El Tribunal Penal de El Cairo confirmó hoy la pena de muerte impuesta al derrocado presidente egipcio Mohamed Morsi y casi un centenar de miembros de la Hermandad Musulmana por huir de una cárcel de las afueras de El Cairo durante las movilizaciones de 2011.
La misma corte sentenció hoy a cadena perpetua al ex presidente y otros 16 dirigentes de la HM, por un caso de espionaje y colaboración con organizaciones extranjeras para planear ataques en Egipto.
Desde el golpe de Estado, ocurrido en 2013, las autoridades egipcias han perseguido y asesinado a miles de partidarios de los Hermanos Musulmanes, declarando la organización como un grupo terrorista. La justicia ha condenado a sus dirigentes y a cientos de sus simpatizantes a penas de muerte y de prisión.
La misma justicia egipcia había absuelto al dictador Hosni Mubarak, de los cargos por la represión y asesinato de manifestantes durante las movilizaciones que en 2011 terminaron con años de su gobierno dictatorial. Tan escandalosa fue la sentencia que se debió ordenar la repetición del juicio.
Las repercusiones internacionales por la condena no tardaron en llegar. La Casa Blanca se declaró hoy «profundamente preocupada» por la condena. El portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, afirmó que el juicio de Morsi es otro ejemplo de «sentencia políticamente motivada», y mostró su inquietud por las prácticas judiciales del nuevo Gobierno egipcio. En el mismo sentido se manifestó el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon que expresó hoy su «profunda preocupación» y advirtió que puede tener un impacto negativo en la estabilidad a largo plazo del país.
Las declaraciones de los gobiernos de las principales potencias mundiales no se deben a una súbita reacción humanitaria. Los principales gobiernos europeos o el norteamericano han sostenido al gobierno de Al Sisi sabiendo que el general golpista, ungido como presidente en una elección garantizada bajo una fuerte represión, garantiza la estabilidad del país en base a una dura represión y persecución a opositores.
La condena a muerte al ex presidente Morsi puede impactar duramente en la estabilidad del país. De ejecutarse, Morsi se puede transformar en un mártir para miles de militantes de la Hermandad Musulmana perseguidos y reprimidos por el estado y puede radicalizar masivamente la forma de enfrentamiento contra el gobierno.
Desde el derrocamiento de Morsi en 2013 el estado de persecución y represión se fue agudizando como forma de garantizar la estabilidad social ante la falta de respuesta a los reclamos que sirvieron de motor a la “Primavera Árabe”. Esta brutal represión hizo crecer la influencia de grupos reaccionarios como el Estado Islámico u otras variantes, producto de que una salida progresiva en base a la movilización obrera y popular ha quedado fuera del horizonte inmediato luego la derrota a sangre y fuego de la “Primavera Egipcia”.