hecho por Pablo Iglesias en su primer mitin en Barcelona. Lo que no dijo Iglesias es que ese mismo día, el 9N, él estaba tomando el té en casa de Bono con Zapatero.
Esta paradoja ilustra bien los límites de la línea de estas formaciones cuando pretenden marcar distancias con CiU, pues lejos están de ofrecer un camino alternativo para la conquista del derecho a decidir. Más bien consideran que los “compañeros de viaje” deben ser otros, como los socialistas o la ERC. De hecho estamos viendo en estas semanas como quienes se han vendido como ariete contra el Régimen del 78 y azote de la casta política, están entendiéndose y llegando a grandes acuerdos con el ala izquierda de la casta.
Véase el caso de Carmena en Madrid o Colau en Barcelona. Esta última además de integrar a socialistas como Jordi Martí en el segundo cargo ejecutivo por importancia, y si bien ha rechazado unirse a la hoja soberanista de Mas, tendió la mano a Trias y los regidores de CiU en su discurso de investidura para los grandes temas de ciudad y tuvo un discurso de plena colaboración con Mas en su primera visita a la Generalitat. O incluso Forcades, quien se ha mostrado partidaria de encaminarse a la independencia “sin Mas”, no oculta que su intención es hacerlo con las viejas fuerzas del Tripartito.
En el caso de ICV y Podem hay que añadir también su permanente relativización de esta demanda democrática. Sirva de referencia las palabras de Marc Bertomeu, secretario general de Podem Barcelona, cuando al poco de asumir anunció que no era un tema para ellos prioritario, o el permanente condicionamiento de este derecho a un proceso constituyente español, del que por cierto ya Iglesias y su equipo ni se acuerdan. En la última entrevista realizada por los periódicos Público y Critic Iglesias se despachaba de una forma mucho más abierta contra el derecho a decidir recalcando que era una cuestión a discutir por todos los españoles, tal y como marca la legalidad y la constitución del 78.
Por lo tanto esta “independencia” de Mas del nuevo reformismo entronca más con la lógica de alianzas con la izquierda del régimen para establecer “gobiernos decentes” que con una propuesta alternativa a la hoja de Mas. De hecho si examinamos qué propone el sector más partidario al derecho a decidir de este espacio político, el Proces Constituyent de Forcades, hay una partitura que no coincide mucho con la melodía.
Propone que una mayoría del Parlament de Catalunya convoque a un proceso constituyente catalán en el que se termine de definir la relación con el resto del Estado y el modelo social. Un proceso que debería ser impulsado desde abajo, de forma unilateral y con una naturaleza anticapitalista. Se trata de una propuesta que chocaría desde el momento uno con la legalidad del Régimen del 78.
Sin embargo ¿con quién se propone impulsarlo? Con el ala izquierda de la casta ex-tripartit y con una fuerza política, Podem, que ha dejado claro que su respeto a la legalidad constitucional es absoluto. ¿Cómo propone subvertir esta legalidad? No hay propuesta al respecto y viendo la naturaleza de la confluencia que propone -de unidad con los representantes políticos progres de la burguesía del PSC y la ERC- más bien apunta a que, de la misma manera que los nuevos ayuntamientos se preparan para acatar la legalidad que permite los desahucios, todo apunta a que se propone una vía que entrará en barrena tan pronto como el Estado central decida intervenir. Tan impotente y tan presa de la negociación con el gobierno español y sus instituciones, como la hoja de ruta de Mas.
¿Es posible una alternativa de clase y basada en la movilización? El rol y la responsabilidad de la izquierda independentista
La crisis de la hoja de ruta de CDC puede abrir una oportunidad para constituir un ala que proponga una alternativa opuesta por el vértice a este desvío. La planteada por Forcades y el espacio del nuevo reformismo comparte elementos esenciales, como son la alianza con el sector izquierda de la casta del 78 y la apuesta por la vía electoral e institucional, y por ende por la negociación con el Estado.
La experiencia hecha con estos casi tres años de proceso puede ayudar a demostrar a miles de jóvenes y trabajadores que no se puede seguir confiando en el President y sus discursos, ni en las vías que obligan a olvidarse de la lucha en la calle para pasar a las instituciones autonómicas. Es necesario que desde los sectores de la izquierda independentista que se reclaman anticapitalistas y las organizaciones de la izquierda social se empiece a levantar una alternativa de independencia de clase.
Para arrancarle al Estado español el derecho de autodeterminación no se puede confiar en un proceso pactado. Ni el gobierno del PP, ni ningún otro que le siga con la voluntad de restaurar o reeditar la obra de la Transición, van a aceptar que se ponga en discusión la dominación territorial. La única posibilidad realista para conquistarlo pasa por luchar por la caída del Régimen del 78. Sólo sobre sus ruinas se podrán resolver el conjunto de las demandas democráticas postergadas en la Transición, entre ellas el derecho a la autodeterminación.
Para acabar con este régimen político el principal instrumento es la movilización social, con la clase trabajadora al frente. Por ello la clave pasa por desarrollar la organización independiente de la clase trabajadora y los sectores populares, fortalecer su capacidad de lucha y establecer alianzas entre los trabajadores del conjunto del Estado para golpear unidos a un enemigo que es común.
Sólo por esta vía sería posible abrir un verdadero proceso constituyente en Catalunya como se plantea un amplio sector del movimiento democrático actualmente. Tanto para ejercer el derecho a decidir sobre la relación con el resto del Estado como para discutir el conjunto de los grandes problemas sociales.
La alianza con la burguesía catalana y sus representantes no puede ser más que un obstáculo mortal para avanzar en esta dirección. Ellos no quieren ni oír hablar de movilización social, de auto-organización, de tirar el régimen o de que se discuta de todo en un proceso constituyente. Por eso en nombre de la unidad del pueblo llaman a apostar por una vía electoral e institucional, en la que ellos jueguen el papel de director y eviten un escenario en el que se podría poner en cuestión no sólo la opresión nacional sino la explotación de clase de la que son los principales beneficiarios.
El problema es que no podrá haber derecho de autodeterminación si no es tumbando al Régimen del 78. Y no se puede tumbarlo sin una movilización revolucionaria. Por ello la estrategia de CDC conduce necesariamente a una vía muerta. Como ya hemos visto en otros momentos de la historia contemporánea, la burguesía catalanista siempre estará dispuesta a sacrificar los derechos democráticos nacionales cuando la revolución venida desde abajo ponga en cuestión sus privilegios de clase.
Hoy una estrategia así está ausente de la oferta electoral para el 27S. ¿Quién podría asumirla? En nuestra opinión el grupo que debería hacerlo es la CUP, ya que es quien más abiertamente habla desde el anticapitalismo. Sin embargo para ello debe romper con la trayectoria que ha mantenido desde su entrada al Parlament y que ha ido en una dirección opuesta. Su integración en el bloque soberanista dirigido por CiU y la aceptación de la hoja de ruta hasta el 9N ha contribuido a fortalecer el liderazgo de quien pretende conducir el proceso a un callejón sin salida, Artur Mas.
A lo largo de estos casi tres años desde Clase contra Clase hemos criticado abiertamente la estrategia de “mano extendida en lo nacional” advirtiendo que por esa vía la CUP estaba invalidándose para ofrecer una alternativa de dirección a la de CDC. Hasta el momento la línea que vienen expresando en público algunos de los diputados de la CUP-AE en el Parlement insiste en mantener esta misma línea. Quim Arrufat lo hizo recientemente en un acto público con Josep Fontana, Carme Forcadell, Joan Tardá y Joan Josep Nuet. Allí Arrufat contestaba a la frase de Forcades en una reciente entrevista de “la independencia se ha de hacer sin CiU” planteando que “se han de construir mayorías bastante amplias para que este proceso llegue hasta el final debes tener una parte de la burguesía dentro. Una parte. Para que legitime el proceso”. El problema es que de la mano de esa parte de la burguesía, es utópico tanto la consecución del derecho de autodeterminación como más todavía alcanzar la República catalana del 99%.
En el mismo sentido intervino David Fernández en el diálogo con Artur Mas que tuvo lugar en el CCCB con motivo del 20 aniversario del diario digital VilaWeb, el pasado 16 de junio. Fernández reivindicó el frente común con CiU y el President antes del 9N, que resumió en su abrazo con Mas y la expresión en euskera que lo definía herri bat (un pueblo), y se mostró abiertamente partidario de seguir con la política de bloque soberanista y mano extendida.
Sin embargo también en la CUP se están viendo sectores con un discurso y unos gestos diferentes, que apuntan a una mayor separación y enfrentamiento con CiU. Es el caso de la política de Capgirem BCN y sus regidores. Su negativa a participar del cortejo de regidores que acompañaron a Colau en su visita institucional al President fue un buen gesto que va en dirección contraria al espíritu de las declaraciones de Fernández y Arrufat.
Tanto en los discursos de investiduras como en las muchas declaraciones hechas en la campaña y en las movilizaciones sociales en las que han participado los tres regidores de la CUP de Barcelona plantean la necesidad de fortalecer la autoorganización popular, la lucha social y entender las posiciones institucionales al servicio de las luchas, la única herramienta para conquistar derechos. Si bien no hay un cuestionamiento a la política de la CUP nacional respecto a la mano extendida a CDC en lo nacional, la política de Capgirem BCN podría ser una buena cabecera de playa para empezar a cuestionarla y revisarla y que la izquierda independentista concurra a las elecciones del 27S encabezando un bloque de la izquierda anticapitalista que plantee una alternativa de independencia de clase para la conquista del derecho a decidir y la apertura de un proceso constituyente en el que poder decidir y cambiarlo todo.
La CUP nacional realizó a finales de 2014 un llamamiento para la configuración de una lista electoral por la ruptura para las siguientes elecciones. En los últimos días se ha vuelto a plantear públicamente. Cabría definir si esta «crida constituent» se hace detrás de la estrategia de mano extendida que siguen proponiendo Arrufat y Fernández, o si a la luz de la experiencia de estos casi tres años de proceso y la crisis del proyecto de Mas, se rompe con ésta y se dan pasos hacia una estrategia de independencia de clase como hacia la que apuntan las declaraciones y hechos de los regidores de Capgirem BCN.