Un alcalde del Partido Popular llamó “puta barata podemita” a una portavoz del PSOE. El comentario que mostraba la cara más machista de la derecha española pronto se hizo viral.
El pasado domingo causaban un gran revuelo en las redes sociales los comentarios machistas de un alcalde del PP contra Cristina Maestre, la portavoz del PSOE manchego. José Luís Valladolid se refirió a ella como “puta barata podemita”, al comentar una noticia a través de su perfil de Facebook. Además, en este y otros comentarios posteriores también perpetraba insultos hacia la izquierda calificando “a los rojos que comentan” de ser “peor que la lepra” y hacía referencia a los casos de corrupción del PSOE a través de una expresión homófoba señalando que el problema por el que la portavoz del PSOE pedía en unas declaraciones públicas que el Partido Popular “dejara trabajar al Gobierno” era que llevan “cuatro años sin robar y sin colocar a dedo a todos los lamepollas del PSOE”. Estos comentarios provocaron una serie de respuestas por parte de otros usuarios de la red social y pronto se hizo viral, obligando al alcalde a retirarlo y pedir disculpas.
Pero más allá de qué fue lo que provocó la indignación del regidor, la noticia abre el debate sobre cómo se producen las visiones estereotipadas alrededor la vida y el cuerpo de las mujeres.
En un artículo anterior me refería al feminicidio como “el último eslabón de una larga cadena de violencias, unas más imperceptibles, otras más brutales, con las que se confirma y reafirma la necesidad de tener nuestros cuerpos bajo control”. Hoy sabemos que el patriarcado, en fiel alianza con el capitalismo, es capaz de desplegar una gran cantidad de herramientas destinadas al sometimiento del cuerpo femenino.
Desde la violencia estética hasta la violencia verbal, existen una gran multitud de formas a través de las cuales el machismo se inserta en todos los rincones de la cultura: los refranes y frases hechas, los chistes, las canciones, la moda, el cine o la literatura se convierten en importantes mecanismos de construcción ideológica a través de los cuales se producen y reproducen estereotipos y prejuicios, cuya función principal es defender la posición social dominante y el sistema de valores de quien lo expresa, en este caso, un hombre alcalde del Partido Popular. Es decir, el partido de la reaccionaria derecha española que en alianza con la Iglesia católica más ha trabajado para quitarles los derechos a las mujeres, como fue propuesta de contra reforma del aborto de Gallardón que pese a haber provocado la destitución del ministro y a no haber sido impuesta gracias a la masiva movilización de las mujeres ha sido continuada con intentos de cambios en la ley actual, el más reciente con la intención de quitar el derecho al aborto sin consentimiento paterno a las jóvenes de entre 16 y 18 años.
Es evidente que cuando José Luís Valladolidid se refería a Cristina Maestre como “puta barata” no estaba insinuando que durante el tiempo en el que no se dedica a la política sea prostituta. El alcalde, en plena exaltación misógina, no hizo otra cosa que recurrir a un insulto para nada casual, pues la carga moral y la condena social son evidentes: llamar “puta barata” a una mujer implica invocar a la legitimización de un orden moral y una jerarquía de poder muy concretos, íntimamente ligados al patriarcado, en los que la mujer es juzgada, castigada y humillada por la relación que mantiene con su cuerpo y el espacio público. Pero lo peligroso y detestable no es que alguien llegue a pensar que la portavoz del PSOE se prostituye, y que además, lo hace a bajo precio, sino que refuerza y continúa con la idea de que la dignidad de una mujer depende de cómo use su cuerpo. Lo verdaderamente peligroso de todo esto es que refuerza la idea de que lo peor que puede decirse de una mujer es que su cuerpo no es propiedad exclusiva de un solo hombre.
Aunque el PSOE ha sido un partido que ha contribuido a perpetuar la desigualdad entre hombres y mujeres, que aprobó la reforma laboral que ha condenado a miles de personas al paro y la pobreza, entre las cuales la peor parte se la han llevado las mujeres, no podemos aceptar estos ataques machistas hacia ninguna mujer. Este no es un hecho esporádico ni espontáneo, es necesario tener en cuenta el origen y el contexto histórico, social y económico de estos estereotipos y prejuicios: el capitalismo y el patriarcado; más aún cuando su función no es otra que reforzar la subordinación y la opresión de las mujeres.