En un discurso a la nación, el presidente norteamericano Barack Obama anunció en persona el fin de la política que Washington mantuvo hacia Cuba durante los últimos 50 años, basada en el intento de desestabilizar al régimen castrista por la vía del ahogo económico y aislamiento diplomático entre otras formas de hostigamiento. Las razones de esta “nueva era” en las relaciones bilaterales.
«Hoy anuncio el fin de una política hacia Cuba que es obsoleta y ha fracasado durante décadas (…) Es tiempo de levar las anclas del pasado porque es necesario alcanzar un futuro mejor para nuestros intereses nacionales, para las personas que viven en Estados Unidos y para el pueblo cubano», dijo Obama. A la vez, anunció que sacarían a Cuba de la lista de países “promotores del terrorismo”, una rémora de la era Bush que impide cualquier avance en las relaciones políticas o económicas y la apertura de una embajada en la isla (hasta hoy solo existe una “Oficina de Intereses”). Tal como suena, se trata de un nuevo posicionamiento estratégico de la Casa Blanca que intenta capitalizar políticamente la apertura económica que impulsa Raúl Castro y no quedar afuera del jugoso negocio que implica para muchas empresas norteamericanas.
El discurso fue saludado por toda la prensa internacional y por todos los gobiernos capitalistas dentro y fuera del continente y coincidió con un discurso de su homólogo cubano que reafirmó una vez más “nuestra disposición a sostener con el gobierno de los Estados Unidos un diálogo respetuoso” y confirmó que «hemos acordado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas».
Horas antes del histórico anuncio de Obama, se había producido el hecho más significativo del proceso de “relajación” de las relaciones que ya lleva casi un año desde que Raúl Castro y su par norteamericano se dieran la mano durante el funeral del líder negro Nelson Mandela: el gobierno cubano liberó al norteamericano Alan Gross, que estaba detenido en la isla por espionaje desde hace 5 años. La Casa Blanca hizo lo propio con los 3 cubanos que permanecían encarcelados del famoso grupo de los 5, arrestados en 1998. Esto se dio junto a otros importantes gestos de distensión previos, como la invitación a Cuba a la próxima Cumbre de las Américas, a realizarse en abril de 2015 y de la cual estuvo siempre excluida por mandato de la potencia imperialista.
Como relata toda la prensa internacional, estamos viendo un giro histórico en la relación bilateral desde que, tras la Revolución de 1959, EEUU rompió relaciones diplomáticas e impuso a la isla uno de los más largos bloqueos económicos de la historia moderna. A excepción de un corto periodo de relativa distensión durante el gobierno de Carter (1977-1981), la relación fue siempre ríspida y llena de amenazas y sanciones, con años de especial confrontación como en los años ’60 y ’70 cuando Cuba era uno de los principales escenarios de la Guerra Fría, o durante los ’90 cuando EEUU aprobó la ley Helms-Burton que reforzó criminalmente el bloqueo económico en medio del derrumbe de la economía local tras la caída del bloque soviético.
Los intereses de Obama y Castro
Desde la asunción de Barack Obama en 2009, quien en su campaña electoral había prometido retomar la relación con Cuba, no se habían producido cambios significativos más allá de revisar algunas de las medidas más confrontativas de la era Bush, como aliviar el bloqueo contra medicinas y alimentos o flexibilizar los requisitos de viajes y el envío de dinero hacia la isla. Por el contrario, la administración demócrata seguía exigiendo “cambios reales” tanto en el plano económico (reformas de mercado) como en el político (“democratización” del régimen).
¿Por qué ahora, tras más de 50 años, se retoman las relaciones diplomáticas (y en perspectiva económicas)? Las causas de la “nueva era” que se abre responden a intereses muy concretos de ambas partes. Obama, en el último tramo de su mandato y habiendo vuelto a meter al país, contra todas sus promesas, en la guerra en Medio Oriente, quiere recuperar la iniciativa y el liderazgo políticos. Incluso está aceptando en los hechos, la estrategia de la burocracia castrista consistente en una “vía china” de restauración capitalista manteniendo el régimen de partido único y la conducción del Estado por la burocracia gobernante. Al mismo tiempo, hace lugar a las crecientes presiones de diversos grupos empresarios que tienen a la mano importantes negocios para hacer en la isla, sobre todo en cuanto a exportación de alimentos pero también de inversiones directas en las más diversas áreas. También jugó fuerte el hecho de que el otrora decisivo “lobbie anticubano” con base en Miami hoy se encuentra muy debilitado. Según las encuestas, más del 50% de la comunidad cubana de esa ciudad está en contra de mantener el bloqueo.
Por su parte, Raúl Castro viene impulsando desde hace años una serie de reformas estructurales en la economía orientadas a atraer capitales extranjeros, desprender al Estado de la mayor parte de las empresas y resortes económicos fundamentales (exceptuando solamente salud, educación y seguridad), despedir más de 1 millón de trabajadores y reducir fuertemente el gasto social como expresan el aumento en cinco años de la edad jubilatoria o la drástica reducción de la Libreta de Racionamiento.
Esta apuesta a salir del estancamiento económico en base a ajustar a los trabajadores y promover el trabajo por cuenta propia, que se triplicó en apenas 2 años, apenas sirvió para evitar el hundimiento. La política de promocionar la inversión externa otorgando grandes facilidades y beneficios a empresas y trasnacionales, cuyo hito mayor es la recientemente aprobada Ley de Inversiones Extranjeras y el mega proyecto de reconversión del puerto El Mariel, no dio aún los resultados esperados. Las inversiones se mantienen en un nivel bajo a pesar del enorme apoyo político que los gobiernos capitalistas de todo el mundo le han dado a las reformas y que han incluido la condonación de parte importante de su deuda externa.
Para peor, su mayor socio económico, Venezuela, que desde 2002 viene financiando el 50% del consumo de petróleo de la isla y contrata decenas de miles de médicos y docentes cubanos, atraviesa una profunda crisis económica de la mano de la abrupta caída de los precios del petróleo en los últimos meses. Esto pone en serios riesgos esa ayuda fundamental sin la cual la economía cubana se vendría abajo. Aunque no se ha materializado aún, el riesgo es real y de hecho el gobierno de Maduro necesitado de divisas, se desprendió recientemente de la deuda externa de República Dominicana, uno de los socios de Petrocaribe, la alianza caribeña que fundó Chávez en 2005 y de la que Cuba es pieza clave. Son estos “nubarrones de tormenta”, que no prometen amainar, los que urgen a Castro a conseguir nuevos socios e inversiones.
Por eso en su discurso, insistió en que EEUU levante el bloqueo y hasta respondió a las excusas que esgrime Obama para mantenerlo centradas en que necesita la aprobación del Congreso.
Un acuerdo para consumar la restauración capitalista
Desde los grandes medios de comunicación y políticos capitalistas de todo el mundo, se saluda el histórico acuerdo entre los gobiernos de ambos países. Exigimos el inmediato e incondicional levantamiento del criminal bloqueo imperialista contra Cuba y reivindicamos el derecho de ésta a negociar soberanamente. Pero lo que todos ocultan, empezando por la burocracia castrista que busca reciclarse como nueva clase capitalista, es que este acuerdo, pergeñado y bendecido por la Iglesia Católica es la puerta de entrada a la consumación de la restauración capitalista que viene preparando “sin prisa pero sin pausa” el gobierno de Raúl con el aval explícito de Fidel desde su retiro político.
Ocultan deliberadamente las consecuencias desastrosas que tendrá para la gran mayoría trabajadora, la entrada masiva del capital imperialista. Más allá que pudiera generar una breve y relativa mejora de las condiciones de vida en algunos sectores, los capitales irán a expoliar al país y explotar a la calificada (y muy barata medida en dólares) mano de obra local. Ocultan que los grandes burócratas en el gobierno que dirigen las principales empresas del país y controlan el comercio exterior, se asocian al capital trasnacional. Esos mismos capitales que en toda Latinoamérica sistemáticamente han hundido a nuestros pueblos en la miseria, saqueado nuestros recursos naturales y expoliado con impagables y fraudulentas deudas externas.
Nada progresivo vendrá de la mano de los capitalistas, de la burocracia castrista o de la Iglesia Católica para el heroico pueblo cubano que protagonizó la primera revolución socialista del continente y resistió durante décadas las peores condiciones producto del acoso imperialista y la planificación burocrática de la dirección castrista.
Cuba sólo se puede beneficiar de una nueva revolución que eche a la burocracia e instaure un verdadero gobierno de los trabajadores y el pueblo.