Pedro Sánchez ha dimitido este sábado después de once horas de reunión del Comité Federal, con un PSOE partido en dos. Toman el control los partidarios de facilitar un gobierno del PP.
«Para mí ha sido un orgullo y presento mi dimisión. Ha sido un honor», así terminaba su breve carrera como Secretario General del PSOE Pedro Sánchez, después de dos años al frente del partido.
Pedro Sánchez anunciaba hoy su dimisión minutos después de que la dirección del PSOE votara en la reunión del Comité Federal contra su propuesta de realizar elecciones primarias y un congreso extraordinario.
Sánchez perdió la votación por 133 votos frente a 107. Su dimisión dará paso a una comisión gestora controlada por el sector “crítico”, comandado por la lideresa andaluza, Susana Díaz, los “barones” socialistas y Felipe González. Este sector desató una guerra abierta contra Sánchez la última semana, acompañada por la “artillería” desplegada desde los editoriales de El País y el establishment del IBEX35, que promovían la retirada de Sánchez para facilitar un gobierno del PP.
En una reunión rocambolesca, durante más de diez horas, entre gritos e insultos, ambos sectores cruzaron lanzas alrededor de la interpretación de los estatutos. Si la ejecutiva (deslegitimada por la renuncia de 17 miembros del sector “crítico”) podía votar o estaba disuelta. Si debía votarse a mano alzada o en urnas con voto secreto. Si se podía aprobar una moción de censura al Secretario General en esta reunión o se debía avisar con anticipación. Así transcurrían las horas sin visos de llegar a ningún acuerdo.
Puertas afuera, decenas de militantes y simpatizantes del PSOE, e incluso simpatizantes de Podemos e IU, protestaban con carteles y brindaban su apoyo a Sánchez. Pero los dirigentes afines a Sánchez llamaron a los militantes a “guardar la calma” y no movilizarse a las sedes partidarias, buscando resolver a puertas cerradas la crisis más grande del PSOE en los últimos 40 años.
La dimisión del líder socialista se produce en medio una grave crisis del régimen político, agravada ahora por el cuasi estallido del partido tradicional del bipartidismo español. Desde hace 10 meses el Gobierno del PP ejerce “en funciones”, sin lograr formar nuevo gobierno y con la perspectiva de terceras elecciones si no se resuelve una nueva investidura antes del 31 de octubre.
La reacción en Podemos, que espera capitalizar ahora un gran porcentaje de descontentos con el PSOE, no se hizo esperar.
Se imponen en el PSOE los partidarios de dar el gobierno al PP. Frente al gobierno de la corrupción, nosotros seguiremos con y por la gente
— Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) 1 de octubre de 2016
El desenlace, después del esperpéntico Comité Federal, deja como saldo mucho más que la dimisión del secretario general. La imposición de la fracción comandada por Susana Díaz y Felipe González da lugar un cambio brusco en la línea de “no es no” a la investidura de Rajoy que venía llevando Sánchez, abriendo la puerta a una abstención que permita al PP seguir en la Moncloa y conjurar el fantasma de unas terceras elecciones.
Un giro que deja al partido fundado por Pablo Iglesias Posse hace casi 140 años partido al borde de la ruina, fracturado transversal y verticalmente. Un partido que en los últimos 30 años transitó una profunda metamorfosis –la misma que siguieron todos los partidos de la socialdemocracia europea-, para transformarse en una formación socioliberal, pilar del régimen nacido en el ’78, fiel representante de los intereses del capitalismo imperialista español y subordinada al capital financiero y las reglas del juego de la Unión Europea.
La crisis del PSOE es un nuevo capítulo de la crisis orgánica que vive el Estado español, expresión de un proceso de desarticulación del sistema de partidos que sostuvo al régimen político que se mantuvo incólume desde 1978 y la profunda desafección de amplios sectores de masas con sus antiguos representantes políticos, como consecuencia de la descomposición de la democracia liberal.
Aún están por verse todas las consecuencias que acarreará el descalabro del PSOE a mediano y largo plazo. Pero está claro que, en lo inmediato, la crisis por arriba intentará resolverse con un nuevo gobierno del PP, pero mucho más débil que el anterior y con una pata clave como el PSOE -para sostenerlo desde la oposición- en una crisis terminal.
En este escenario el retorno de la lucha de clases se torna imprescindible para impugnar la democracia del IBEX35 y plantear una salida de ruptura anticapitalista con el régimen del PP, el PSOE, la monarquía y el capitalismo español.
En ese camino, para dar respuesta a las justas aspiraciones democráticas de la mayoría de la población, está planteada la lucha por abrir asambleas constituyentes libres y soberanas, en el Estado y las nacionalidades, electas en circunscripción única por todos los mayores de 16 años, con diputados revocables que cobren el salario de un obrero medio y en las que se puedan resolver todas las demandas democráticas y sociales del pueblo trabajador.