La primera contienda electoral del año en el Estado español ha dado una victoria al PSOE. El PP se hunde con su peor resultado histórico y lo mismo le pasa al ex-socio de gobierno, IU. ¿La novedad? La irrupción de la derecha liberal de Ciudadanos y un resultado de Podemos que, si bien consolida a la formación a un año de su nacimiento, también marca los límites del nuevo reformismo para repetir el efecto Syriza en las generales de noviembre en forma de efecto Podemos.

Las elecciones andaluzas han renovado la mayoría parlamentaria del PSOE y Susana Díaz se mantendrá como presidenta de la comunidad autónoma más poblada y una de las más golpeadas por la crisis. Repite en número de diputados, 47, aunque baja 5 puntos en votos. Cosas de las leyes electorales del Régimen del ’78, en las que priman siempre los partidos más votados.

El desfonde del bipartidismo venía golpeando especialmente a su pata “izquierda”. Sin embargo desde julio el PSOE está en un operativo de renovación encabezado por el nuevo secretario general, Pedro Sánchez, que ha tenido en Andalucía su primera prueba de fuego. En este territorio, su bastión histórico, Susana Díaz ha conseguido que apenas se les pase factura de haber gobernado en coalición con Izquierda Unida (IU) administrando los ajustes anti-sociales o los grandes escándalos de corrupción descubiertos en torno a los EREs y las ayudas a los desempleados. Un resultado que expresa que, a pesar de todo, el PSOE aún está lejos de una pasokización.

La que sí ha sido castigada por su compromiso con un gobierno austeritario ha sido IU. Pasan de 12 a 5 diputados, quedándose en el mínimo para formar grupo parlamentario. La política de compromisos de gobierno de coalición con el PSOE, haciéndose coparticipes de recortes en sanidad y educación, sí se lo ha hecho pagar un electorado más de izquierda, que ha visto en Podemos una opción nueva y no manchada con estos pactos.

En el otro flanco del tablero, el PP demuestra que tiene serias dificultades para imponerse en una comunidad afectada por un paro estructural elevadísimo -ahora en el 36%- en el que la derechona es vista como los representantes políticos de los “señoritos” y caciques. Se quedan con 33 diputados, de los 50 que obtuvieron en 2012 (su mejor resultado de la historia). Un aviso de lo que, con toda probabilidad, pasará en las municipales y autonómicas de mayo, y en las generales de noviembre. El PP, después de cuatro años de gobierno Rajoy marcados por la peor ofensiva contra los trabajadores y sectores populares, se prepara para una derrota que lo puede dejar al borde de la implosión.

Pero este hundimiento de la derecha viene con “relevo”. En las últimas semanas hemos visto como las encuestas estatales han pasado de hablar de un tri-empate entre el PP, PSOE y Podemos, a un cuatri-empate que incluye a Ciudadanos. Este auge ha tenido su primer acto en Andalucía. Ciudadanos pasa de 0 a 9 diputados en 6 semanas de campaña y pre-campaña. Un partido que desde la derecha liberal, españolista y con un discurso xenófobo que aún no explota muy abiertamente para mostrarse como una opción de “centro”, quiere disputar el flanco derecho de la centralidad del tablero en nombre de la regeneración democrática y una segunda transición.

Ciudadanos es el componente necesario para que la crisis del bipartidismo golpee también al PP. Hasta ahora era el PSOE el más afectado. Pero también amenaza con comerle el pastel a Podemos. La apuesta de Iglesias por una estrategia electoralista y con un discurso desideologizado de reforma democrática cada vez más moderado, se topa de frente con un serio competidor que le viene desde la derecha a pelearle esa “centralidad”.

Es todavía pronto para ver por donde vendrán los tiros en noviembre. Además el voto andaluz no es directamente extrapolable al resto del Estado. Ahora bien, las elecciones andaluzas marcan límites importantes a las previsiones de buena parte de la izquierda de que en otoño habrá un nuevo efecto Syriza, esta vez en el Estado español. Podemos se encuentra en medio de una pinza en la que él mismo se ha metido con la apuesta por una moderación extrema que lleva a abandonar demandas como el no pago de la deuda, medidas contra el desempleo como las 35 horas o la jubilación a los 60 años y a optar por gestos y discursos cada vez más responsables en favor de las fuerzas armadas, respetuosas con la Corona y las grandes fortunas.

Por izquierda están a la espera de una pasokización que no llega. El PSOE la va a evitar a toda costa marcando distancias con el PP, y el giro socialdemócrata y de responsabilidad de Estado de Iglesias hace difícil encontrar diferencias entre el original y la copia. Por derecha está Ciudadanos, que actúa de presión sobre Podemos para acelerar y profundizar su giro al centro.

Una pinza a la que además se suman otros factores que hacen muy difícil lograr mayoría en las Cortes con el actual sistema electoral, con resultados modestos en Andalucía o como los que se auguran a Podemos en Catalunya. O que Ciudadanos y su cambio responsable ubica a la formación de Albert Rivera más próxima a ofrecerse como muleta de estabilidad al PSOE para gobernar la Junta de Andalucía, un esquema que podrían incluso repetirlo tras las generales.

Si el gobierno Syriza ya está mostrando los límites de un programa de gestión del capitalismo, Podemos puede mostrar algo “anterior”: los límites de una estrategia y un programa cada vez más desplazados hacia la derecha para entusiasmar lo suficiente a los millones de jóvenes y trabajadores golpeados por la crisis desafectos con el régimen político nacido en el ‘78.

Lamentablemente ante este panorama la mayor parte de las corrientes de la izquierda se mantienen en un seguidismo acrítico detrás de Podemos. El caso andaluz ha sido una buena muestra de ello. Las candidaturas fueron fruto de un pacto entre el sector de Iglesias y Anticapitalistas. La cabeza de lista, Teresa Rodríguez de Anticapitalistas, ha estado al lado de Iglesias y su grupo mientras lanzaban vivas a la Guardia Civil demócrata en los mítines o señalaban que la cuestión de República o Monarquía es un debate que no interesa a la ciudadanía.

La estrategia de conquistar las “instituciones” de la democracia capitalista para gerenciarlas sin proponerse su transformación radical mediante la lucha de clases, no sólo es una ilusión que ya está mostrando sus límites en Grecia, sino que ayuda a desarmar política y organizativamente a los trabajadores y sectores populares para enfrentar a los responsables de la crisis capitalista.

Por ello, en un año electoral en el que “lo nuevo” prepara grandes desilusiones que en ningún sitio está escrito que no lo vayan a capitalizar las “viejas” fuerzas junto con otras novedades nada progresivas como Ciudadanos, lo que urge es retomar el camino de la movilización obrera y popular, poniendo en movimiento las fuerzas sociales capaces de cambiar la relación de fuerzas y hacer que “la tortilla se vuelva”.

Publicado por Santiago Lupe

Santiago Lupe | @SantiagoLupeBCN :: Barcelona

Dejar un comentario