Si bien el fracaso del 23F abortó una salida del tipo “Armada”, los objetivos políticos de este “Gobierno fuerte” se pudieron aplicar gracias al “susto” del Tejerazo. Es por ello que el golpe fue un punto de inflexión que favoreció los rasgos más reaccionarios de la Transición Democrática española.
El debate territorial ha sido uno de los puntos más reaccionarios. Por un lado, sufrió una regresión que impidió cualquier desarrollo de un Estado federal, con el pacto entre UCD y el PSOE en el verano de 1981.
También la «paz social» terminó de cerrarse: semanas después del 23F las direcciones sindicales de CCOO y UGT sellaron el acuerdo con el Gobierno y la patronal daba vía libre a la reconversión industrial y comprometía a esta burocracia sindical en la tarea de llevar la resistencia obrera a la derrota y el desgaste.
El PSOE usó el miedo a otro 23F para justificar y vender la necesidad de ingresar en la OTAN, como la garantía de “reforma” y “democratización” del Ejército.
Todo el aparato represivo del Franquismo salió fortalecido, y su impunidad se vio incrementada con el dulce trato a los golpistas. No es de extrañar que el mismo Gobierno que indultó al general Armada y otros responsables del golpe, contara con torturadores de la Dictadura para empezar su guerra sucia contra la organización vasca ETA.
Y sin duda el 23F fue el gran respaldo a la consolidación de la restauración de la Monarquía borbónica. El rol de árbitro del Monarca quedó consolidado y se le dio un nuevo baño de legitimidad que buscaba ocultar sus orígenes franquistas. Una posición de la que ha gozado, y de la que se beneficiaron él y toda su familia durante tres largas décadas.
El principal héroe de la democracia: el príncipe que sucedió al dictador
El 23F es el día en el que el monarca aparece como el “líder de la democracia”. En los famosos documentales de TVE-1, como El día más difícil del rey, considerado como “un gran documental”, “veraz en su exposición”, “que describe las enormes virtudes del Rey y de su familia”, “mostrando su talante democrático” quien otra vez nos trajo la democracia a nuestro país.
Sin embargo, el ya abdicado monarca ha heredado directamente el poder de las manos de Franco. Después de su muerte se pusieron en marcha los mecanismos sucesorios: el príncipe Juan Carlos fue proclamado capitán general de los tres ejércitos el 20 de noviembre y el 22 de noviembre rey de España por las Cortes franquistas. Toda su educación estuvo impregnada de los valores del Franquismo y a cargo de Torcuato Fernández Miranda, quien desde 1969 fue Secretario General del Movimiento.
Cuando Franco murió, el rey pronunció estas palabras sobre el dictador: “Una figura excepcional entra en la Historia. El nombre de Francisco Franco será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea. Con respeto y gratitud quiero recordar la figura de quien durante tantos años asumió la pesada responsabilidad de conducir la gobernación del Estado. (…) Es de pueblos grandes y nobles saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio de un ideal.” Cuando el príncipe Juan Carlos asumía como jefe de Estado, dos días después de la muerte de Franco, el 22 de noviembre de 1975, dijo bajo juramento: “Juro por Dios, y ante los Santos Evangelios, cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional”.
Este “demócrata” siempre trató con guantes de seda a los militares golpistas. Así lo hizo con los que lo intentaron en noviembre de 1978 en la Operación Galaxia, entre ellos el mismísimo Tejero, quien dos años después estaba libre y en activo.
De hecho las investigaciones que han podido hacerse sin la tutela y censura de los medios oficiales demuestran que es muy difícil que el golpe se cocinara sin conocimiento de la Corona; no olvidemos que Armada había sido Jefe de la casa Real hasta 1977 y era aún íntimo amigo del Monarca. Cuanto menos Juan Carlos I lo dejó correr, consciente de que el resultado, fuese cual fuese, iba a poder ser capitaneado por él y dirigido a consolidar la Corona y cerrar definitivamente la transición en su sentido más reaccionario.
Actualmente, la crisis del Régimen político español no deja libre a ninguna de sus instituciones. Nadie se salva: prácticamente todos los partidos políticos del Gobierno y sus autonomías, dirigentes sindicales, miembros cercanos a la Casa Real como el caso Urdangarin que llevó a un desgaste tal que acabó con la abdicación del rey Juan Carlos.
Es por ello que renacen los debates sobre qué fue la Transición Democrática, si se puede regenerar o no el Régimen que de ella nació, si es necesario una «regeneración democrática», una ruptura democrática o una ruptura revolucionaria. Debates que expresan el gran cuestionamiento y desgaste del Régimen del 78’ y que el 23F ayudó a consolidar sus rasgos más reaccionarios.