Una gran crisis que sacudió todos los cimientos
La crisis económica mundial afectó especialmente al Estado español, junto a otros países del sur de Europa. Una crisis capitalista que llevó al desempleo masivo, despidos, rebajas salariales, recortes inauditos en servicios públicos desahucios y empobrecimiento de gran parte de la población.
Los días que siguieron al 15 de mayo del año 2011, las plazas de las ciudades españolas fueron ocupadas por cientos de miles de jóvenes “indignados”. Una protesta que cuestionaba al Régimen del ‘78 y las medidas de austeridad: “No somos mercancía en manos de banqueros y políticos corruptos”. La combinación de la crisis económica capitalista y la crisis del régimen de representación política configuraron una verdadera “crisis orgánica” en el Estado español.
La caída electoral del bipartidismo, y la revelación de múltiples casos de corrupción que afectan a todos los partidos e instituciones ha llevado a una escisión aguda entre “representantes y representados”, con el desprestigio de lo que se ha identificado como una “casta política” que gestiona el Estado.
La movilización social, después del 15M, dio lugar a “mareas” por la educación y la sanidad pública, huelgas generales y manifestaciones masivas. Pero hasta ahora ha sido insuficiente para frenar las medidas de austeridad y mucho menos para revertir los efectos de la crisis en la vida de la mayoría de la población.
En en este contexto de crisis excepcional, emergió Podemos. Creado a partir de un acuerdo entre un grupo de profesores de la Universidad Complutense con peso mediático, junto a Izquierda Anticapitalista, en pocos meses superó las expectativas iniciales y obtuvo 5 europarlamentarios. Hoy aparece primero en muchas encuestas de intención de voto.
La aparición de Podemos en el escenario político español mostró el paso de un momento de “ilusión social”entre los movimientos sociales, a la creación de una nueva “ilusión política”, de que es posible “recuperar la democracia” o salir de la crisis por la vía electoral, y en los marcos de la democracia capitalista.
Presentado como un “movimiento ciudadano”, al servicio de “la gente”, la estrategia política de su líder, Pablo Iglesias, se basó desde el comienzo en plantear que Podemos no era “ni de izquierdas ni de derechas”, una ambigüedad política calculada para ubicarse en el centro del escenario político, y al mismo tiempo descartar cualquier referencia a un programa anticapitalista o de ruptura social. Una estrategia política basada en una autodefinición de Podemos como un “fenómeno populista”.
Con una fuerza electoral en aumento, pero sin una estructura consolidada, en los últimos meses Podemos desarrolló un proceso de debate y consolidación interno, que tuvo lugar en su Asamblea Ciudadana. En esta Asamblea se produjeron cuestionamientos a la dirección de Pablo Iglesias y su “equipo técnico”, por parte de varios sectores y círculos de militantes, y se presentaron documentos alternativos.
Sin embargo, por medio de un método plebiscitario de votación por internet, la dirección de Pablo Iglesias logró imponer su modelo organizativo. También fue muy cuestionada la forma en que se realizó la elección de la dirección de la nueva formación, proceso mediante el cual Pablo Iglesias se hizo con todo el poder dentro del nuevo partido.
En las últimas semanas se profundizó el “giro hacia la moderación” política, que llegó al extremo de aplaudir con fervor al Papa Francisco durante su discurso en el Parlamento Europeo.
Esta semana, finalmente, Podemos presentó públicamente las bases de su programa económico, elaboradas por su equipo de economistas, que plasmaron en un documento un programa de raíces abiertamente socialdemócratas y neokeynesianas que se propone humanizar y recuperar el capitalismo español.