Los líderes de Podemos, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón e Irene Montero, exponen en una conferencia en la UCM su nueva orientación tras el pinchazo del 26J. Bajando el ritmo y preparándose para ser una «oposición responsable».
Sin duda, el resultado de las elecciones generales ha supuesto un gran impacto en las aspiraciones con las que los dirigentes de Podemos se presentaban ante la cita del 26J. Así, Pablo Iglesias, Iñigo Errejón y el resto de la cúpula de la organización, se han visto obligados a repensar su hipótesis inicial que contemplaba una rápida victoria en el terreno electoral.
Un replanteamiento que ha podido percibirse en una conferencia concedida por Iglesias, Errejón e Irene Montero en el transcurso de los cursos de verano que se celebran en estas fechas en la Universidad Complutense de Madrid en San Lorenzo del Escorial. Allí, el dirigente de la formación morada anunciaba «el fin de la hipótesis del Blitz, de la guerra de movimientos, del asalto».
En un claro empleo de la terminología política de Antonio Gramsci -con la deformación impostada que les es característica a los dirigentes de Podemos a la hora de referirse al comunista italiano- Iglesias argumenta: «ahora pasamos a una guerra de posiciones en la que el tiempo político se ha ralentizado», una fase en la cual opera «una forma de entender la política mucho más convencional y con tiempos mucho más lentos». Lo que implica que su partido debe erigirse como una alternativa política que se muestre responsable y no genere miedo ante la perspectiva de tocar gobierno.
Una política que ya se anticipaba durante el monólogo inicial que inaugura el programa televisivo Fort Apache, conducido por él mismo, dedicado al balance electoral. Allí achacaba la pérdida de más de un millón de votos precisamente a ese miedo a un gobierno de Podemos a pesar de que eran capaces de generar cierta «simpatía» entre amplios sectores que, finalmente, no les habrían concedido su voto ante la perspectiva real de una victoria electoral de Pablo Iglesias.
En su turno en la inauguración de los cursos de verano de la Universidad Complutense, Iñigo Errejón reforzó estas tesis, aunque adelantó su intención de encabezar una serie de cambios en el interior de la formación: «vamos a ganar las elecciones, pero seguramente no con el mismo Podemos que ha hecho el ciclo corto».
Durante su intervención, el número dos de Podemos comentó la necesidad de «multiplicar los relevos» en el seno del partido para que «nadie sea imprescindible». «Donde había ayer uno, hoy puede haber tres. Se tiene que enseñar que un relevo es para que venga alguien que lo haga mejor».
El fiasco del fracasado “sorpasso” ha dado alas al sector errejonista, que pareciera comenzar a cuestionar el liderazgo, hasta ahora indiscutible, del propio Pablo Iglesias. Salvo que la reestructuración sea un acuerdo de cúpula, algo que aún está por verse.
Podemos se prepara para la política parlamentaria
Pero si escala el enfrentamiento entre “pablistas” y “errejonistas”, en ningún caso se explica por diferencias de ideología o estrategia. Por el contrario, ambos sectores defienden la misma necesidad de erigirse como una alternativa política «normalizada», que se muestre responsable en el gobierno del Estado, del Régimen del 78 y de las instituciones que le son propias.
La reflexión interna post 26J, lejos de significar un cambio de rumbo estratégico para la organización, ahonda en el inexorable proceso de moderación programática y discursiva, solo que ahora se presenta con unas pretensiones corregidas.
Pese a la locuacidad bélica, Podemos ya hacía tiempo que había perdido toda iniciativa ofensiva cuando toda pretensión de encarnar la muerte del bipartidismo quedaba subsumida a los intentos de formar acuerdos de gobierno con un PSOE, que debe a los vaivenes de Iglesias y su mano tendida buena parte del sostenimiento como fuerza hegemónica de la izquierda. Nada ha cambiado en ese sentido. «Nosotros vamos a gobernar si nos ponemos de acuerdo con el PSOE, y eso no tiene que implicar amistad, buen rollo o cariño, pero sí hablar de España», afirmaba Iglesias en la UCM.
El reacomodamiento de Podemos, antes bien, significa la asimilación completa de Podemos a la política institucional burguesa y la preparación del terreno para ejercer una oposición parlamentaria formal que muestre su sentido de Estado hasta las próximas elecciones.
«Nosotros aprendimos en Madrid y Valencia que las cosas se cambian desde las instituciones, esa idiotez que decíamos cuando éramos de extrema izquierda de que las cosas se cambian en la calle y no en las instituciones es mentira». Esa fue la frase fuerte de Pablo Iglesias, la que buscaba los titulares, haciendo gala de su desprecio, no sólo por la lucha de clases, sino por todas aquellas mujeres, jóvenes y trabajadores que prefieren confiar más en sus propias fuerzas que en las negociaciones de palacio de los demócratas burgueses (y pequeñoburgueses).
Está por ver si aquellos que depositaron en Podemos sus esperanzas de cambio continúan comprando el discurso de Iglesias y se tragan el sapo de cuatro años más de gobierno del PP y oposición responsable. Los resultados de las elecciones expresan un creciente escepticismo en aquello que hemos venido denominando «ilusión de lo político», especialmente en aquellas ciudades en las que los nuevos reformismos vienen demostrando hasta donde llega el alcance del «cambio».
La posibilidad de que se plantee otra hipótesis distinta, la de un reverdecer de la lucha de clases derivada de un recrudecimiento de las políticas de ajuste que deberán ser aplicadas por un gobierno débil, vuelve a ganar fuerzas. De ser así, será posible volver a poner sobre el tablero todas aquellas reivindicaciones que los dirigentes de Podemos nunca tomaron o fueron abandonando en el camino hacia su infecunda victoria.