Contra el “pacto a la alemana” que el PP propone al PSOE, se alzan las voces por un “pacto a la portuguesa”. En la izquierda se impone irremediablemente la vieja y penosa lógica del “mal menor”. Ni “frankfurter” ni “bacalhau”, lo que hace falta es independencia política y luchar por una Asamblea constituyente en la que se pueda discutir todo y decidir todo.

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Foto: EFE

La intrincada aritmética parlamentaria surgida del 20D ha acelerado las negociaciones para formar Gobierno. El PP lo tiene chungo, ya se sabe. Su propuesta de “gran coalición” con el PSOE no cala en las filas socialistas, ni siquiera en sus sectores más abiertamente conservadores del PSOE-A y un sector de los barones. Estos últimos, contra su propio líder, se mantienen en la posición de la abstención, al igual que Ciudadanos.

En este marco, la idea de un pacto multilateral entre PSOE, Podemos, IU y sectores del nacionalismo catalán y vasco para formar un “gobierno progresista” (o “de izquierda”, dependiendo de quien lo diga) y echar al PP de La Moncloa han ido tomando cada vez más cuerpo desde que se conocieran los resultados de las generales.

Muchas son las contradicciones para que tenga lugar un pacto de este tipo, inédito a escala estatal en la política española, al menos desde la Transición a esta parte. Algo sobre estas contradicciones hemos analizado en este artículo y antes en este otro, y algo más por aquí también.

En este caso queremos ahondar no en las dificultades para que salga en el Estado español un gobierno de izquierda “a la portuguesa”, es decir, un acuerdo entre la izquierda reformista y neo reformista y la vieja socialdemocracia -que en las últimas décadas devino abiertamente en social-liberal-, sino la lógica que justifica esta política desde la izquierda.

El escenario político post 20D dejó a Pedro Sánchez, (por ahora) líder del PSOE, ante dos alternativas: abstenerse y propiciar nuevas elecciones, lo que equivaldría más o menos al fin de su carrera política; o resistir, ensayando un intento de formar un “gobierno progresista” con partidos con los que hasta antes del 20D no quería ir ni a tomar unas cañas.

La visita de Sánchez a Portugal para hablar con su colega socialista António Costa y mamar un poco de la experiencia portuguesa, ha sido un gesto claro en este sentido contra los principales barones del PSOE, encabezados por la andaluza Susana Díaz, que afilan espadas para cortarle la cabeza (metafóricamente hablando).

Mientras tanto, el sector “progre” del PSOE, encabezado entre otros por quien fuera el candidato de Izquierda Socialista a la Secretaría General -José Antonio Pérez Tapias-, le ha escrito una carta abierta a Sánchez pidiéndole que no sea mezquino y que pacte con Podemos.

Sánchez parece decidido a jugar la carta “portuguesa”. Y parece que sus potenciales aliados están dispuestos a bailar “la Vira” con los socialistas, empezando por Podemos.

El partido de Pablo Iglesias ya ha dejado claro que no va a permitir un nuevo gobierno del PP “ni por activa ni por pasiva” y le tiende la mano al PSOE para explorar una amplia alianza de Gobierno que desaloje al PP de la Moncloa. La actitud de Podemos hacia el PSOE tras las elecciones municipales y autonómicas, en las que quedó como tercera fuerza en la mayoría de las Comunidades, ya era un adelanto de esta política. Entonces facilitó que el PSOE se hiciese con el gobierno en muchas de ellas, desbancando al PP.

Por ello no fue sorpresa que en su último informe al Consejo Ciudadano de Podemos, Iglesias le hablara a “los sectores más sensatos” del PSOE para entablar diálogo y le pidiera a este partido que recupere “lo mejor de su tradición como fuerza política que durante mucho tiempo asumía el papel de vehicular la unidad de nuestro país en torno a diferentes expresiones de diversidad”. Es que para Iglesias hace rato que el PSOE no aplica a la categoría de “casta”. Estrictamente, ahora resulta que “hay dos PSOE. Uno que está con el PP y otro que quiere avanzar”, dice Iglesias.

¿Y desde las filas de IU? También Alberto Garzón está lustrando sus zapatos de baile. Para el candidato de UP-IU, se puede frenar un gobierno del PP porque hay “compromisos asumidos” por parte del PSOE, Podemos, la propia Izquierda Unida e “incluso” Ciudadanos (sic), aparte de otras fuerzas, que podrían sentar las bases para hacer la política “de una manera diferente”.

Lo de Garzón tampoco sorprende. A pesar de sus débiles fuerzas en el Parlamente (sólo obtuvo dos escaños), está haciendo honor a la tradición de IU (y del PCE, no lo olvidemos) de pactar con el PSOE como ya lo hizo en Andalucía, Catalunya o Baleares. Al mismo tiempo, Garzón está relativizando sus diferencias con Podemos -que muchos supimos siempre que no eran tales-, con quien se siente parte de “un mismo proyecto de transformación social”.

Y para no mencionar solo a los “grandes aparatos”, hay que decir que Anticapitalistas, el “movimiento” –aunque hay que reconocer que mucho no se mueve últimamente- surgido de la disolución de Izquierda Anticapitalista en Podemos, también quiere dar unos pasitos de baile como los que ya ha ensayado en Andalucía, donde su dirigente y diputada Teresa Rodríguez aseguró después de las municipales y autonómicas que “entre susto (PSOE) o muerte (PP)” elegía el susto.

Rodríguez, que ahora anda pidiendo participación de las bases después de haberse subordinado a Iglesias sin chistar durante dos años, se pronuncia a favor de “la confluencia” –un término más friendly que “pacto”-. Eso sí, siempre y cuando esto no sea mediante “acuerdos desde los aparatos”… como el que ella misma tejió con Pablo Iglesias en Andalucía allá por el mes de febrero.

Como vemos, más allá de los pomposos anuncios de las “nuevas formas de hacer política”, lo que se impone irremediablemente es la vieja y penosa lógica del “mal menor”, con la que la izquierda reformista tradicional (Izquierda Unida) viene actuando en el Estado español desde hace décadas, y a la que ahora se suma con mucha más fuerza la nueva izquierda reformista, Podemos, y hasta su “ala izquierda”, Anticapitalistas. Una lógica por la que se justifica votar al PSOE contra el PP o incluso gobernar con él, por la cual se facilita la supervivencia de un Régimen decadente como el que nació en el ’78.

O dicho de otro modo, cuando por la vía electoral lo “viejo” (es decir, el reaccionario Régimen del ’78, que incluye como uno de sus pilares al PSOE) no ha terminado de morir, Podemos, IU, Anticapitalistas, etc., lejos de buscar una política mínimamente independiente de este partido capitalista y representante de la “casta política”, lo que hace es promover un engendro “de izquierda” que sólo puede redundar en un fortalecimiento del propio Régimen. Pero claro, todo con la inobjetable excusa de impedir que siga gobernando el Partido Popular.

Al respecto, vale recordar una reflexión del revolucionario comunista italiano Antonio Gramsci, tan impunemente citado últimamente por Tsipras, Iglesias, Garzón o Errejón, quien hiciera una aguda crítica a la política de elegir los “males menores”:

“El concepto de mal menor es uno de los más relativos. Enfrentados a un peligro mayor que el que antes era mayor, hay siempre un mal que es todavía menor aunque sea mayor que el que antes era menor. Todo mal mayor se hace menor en relación con otro que es aún mayor, y así hasta el infinito. No se trata, pues, de otra cosa que de la forma que asume el proceso de adaptación a un movimiento regresivo, cuya evolución está dirigida por una fuerza eficiente, mientras que la fuerza antitética está resuelta a capitular progresivamente, a trechos cortos, y no de golpe, lo que contribuiría, por efecto psicológico condensado, a dar a luz a una fuerza contracorriente activa o, si ésta ya existiese, a reforzarla.” [Quaderno, 16 (XXII)]

Este proceso de adaptación a una fuerza regresiva, es decir, conservadora, que menciona Gramsci, describe con precisión el proceso seguido especialmente por Podemos y su actitud ante el PSOE. Una lógica pragmática intrínseca a la “vieja” política burguesa.

Esta crítica no niega, obviamente, el hecho de que esta política se asienta en profundas expectativas e ilusiones de amplios sectores de las masas obreras y populares en la democracia capitalista y en que por esta vía se puede cambiar algo. La lógica del “mal menor”, lamentablemente, es un sentido común inmensamente extendido. Contra ello, no queda más remedio que la experiencia. Y no tenemos dudas que en el próximo período, como en Grecia, los trabajadores, la juventud, las mujeres luchadoras y los sectores populares, comenzarán a hacer una experiencia acelerada con el neo reformismo.

La clave para la izquierda que se reivindica anticapitalista y revolucionaria, pasa por acompañar esta experiencia, no sólo desde la propaganda, sino principalmente desde la intervención política. La exigencia a los reformistas de que, si verdaderamente se proponen terminar con los ajustes, la corrupción y garantizar el derecho a decidir, se pronuncien a favor de luchar por una una asamblea constituyente que sea verdaderamente libre, sus decisiones soberanas y en la que se pueda discutir y resolver todo, tiene el sentido de facilitar este proceso.

Al mismo tiempo que se desarrolla la lucha de clases y se combaten las trabas impuestas por las burocracias sindicales, la batalla por una democracia “más generosa” con los métodos de la lucha de clases, mientras facilita la experiencia de amplios sectores con los límites del reformismo, también puede generar mejores condiciones para luchar por verdadera salida obrera y popular a la crisis capitalista y del Régimen político español.

Publicado por Diego Lotito

Diego Lotito | @diegolotito :: Madrid

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