La VII Cumbre de las Américas, que comenzó ayer en Panamá, estará cruzada por el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, y las tensiones entre Obama y el gobierno de Maduro. Negociaciones de último momento. El rol de los bloques regionales y la falta de acuerdo para una declaración común de cierre.
Comenzó ayer la VII Cumbre de las Américas. Esta instancia se celebra cada tres años y reúne a unos 35 presidentes y jefes de Estado de todo el continente, básicamente para escuchar lo que Estados Unidos, como potencia hegemónica, tenga para decir a los gobiernos de la región, si bien en estos foros difícilmente hay acuerdo como para sellar decisiones de trascendencia. Es obvio que Obama, detrás de su sonrisa, no trae a Panamá nada bueno para América latina.
En esta ocasión, el temario oficial bajo el lema de «Prosperidad con equidad: El desafío de cooperación de las Américas», girará alrededor de la “democracia, “la “seguridad”, el “combate a la pobreza” y la “educación”, en el remanido lenguaje neoliberal, donde las frases generales le dan una rotunda espalda a los problemas reales de los pueblos de la región.
Preparan reunión entre Obama y Castro
Sin embargo, los temas más interesantes nacieron fuera de temario: en primer lugar el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, que podría conducir a una inédita “foto” entre Obama y Raúl Castro, después de medio siglo de exclusión de Cuba, impuesta pero la hostilidad yanqui. En segundo lugar la discusión entre Estados Unidos y Venezuela, después de que Obama declarara a este país hermano como un “peligro para la seguridad y la política internacional de los estados Unidos”, lo que abre las puertas para extender sanciones económicas y políticas, y constituye de por sí una amenaza intervencionista inaceptable.
En la Cumbre se produciría el sábado el esperado encuentro entre Obama y Raúl Castro, primera reunión presidencial bilateral desde que antes de la gran revolución de 1959 se encontraran Eisenhower y Batista. Si bien Washington mantiene el bloqueo y otras sanciones para presionar por una mayor “apertura” económica y política en la Isla, el reconocimiento al gobierno de La Habana y el adelanto de que podría retirarse la inclusión de Cuba como “estado terrorista”, en el marco de las negociaciones en curso representan un salto en la “normalización” de las relaciones, un poderoso aliciente para acelerar la restauración capitalista en Cuba.
Bajando los decibeles con Venezuela
Entre tanto, han sido febriles los esfuerzos para reducir el nivel del enfrentamiento entre Obama y Maduro. El rechazo de toda la región, vía pronunciamientos que si bien tibios, como el de UNASUR (que terminaba instando a Estados Unidos a buscar “nuevas formas de diálogo” con el gobierno de Maduro), repudiaban la implementación de sanciones contra un país latinoamericano, dejó a Obama en una muy incómoda posición. Ante la perspectiva de ir a una cumbre de crisis en este punto, la diplomacia norteamericana se movió febrilmente en las jornadas previas. Tom Shannon, enviado especial de Washington, viajó a Caracas para bajar el tono de la polémica.
Las declaraciones de Shannon y otros funcionarios de en realidad “no creemos que Venezuela sea una amenaza”, con la risible argumentación de que designar a Venezuela como “amenaza”, fue porque así dice el formulario usualmente empleado para estos casos, abrió paso la distensión.
Maduro aprovechó para acreditarse el punto a favor con las 10 millones de firmas, tuiteando “Obama deroga el decreto ya” pero desembarcó en Panamá con ànimo conciliatorio: «Estamos en una batalla de ideas, en una lucha porque se respete Venezuela y venimos constructivos, para hacer historia mediante el respeto. No es tiempo de imperialismo sino de paz», ofreciendo “una nueva era en las relaciones” entre Washington y Caracas.
Pero la Cumbre misma puede no serle muy favorable, pues el trasfondo parece ordenarse a partir de que América latina no admite que se le aplique el mismo rasero intervencionista que al Medio Oriente o Àfrica, pero acordando con Obama en que la crisis venezolana se procese en “democracia” (o sea, ponerle límites al bonapartismo de Maduro). Al respecto, Dilma hizo por primera vez declaraciones abiertamente crìticas contra Maduro: «Los países que integran Unasur, que participan de la Cúpula, de la Cumbre de Las Américas, tenemos hoy, incluso, el absoluto interés de que haya una mayor liberación, que suelten a los presos, que no haya niveles de violencia en las calles, todos nosotros tenemos ese interés», lo cual ayuda a “equilibrar la cancha” a favor del mandatario norteamericano. Poniendo límite a las prerrogativas de intervención norteamericana, pro también aislando a Maduro, la mayoría de los gobiernos de la región parece confirmar su curso dialoguista y contemporizador con el imperialismo.
Un escenario para presentar la “doctrina Obama”
La conciliación diplomática viene dando resultados en no “empañar” la Cumbre (como pidió Peña Nieto) y hacer más presentable la política de “seducción” con que Obama se presenta en Panamá, aunque sin alcanzar “consenso”. De hecho, no hay acuerdo como para producir una declaración conjunta, ya que ni Obama y sus aliados logran apoyo para incluir críticas a Venezuela, ni Maduro suman respaldos a sus denuncias a Estados Unidos.
Con la reanudación de relaciones con Cuba y el apoyo explícito al “diálogo de paz” en Colombia, Obama parece reconocer nuevas relaciones de fuerza, para mejorar relaciones con América Latina y retomar una iniciativa cuando la recuperación, si bien débil de la economía norteamericana y la fortaleza del dólar, contrastando la desaceleración de la economía china y el estancamiento de Brasil, le hace acariciar la oportunidad de aprovechar el retroceso del chavismo y los gobiernos progresistas para recuperar terreno en la región. La crisis con Venezuela es una piedra en el zapato de esta política. Su distensión ante un escenario tan importante como la Cumbre, le abriría nuevas posibilidades, ese es el cálculo yanqui.
Entre tanto, añadieron algunos elementos las reuniones paralelas, como el II Foro empresario, un encuentro importante por el peso de las representaciones, asistieron Obama y los presidentes de México, Brasil y Panamá, para conversar sobre las perspectivas estratégicas del gran capital y las transnacionales en la región.
Obama ha tratado de recolectar amigos ante un escenario relativamente desfavorable: viajó a Jamaica, previamente, a reunirse con los miembros del CARICOM, en un esfuerzo pro socavar la influencia que en estos países tienen Venezuela a través del suministro de petróleo barato con Petrocaribe. Se reunirá con los presidentes centroamericanos para discutir “migración” e “integración”, y programó una mini reunión que incluirá a Tabaré Vázquez, el presidente frenteamplista uruguayo. El acercamiento ya había comenzado con Pepe Mujica, el “progresista preferido” en Washington.
Más allá de la Cumbre y sus resultados inmediatos
Esta en discusión, por debajo de las formas diplomáticas y la fraseología de reglamento en estas ocasiones, la búsqueda de un “nuevo orden para América latina” después del “Consenso de Washington de los 90, y de la indisciplina posneoliberal de los 2000, avanzar en lo que podría ser una rediscusión del orden regional: o sea, de la subordinación latinoamericana al imperialismo ante nuevos tiempos: entre la declinación de la hegemonía norteamericana, las turbulencias de la crisis mundial y el ocaso del ciclo reformista latinoamericano.
Mientras Estados Unidos no ha derogado la “Orden Ejecutiva” ni las sanciones contra Venezuela, los gobiernos latinoamericanos aceptan reunirse con Obama en Panamá con el mejor espíritu de conciliación, una muestra más del limitado “antiimperialismo discursivo” de los gobiernos progresistas”.
En cuanto al papel de Cristina Fernández, dada su situación como mandataria saliente y el enfriamiento de relaciones con Dilma por un lado, y EE.UU. por otro, no parece que haya viajado a Panamá con una agenda muy ambiciosa, aunque seguramente planteará el tema de Malvinas, contra las provocaciones británicas.
Habrá que ver cómo se desarrolla el evento durante hoy sábado, si mejora el clima o se desatan nuevas tensiones. Indudablemente, la Cumbre será instructiva para el análisis de las relaciones entre el imperialismo norteamericano y su patio trasero.