Quedan lejos las denuncias de Podemos al PSOE como parte de la casta. Iglesias busca el acuerdo con el partido de Sánchez, ahora o después de nuevas elecciones. Una estrategia de concertación que conduce, como en el 78, a la postergación de las grandes demandas democráticas y sociales.

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Foto: EFE

Recordamos a Pedro Sánchez antes de la campaña electoral diciendo que no pactaría ni con el PP ni con los populistas, refiriéndose a Podemos. Y a Pablo Iglesias denunciando al PSOE como la “casta”, junto al PP, del sistema bipartidista español. Pero los resultados electorales del pasado 20D han abierto las posibilidades de un pacto entre ambos partidos. Podemos confirma una estrategia de pacto con la “casta” que no puede traer más que nuevas frustraciones.

Podemos y la ilusión del “PSOE decente”

Podemos, hace tiempo que no oculta su disposición a pactar con PSOE, siempre que este asumiera la necesidad de realizar cambios importantes. Tras las elecciones municipales y autonómicas de mayo, el PSOE viene a ser su aliado natural, su “mal menor”. Es cierto que la estrategia de Podemos era “ocupar el centro del tablero” e irrumpir con fuerza en el escenario electoral. Por eso se alejaron de las tesis de IU y no quisieron pactar con ellos, además de realizar un reconocido giro al centro. Pero, con los resultados en la mano, la estrategia de Podemos sigue siendo la misma que la mantenida por IU en las últimas décadas: empujar al PSOE un poco a la izquierda e impedir que gobierne el PP. Eso sí, con más “músculo” parlamentario con el que presionar y negociar.

Así de claro lo explicaba el mismo Pablo Iglesias en julio en un acto en el Círculo de Bellas Artes: “Lo único que podemos hacer es acumular un poquito más de poder administrativo para doblarle el brazo a los socialdemócratas y que giren. Es lo único que podemos hacer. Cuando digo que Podemos triunfará si superamos al PSOE no estoy planteando un fin que sea precioso, no podemos hacer grandes cosas: una reforma fiscal, defender la desprivatización de la sanidad y defender una educación pública. No podemos hacer mucho más. Defendemos lo mismo que defendía la democracia cristiana hace 30 años”.

Esta es la estrategia de fondo de Podemos, aunque ahora parece que consideran que unas segundas elecciones les podrían favorecer e invertir el orden de fuerzas con el PSOE. Propuestas como la del “candidato independiente de prestigio” buscan justamente no quedar como los que han forzado unas nuevas elecciones delante del electorado moderado. Aunque esta propuesta ahora ha sido aparcada, puede que ante el temor de que efectivamente surgiese algún candidato (o candidata) independiente que pudiera hacerle sombra a Iglesias. También la condición del referéndum que deja al PSOE cerrado en banda, busca lo mismo pero en otra dirección, consolidarse como primera fuerza en las naciones oprimidas por el Estado central. Iglesias ya piensa en un segundo round que le permita ganar fuerza para lograr presionar y empujar un poquito más a los socialistas a un acuerdo de regeneración del Régimen del 78.

Pero, ¿es verosímil esperar un “giro a la izquierda” del PSOE? Evidentemente no. Solo hace falta tener un poco de memoria: Felipe González nos trajo la reconversión industrial, el terrorismo de Estado con los GAL, la entrada en la OTAN, las privatizaciones y reformas laborales regresivas. Zapatero en los inicios de la crisis sucumbió a los deseos de la UE aplicando la reforma laboral y de las pensiones. Y cuando volvió a hacer falta, cambiaron el artículo 135 de la Constitución junto al PP de la noche a la mañana para garantizar el pago de la deuda por encima del gasto en servicios sociales. Pablo Iglesias a menudo hace gala de su posibilismo y pragmatismo, pero no hay nada más utópico que esperar que el PSOE deje de ser un partido del Régimen del 78.

Como igualmente utópico es esperar mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora sin enfrentarse a los intereses de los capitalistas. “No hay alternativa a la economía de mercado”, decía Iglesias en junio. Lo mismo sucede a la hora de dar solución a las grandes demandas democráticas como el derecho de autodeterminación, entre otras, sin tumbar la Constitución del 78.“Pensamos que hay elementos positivos en la Constitución del 78 y dudamos de que haya una mayoría social en España que quiera una nueva Constitución, pero sí pensamos que hay una mayoría social en España que quiere cambios constitucionales en el texto existente», manifestaba el líder de Podemos en noviembre.

Por último, la UE ya ha dicho que se deben de aplicar nuevos recortes de 23 mil millones de euros. Parece imposible evitar este hachazo en una alianza con el PSOE. Pero incluso para el propio Pablo Iglesias estas exigencias serían parte del “es lo que hay”, como expresó al referirse a la claudicación de Syriza ante la Troika: “Creo que lo que ha hecho el gobierno griego es tristemente lo único que podía hacer”.

La cuestión catalana, talón de Aquiles de la estrategia de pacto con “la casta”

Pedro Sánchez ya ha dejado claro que la soberanía española es incuestionable y que no van a ceder a un referéndum de autodeterminación en Cataluña, cuando Iglesias ha defendido que es “una línea roja” para pactar, aunque en los últimos días también ha matizado sobre esta cuestión clave.

Queda claro que todos los pactos a los que pueda llegar Podemos con el PSOE no modificarán en nada sustancial el Régimen del ‘78. El derecho a la autodeterminación choca frontalmente con el régimen político salido de la transición, por eso el PSOE no lo va a consentir. La unidad de España constituye un pilar del sistema político español, así como la pertenencia a la UE y la OTAN, el respeto a Monarquía y la defensa de los intereses de la burguesía por encima de los de la clase trabajadora. Podemos, con su orientación posibilista, ya ha renunciado a batallar por todas estas cuestiones.

Si Podemos ha dado un giro en los últimos meses hacia la defensa de un referéndum ha sido por una cuestión de estrategia electoral en Cataluña. Después del fracaso de Catalunya Sí Que Es Pot el pasado 27S en las elecciones autonómicas catalanas, el giro en favor de esta demanda trajo consigo su victoria electoral en Catalunya el pasado 20D con la coalición En Comú Podem.

Ahora mismo, ésta representa una de las principales contradicciones internas de Podemos. Parece difícil que pueda echarse atrás en cuanto a la cuestión del referéndum como condición para pactar. No tanto por falta de voluntad, sino porque 12 de los 69 diputados de Podemos pertenecen a En Comú Podem, que ha ganado las elecciones en Catalunya haciendo bandera del referéndum. Además, un pacto entre PSOE y Podemos necesitaría el apoyo de ERC o los Convergents, que en principio solo lo ofrecerían a cambio de un referéndum. En el caso de CDC, están esperando una oferta del Estado para ofrecerla en Catalunya como la salida “razonable” al proceso, pero parece difícil que llegue una oferta suficientemente buena como para que CDC pueda justificar delante de su electorado su claudicación (menos con unas posibles elecciones anticipadas a la vista).

Que pueda hacer descarrilar el posible pacto no quiere decir que el camino para resolver las demandas democráticas catalanas pase por una negociación con más peso parlamentario con el PSOE, como se querrá vender en unas posibles generales anticipadas. La única vía para realmente poder conseguirlo es impulsando la más amplia y contundente movilización por el derecho a decidir tanto en Catalunya como en el resto del Estado. Un camino por el que los dirigentes de Podemos hoy no quieren transitar.

Ante la parálisis institucional, reabrir el camino de la lucha de clases

Esta legislatura parece tener poco recorrido si no hay un pacto entre el PP y el PSOE, que es el que la patronal y la Troika quieren. Pero el PSOE, por el momento, es consciente del hundimiento que sufrió PASOK, su partido hermano en Grecia, cuando se alió con la derecha y lo quiere evitar a toda costa.

Tanto un pacto de este tipo, como unas nuevas elecciones, pueden abrir un buen escenario para que se pueda demostrar que las grandes demandas democráticas son irresolubles en los marcos del actual régimen político y se empiece a hablar de las necesidades de la clase trabajadora y los sectores populares como contrapuestos e irreconciliables con los de los empresarios, el IBEX35 y la Troika.

Pero esta no es la propuesta que defiende Pablo Iglesias y Podemos. Si bien unas nuevas elecciones podrían catapultarlos como segunda fuerza sobrepasando al PSOE, ya hemos visto que la estrategia es una reforma cosmética y ordenada en acuerdo con ellos. Como Syriza –el referente de Podemos, una fuerza política a la izquierda de la socialdemocracia que rozó la mayoría absoluta– la línea de respeto a los intereses de los grandes capitalistas, sólo puede conducir a seguir aplicando todos los dictados de la Troika, incluso cuando el pueblo se manifieste abiertamente en contra, como sucedió con el referéndum griego.

El “No podemos hacer grandes cosas” de Iglesias, es una nueva versión del “No hay alternativa” impuesto con el neoliberalismo desde el Thatcherismo. Con esta estrategia estamos derrotados antes de empezar.

Nuestras demandas democráticas y sociales no pueden ser objeto de una negociación al estilo de la que dio origen al actual régimen político. Por ello, contra los intentos de abrir camino a una “Segunda Transición” pactada y una “reforma constitucional” cosmética, lo que hace falta es luchar por abrir un proceso constituyente donde realmente poder discutir y cambiarlo todo. Si Podemos quisiera luchar verdaderamente por una “democracia real” y por “terminar con la austeridad” como sostiene, entonces tendría que plantear esta perspectiva y no intentar pactar con “la casta” la regeneración del viejo Régimen como lo está haciendo.

La conquista del derecho de los trabajadores y el pueblo a vivir dignamente no vendrá del pacto con el PSOE ni de un “gobierno progresista” que juegue el papel de muleta de un Régimen decadente. Habrá que imponerlo mediante la movilización social, con la clase trabajadora al frente.

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