Los documentos publicados ayer muestran una importante ruptura en el PSTU. El Manifiesto firmado por cientos de militantes explicitaron algunos de los motivos de su ruptura. En ella se encuentran fundadores como Valério Arcary, la consejal de la ciudad de Natal, Amanda Gurgel (uno de los dos únicos parlamentarios del PSTU) y decenas de otros miembros conocidos.

La carta de ruptura fue publicada en el sitio arrancaralegriaaofuturo.com.br y la declaración de Dirección Nacional del PSTU fue publicada en el sitio de ese partido. Estos artículos públicos muestran que uno de los importantes debates declarados por la ruptura y los que se quedaron en el PSTU se dió alrededor de la caracterización del impeachment de Dilma Rousseff y qué levantar ante él.

Según la carta de ruptura, que se opuso a la política levantada previamente por su antiguo partido, “evaluábamos que la caída del gobierno del PT solo tendría un sentido progresivo si realizada por manos de la propia clase obrera, por medio de sus propias organizaciones. Al contrario, si liderada por la oposición de derecha, la caída de Dilma sería una salida reaccionaria a la crisis política, deseducaría a los trabajadores en su tarea de autoemancipación”.

Esta posición coincide en gran medida con las posiciones del MRT sobre el golpe institucional y las críticas que Esquerda Diário le ha hecho al PSTU.


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Manifiesto por la construcción de una nueva organización socialista y revolucionaria en Brasil

El presente manifiesto ha sido firmado por algunas centenas de compañeras y compañeros que en el pasado hicieron una apuesta militante en el PSTU. Tenemos el orgullo de haber dedicado lo mejor de nuestras fuerzas a esa organización pero hoy hacemos público que esta experiencia llegó a su fin y que decidimos andar un nuevo camino. Pertenecemos a diferentes generaciones, somos veteranos y jóvenes, mujeres y negros, integrantes de la comunidad LGBT, profesores e indígenas, obreros industriales y de la construcción civil, petroleros y estudiantes, activistas y dirigentes sindicales que construyen la Central Sindical Popular CSP-Conlutas, trabajadores de la salud y del transporte, desempleados e intelectuales, trabajadores del estado y tercerizados.

Hace cerca de ocho meses comenzamos una pelea por nuestras ideas dentro de la LIT (Liga Internacional de los Trabajadores) y su sección brasilera, el PSTU. Por medio de este manifiesto, queremos expresar nuestras posiciones y las conclusiones a las que llegamos a lo largo de ese debate.

¿Qué pensamos?

Creemos que las dificultades enfrentadas por los revolucionarios al inicio del siglo XXI encuentran su explicación más profunda en el impacto reaccionario de la restauración capitalista en la URSS, el Este europeo, el sudeste asiático y Cuba. La ofensiva política, económica, social, militar e ideológica del imperialismo, los discursos sobre el “fin de la historia” y la adaptación de la izquierda reformista al orden burgués no pasaron sin consecuencias. El movimiento de masas retrocedió en su conciencia y organización. Y los revolucionarios sufrieron los efectos de estos años de confusión y crisis.

Pero la historia no terminó. La crisis económica mundial de 2007-2008 abrió una nueva situación internacional marcada por la inestabilidad y por la polarización política, social y militar. En este marco, surgieron fenómenos altamente contradictorios, como la Primavera Árabe, la crisis económica europea, el conflicto militar en Ucrania, los indignados en España, el ascenso de partidos neoreformistas como Syriza y Podemos, la crisis de refugiados en Europa, el fortalecimiento de la derecha en varias partes del mundo, las manifestaciones en Grecia, las luchas antiprohibicionistas y por el derecho a la ciudad encabezadas por la juventud, el declive de los gobiernos de colaboración de clases en América Latina, el avance del fundamentalismo islámico y cristiano, el ascenso de la lucha antiracista, feminista y contra la LGBTfobia en todo el mundo, las jornadas de Junio de 2013 en Brasil, la guerra civil en Siria, la crisis del euro y de la Unión Europea, el actual ascenso francés y tantos otros.

Así, la nueva situación mundial abre importantes perspectivas para los socialistas. Pero hay que saber actuar. Creemos que la postura de los revolucionarios frente a la reorganización de la izquierda debe ser firme, aun que, paciente. Porque el camino de la autoproclamación nos condenaría a la marginalidad. Porque sabemos que el aislamiento, la condición de minoría y la lucha contra viento y marea durante tantas década dejaron en todos nosotros cicatrices, reflejos sectarios que debemos tener el coraje de superar.

Pensamos que la simple presentación de un programa revolucionario no es suficiente para construir una organización marxista. Lo decisivo es que ese programa sea escuchado, que luchemos por él en cada espacio, que sea comprendido y aceptado por las masas y su vanguardia. No superaremos la marginalidad con un programa ultraizquierdista, que los trabajadores no están dispuestos a abrazar o que, a veces, ni siquiera comprenden.

En el terreno de la política nacional, por otro lado, las diferencias no fueron menores. Hace más de un año, veníamos afirmando que era necesario enfrentar con centralidad, la política de ajuste fiscal del gobierno de Dilma pero combatir también a la oposición burguesa que quería derribarla apoyándose en movilizaciones reaccionarias. Para esta lucha, creíamos que era necesario construir la más amplia unidad de acción con todos los sectores que estuvieran en la oposición de izquierda al gobierno, y si fuera posible, dar a esta unidad una forma organizativa, un frente de lucha o un tercer campo alternativo al gobierno y a la oposición de derecha.

Después de que la mayoría de la burguesía se unificó en torno a la propuesta de impeachment, a partir de febrero de 2016, defendimos internamente que era vital luchar contra esta maniobra parlamentaria, sin que eso significara, evidentemente, dar ningún apoyo político a Dilma. Porque evaluábamos que la caída del gobierno del PT solo tendría un sentido progresivo si era realizada por las manos de la clase trabajadora, por medio de sus propias organizaciones. Al contrario, si era liderada por la oposición de derecha, la caída de Dilma sería una salida reaccionaria a la crisis política; deseducando a los trabajadores en su tarea de autoemancipación. La segunda hipótesis fue exactamente lo que ocurrió.

Debatimos estas y otras diferencias lealmente durante casi un año. No obstante, fue alcanzado un punto de saturación. Cuando las diferencias se hacen irresolubles, cuando la posibilidad de síntesis se agota, cuando las discusiones se vuelven interminables y las polémicas improductivas, el peligro de la desagregación pasa a ser mayor que todo. Llegamos a la conclusión que la continuidad del combate amenazaba con una ruptura abrupta y desorganizada. Para preservar el mayor patrimonio de cualquier organización, sus militantes, optamos por terminar la lucha y ofrecer una salida organizada a la crisis. Dejamos el PSTU.

Reconocemos al PSTU como una organización revolucionaria. No pensamos que es menos revolucionaria ahora que antes. Pero a veces es imposible para los revolucionarios pertenecer a una misma organización. Apostamos a la posibilidad de una separación amistosa, y por tanto ejemplar, muy diferente a las rupturas explosivas y destructivas que vimos en el pasado. Nos mantenemos por eso, en los marcos de la Liga Internacional de los Trabajadores, en calidad de sección simpatizante.

¿Qué queremos?

Al mismo tiempo que nos separamos del PSTU, reafirmamos nuestra disposición a continuar la lucha por la revolución socialista en una nueva organización nacional. Reconocemos la acción consciente y organizada como la más eficaz. Sobre la base del marxismo, de la teoría leninista de organización y de toda la experiencia histórica del movimiento obrero y socialista mundial, queremos construir algo nuevo. Admitimos sin soberbia, con sincera humildad y respeto, que no somos lo únicos revolucionarios en Brasil o en el mundo.

Somos una pequeña rama del gran árbol del marxismo revolucionario mundial. Reivindicamos las resoluciones de los cuatro primeros Congresos de la III Internacional; defendemos la teoría de la revolución permanente y el Programa de Transición de León Trotsky; nos ponemos al servicio de la reconstrucción de la IV Internacional; abrazamos la herencia del trotskismo latinoamericano que tuvo en Nahuel Moreno su principal dirigente y organizador; defendemos un marxismo al mismo tiempo riguroso en el uso de los conceptos y abierto a la interpretación de los nuevos fenómenos; creemos que los socialista deben estar en la primera fila del combate al machismo, la LGBTfobia y el racismo, principalmente en un país que tiene en su historia la triste marca de cuatro siglos de esclavitud y que es uno de los que más asesina a mujeres e integrantes de la comunidad LGBT en el mundo; vemos la revolución socialista, en primer lugar, como proceso de autoemancipación de los trabajadores, con la clase obrera a su frente; entendemos que el revolucionario es, en primer lugar, un rebelde, y por eso el régimen interno de una organización marxista se debe caracterizar tanto por la disciplina en la acción como por la amplia libertad de discusión, y que esos dos aspectos no son contradictorios, sino simplemente complementarios e inseparables.

Rechazamos cualquier intento de reeditar, treinta años después, la experiencia reformista del PT, como hace hoy la dirección mayoritaria del PSOL. La reducción de la lucha de clases a la lucha parlamentaria, las alianzas con los sectores supuestamente progresivos de la burguesía nacional, la transformación de los diputados, senadores e intendentes en figuras todopoderosas, que solo se deben satisfacciones a si mismos, todo eso ya fue realizado. Y fracasó. No seguiremos ese camino.

Sabemos que la degeneración política del PT y la corrupción de su aparato alimentan una saludable desconfianza entre los luchadores jóvenes que no quieren ser manipulados como la vanguardia de la generación anterior. Los miles de activistas se preguntan cómo controlar sus propias organizaciones. ¡Y tienen razón! Porque el tiempo de la ingenuidad y la credulidad en los líderes debe ser dejado atrás. Queremos una organización en la que no haya lugar para los arribistas, los oportunistas, para todos aquellos que quieren obtener ventajas y beneficios personales. Queremos entre nosotros a los despojados de pretensión, a los desapegados de ambición y de vanidad.

La lucha es aquí y ahora

El mayor desafío de nuestras vidas, el sentido de nuestra militancia es la realización y el triunfo de la revolución socialista brasilera. La clase trabajadora y el pueblo oprimido deben elevarse a la altura del combate que la historia convoca. Trece años de gobiernos del PT demostraron de forma irrefutable que la estrategia de regulación del capitalismo a través de minúsculas reformas social-liberales condujo al país a un verdadero desastre. La dirección del PT es la primera responsable por la tragedia que se abre hoy sobre la clase trabajadora brasilera. Lula y Dilma traicionaron el sueño de los trabajadores, se enterraron a si mismos y abrieron el camino a Michel Temer y Henrique Meirelles. La verdadera liberación de los explotados y oprimidos pasa por lo tanto por el combate a la conciliación de clases promovida por el PT y por retomar una estrategia de ruptura revolucionaria del orden.

La crisis y posterior quiebra estratégica del PT, tan evidentemente demostrada en las jornadas de Junio de 2013 y en el episodio del impeachment, plantean a la izquierda marxista brasilera el dilema de su propia crisis, de su propia marginalidad, de su propia fragmentación. Los calendarios electorales y sindicales no acompañan las luchas que se vienen dando. Es necesaria una salida estratégica. En este sentido es necesario que trabajen los marxistas revolucionarios.

Pero las luchas de los explotados y oprimidos no pueden esperar. Ellas se están dando aquí y ahora. Para que puedan triunfar, necesitan ser rodeadas de la más profunda solidaridad, en torno a ellas debe ser construida la más amplia unidad.

Esta unidad en la acción práctica, en la lucha común, pasa hoy en nuestra opinión por la bandera de Fuera Temer, es decir, la lucha contra el gobierno de turno y sus medidas. Sin la unidad de los movimientos sociales combativos en torno a esta tarea decisiva, corremos dos peligros. El primero, es que el impulso de todos estos enfrentamientos parciales se dispersen, por la ausencia de una estrategia general común. El segundo es que los combates específicos sean apropiados por la dirección del PT en su proyecto de volver al poder con una nueva candidatura de Lula. Es decir, sean el viejo chantaje del mal menor. La mayor tarea de la izquierda anticapitalista, por lo tanto, es abrir el camino a otra salida política. Y puede ser construida desde ahora. Ninguno de los partidos y organizaciones de la izquierda combativa puede hoy, por si sola, ofrecer esta salida.

Para ser efectiva, esta salida necesita ser construida de hecho por todas las corrientes y organizaciones combativas del movimiento social, por todos los que desean sinceramente conformar este tercer campo alternativo de la clase trabajadora.

Defendemos la unidad de este tercer campo también en las elecciones municipales de 2016. Proponemos al PSTU, al PSOL, al PCB, a las organizaciones políticas que no poseen legalidad y a los movimientos sociales la construcción de un Frente de Izquierda y Socialista, con un programa de ruptura con los planes de ajuste que son aplicados por todos los gobiernos e intendencias. Nos ponemos desde ahora al servicio de estas grandes tareas.

Queremos, en síntesis, construir una organización que rescate la grandeza e integridad del proyecto socialista; una organización que sea digna de memoria de aquellos que nos antecedieron y entregaron sus vidas a la lucha por la igualdad social; una izquierda revolucionaria no dogmática, que no se acomode a los sillones de cuero de los gabinetes parlamentarios, pero que combata también el corporativismo y el burocratismo de los sindicatos, que priorice la lucha directa de las masas, que dialogue con la amplia camada de activistas que surgieron en el último período, que sea capaz de influenciar verdaderamente los rumbos de lucha de clases en el país, de inspirar confianza y esperanza nuevamente.

El desafío es gigantesco, pero tenemos confianza en que podemos, como decía el viejo poeta Maiakovski, “arrancar alegría al futuro”. Llegó la hora de la osadía. Más que nunca es necesario luchar, es posible vencer.

Los firmantes del presente manifiesto invitan a todas y todos al acto nacional de lanzamiento de la nueva organización, que tendrá lugar el día 23 de julio, sábado, en la ciudad de San Pablo. Horario y lugar a confirmar.

¡Viva la lucha de los explotados y oprimidos del mundo entero!
¡Viva la revolución! ¡Viva el socialismo!

Traducción: Liliana Ogando Caló


Declaración de la Dirección Nacional del PSTU – Brasil

6 de julio de 2016

Un sector de compañeros dejó las filas del PSTU para formar otra organización. Esa ruptura se dio después de meses de un debate interno, ampliamente democrático, en que aparecieron diferencias políticas, de programa y de teoría. La diferencia más importante fue en relación a qué posición tomar frente a la caída del gobierno de colaboración de clases de Dilma, formado por el PT y sus aliados burgueses.

El sector que ahora rompe con el PSTU se colocó contra la política del partido que se expresó en la consigna “¡Fuera Dilma, Aécio, Temer, Cunha, fuera todos ellos!”

En la opinión de los compañeros, el PSTU debería adoptar como consigna principal “No al impeachment” y, en ese contexto, afirmar nuestra oposición a Dilma y Temer. Defendían que nuestro partido participase de actos del Frente Pueblo Sin Miedo para llamarlos a la formación de un tercer campo que tuviese como eje el “No al impeachment”.

La mayoría del partido rechazó esta posición por considerar que el “No al impeachment” y la participación en actos del Frente Pueblo Sin Miedo significaba, en la práctica, la misma postura política de la campaña contra el supuesto golpe, deflagrada por el PT para intentar mantener a Dilma en el gobierno.

El Frente Pueblo Sin Miedo, encabezado por el MTST y el PSOL, fue simplemente el ala izquierda de la campaña por el “Que se quede Dilma”.

La posición de los compañeros no lleva en consideración que el gobierno Dilma, del PT, al traicionar miserablemente a los trabajadores y atacar sus derechos, despertó entre ellos un odio más que merecido. Los trabajadores querían que el gobierno saliese, y ese sentimiento era correcto y justo. El gobierno Dilma no era “progresivo” frente a una alternativa burguesa cualquiera, como Temer, por ejemplo. Para los trabajadores eran iguales. Por lo tanto, no hay que defender a uno contra el otro y sí luchar contra los dos. ¡Fuera Dilma, Temer, Cunha y Aécio! ¡Fuera todos ellos!

Por otro lado, en nuestra opinión, los compañeros dan una importancia a las elecciones burguesas mayor de lo que ellas deberían tener para los revolucionarios. Defienden que precisamos establecer, sistemáticamente, alianzas y frentes con partidos como el PSOL, que es una organización reformista, porque presentarnos solos sería aislarnos. Esa evaluación se apoya en una visión de que vivimos mundialmente un largo período en que no estará planteada la posibilidad de revoluciones socialistas, sino apenas de revoluciones democráticas y que, por lo tanto, es imprescindible elegir diputados y participar del parlamento.

La mayoría del partido no concuerda con esta visión. El proyecto del PSOL es radicalizar la democracia. El proyecto del PSTU es hacer la revolución socialista. Son cosas completamente diferentes. No hay cómo presentar y construir en el movimiento una alternativa revolucionaria junto con una reformista. Ellas se oponen. Frente único y unidad de acción hacemos con todos, pero para la lucha de nuestra clase. Para construir una alternativa revolucionaria es preciso presentarla con nitidez a los trabajadores.

La experiencia del PT está ahí para iluminar esta discusión. El PT nunca fue un partido revolucionario. Era clasista y, por eso, progresivo. Pero cuando decidió buscar alianzas con otros partidos porque quería ganar las elecciones de cualquier forma, se transformó en otra cosa, en eso que estamos viendo hoy, aquí.

Los compañeros no quisieron esperar el congreso del partido porque ya no estaban dispuestos a seguir defendiendo la política de la mayoría de nuestra organización.

El PSTU lamenta que hayan decidido romper, pues su salida debilita, sin duda, la lucha por un partido revolucionario en nuestro país. Ese retroceso es un hecho. Pero la lucha de la clase obrera por su liberación está repleta de obstáculos y reveses. Es en ellos que se forja nuestra firme determinación de construir el partido revolucionario.

Sin duda cometemos muchos errores, pero tenemos el orgullo de poder mostrar una trayectoria coherente y una bandera sin manchas de oportunismo y de colaboración de clases. Es en esa trayectoria que continuaremos.

Los jóvenes que hace 40 años construyeron la Liga Operaria, después la Convergencia Socialista y hoy el PSTU, tenían, desde el principio, el proyecto político de construir un partido que luchase para que la clase obrera haga una revolución, tome el poder, acabe con la explotación capitalista, con toda la opresión y construya el socialismo. Un partido internacionalista, ligado desde su fundación de una internacional revolucionaria, la Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-CI). Dispuesto a hacer toda unidad de acción o frentes para luchar por los intereses de los trabajadores, contra el capital y también contra toda opresión machista, racista u LGBTfóbica, pero que nunca pierda de vista ese objetivo mayor.

A los compañeros que acompañaron nuestra trayectoria en estos años y ayudaron a construir el PSTU, pero principalmente a los millares de obreros y jóvenes que despuntaron a la lucha en estos últimos años dirigimos este llamado: ¡es hora de intensificar esfuerzos en la construcción de esta herramienta revolucionaria! ¡Tomen esta bandera en sus manos!

[Traducción: Natalia Estrada, tomado del site de la LIT-CI]

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