El lunes 20 murieron 32 militantes de la Federación de Organizaciones Juveniles Socialistas (SGDF) en la ciudad kurda de Suruç tras un atentado con bomba, que dejó también cientos de heridos. ¿Cuál es el trasfondo de estos brutales atentados?
La lucha de las milicias kurdas YPG e YPJ, llamadas “Unidades de Protección del Pueblo”, contra los bárbaros del “Estado Islámico” por la ciudad de Kobane ha sido una cuestión de importancia mundial durante el último tiempo.
Además de numerosas campañas de solidaridad, muchos militantes de distintas organizaciones de izquierda de la región se han armado en el curso de la resistencia contra el Estado Islámico para liberar Kobane. La heroica resistencia de las milicias kurdas logró que el Estado Islámico fuera finalmente expulsado de la ciudad. Pero Kobane está en ruinas, ya que los combates duros y los bombardeos por parte de la OTAN han destrozado gran parte de la ciudad.
Es por ello que numerosos activistas, en solidaridad con Kobane, se juntaron para reconstruir la ciudad. La SGDF había llamado formar parte de ese proyecto, convocando unas jornadas desde el 19 al 24 de julio. Desde distintas ciudad llegaron más de 300 personas al centro cultural Amara en Suruç, para viajar juntos a Kobane.
Los activistas habían llamado a una conferencia de prensa para hacer conocida la campaña.
Ahora ya está confirmado que fue un atentado suicida por parte del Estado Islámico, lo que causó la explosión durante la conferencia.
El AKP financia, el EI masacra
Los hipócritas representantes del Estado asesino turco declararon sus condolencias después de la masacre, pero sus manos están manchadas de sangre. Los principales responsables por esa masacre son el gobierno del AKP y el servicio secreto turco MIT.
A través del apoyo financiero y logístico han preparado el terreno para los bandidos del EI. En octubre del año pasado, escribíamos sobre esta cuestión: “El rol de Turquía bajo Erdogan es especialmente obsceno. Turquía ha brindado en los últimos meses, una y otra vez, un refugio para el EI, mientras impide a las milicias kurdas y a los refugiados de la guerra cruzar la frontera, e incluso ataca con violencia las protestas contra la colaboración con el EI en su propio territorio. […] El Estado turco ha apoyado desde el principio de la guerra civil en Siria a distintas fuerzas opositoras con finanzas y logística para acelerar la caída del régimen de Assad, destrozar las tendencias de auto-organización de la nación kurda e imponer sus propios intereses. El fracaso de ese rumbo en la política exterior culminó en el apoyo vergonzoso al EI”.
El apoyo del Estado turco hacia el Estado Islámico ha sido a veces encubierto, pero otras veces abierto. Cuando el EI atacó el consulado general turco en Mossul en el año 2014, y tomó de rehenes a 49 personas durante 101 días, el gobierno del AKP negoció junto al servicio secreto turco con el EI. Ya en ese entonces el gobierno en Ankara denegó un posicionamiento concreto en contra del EI -a pesar de la presión por parte de los imperialismos– y por el contrario se concentró en el combate contra Rojava. Cuando terminó la toma de rehenes, el gobierno no publicó ningún detalle sobre las negociaciones.
La ciudad de Hatay en la frontera turca-siria devino un refugio para los bandidos del EI en el trascurso de la guerra civil siria. En su distrito de Reyhanli asesinaron a 52 personas, hiriendo a más de cien, con un atentado con bomba el 11 de mayo del 2013. Mientras tanto, los seguidores del EI pudieron seguir poniendo stands en Estambul, fundar asociaciones e incluso organizar manifestaciones.
En noviembre de 2013 y enero de 2014, el cacheo de cuatro camiones
pertenecientes al servicio secreto turco en la ciudad Adana, en el sur de Turquía, planteó la duda de si el Estado turco estaba suministrando armas a los rebeldes sirios. Cuando ese escándalo causó escenas turbulentas en las redes sociales, el gobierno destituyó y encausó a los cinco abogados y fiscales que habían ordenado el cacheo.
Durante la reciente campaña electoral, el presidente turco Recep Tayyip Erdo?an se presentó con un discurso agresivo y militar, después de los éxitos militares de los kurdos contra el EI: “Nosotros no permitiremos la fundación de un nuevo Estado en nuestra frontera con Siria. Seguiremos luchando contra esto, sea cuál sea el costo”.
Esa propaganda no solo se dirigía en contra de Rojava, sino también en contra del nuevo partido kurdo HDP, que se encuentra en ascenso. Junto con el primer ministro Ahmet Davuto?lu, Erdo?an agitó directamente contra el HDP en los actos electorales del AKP. En consecuencia, cientos de locales del HDP fueron atacados, y el 5 de junio hubo un atentado con bomba del EI contra el acto electoral del HDP en Diyarbakir.
La masacre en Suruç es también un subproducto del régimen del AKP y está directamente ligado a las masacres anteriores.
Efecto Bumerang
Como hemos analizado en artículos anteriores sobre el régimen turco, el fracaso de la política exterior del gobierno del AKP tiene consecuencias catastróficas: “Como miembro de la OTAN y aliado estratégico de Estados Unidos, Turquía aspiraba con el inicio de la “primavera árabe” a extender su “modelo turco” de democracia parlamentaria bajo la dirección de un partido islámico moderado a Egipto u otros países de la región. Pero ese proyecto fracasó, y Turquía ahora solo cuenta con relaciones de hostilidad con Siria, Egipto, Iraq y Libia”.
Y sobre el trasfondo de esto, agregábamos: “En relación a la política exterior, la burguesía turca se encontró en situaciones muy contradictorias en Siria y Egipto. Intentó apoyar las oposiciones locales para avanzar en sus anhelos de poder regional junto a aliados geopolíticos. Pero no tuvo la suficiente fuerza económica ni el apoyo imperialista para derrocar a Assad”.
El Estado turco ve el ascenso del HDP y el proyecto de Rojava como un gran peligro. Ya desde hace más de 30 años define al PKK como la amenaza más grande para la seguridad nacional.
Si bien el PKK y el HDP se han adaptado a un rumbo reformista en Turquía, las estructuras democráticas y de autoorganización en Siria del Norte se oponen a la política turca para Siria. Es por eso que desde el Estado turco se ve la necesidad de contrarrestar y combatir a Rojava.
Durante el ascenso de la “primavera árabe”, el gobierno turco intentó extender su “modelo” de un islam moderado y un modelo neoliberal a países como Egipto. Pero no duró el éxito de esa “exportación”, y aliados estratégicos de Turquía como la Hermandad Musulmana fueron barridos por la oleada contrarrevolucionaria.
Ahora el Estado turco se encuentra bajo una fuerte presión por la situación económica y política del régimen. El apoyo pragmático hacia el EI para acelerar la caída de Assad y destrozar las estructuras de autoorganización en Rojava, fue una apuesta arriesgada que terminó en una derrota y que profundizó aún más la crisis.
Si bien el AKP ha empezado de distanciarse del Estado Islámico por las fuertes críticas internacionales, el EI ya se estableció en Turquía y creó una base material en ese país.
Es tiempo de reconocer la cara sangrienta del “proceso de paz”, que implica la capitulación completa del movimiento kurdo al Estado turco. Aun cuando surgen conflictos entre los diferentes actores, y el proceso es frenado unilateralmente por el Estado turco en varias ocasiones.
No es posible una “paz democrática” con la burguesía turca y el Estado ocupante turco. Ellos tienen la responsabilidad principal de las masacres, de la opresión nacional, de la explotación y de la expulsión. Si se lograra un acuerdo de “paz”, beneficiaría solo a la burguesía kurda mientras que la gran mayoría del pueblo kurdo seguirán sufriendo opresión y explotación.
Los bandidos del EI son un peligro enorme para las organizaciones de la izquierda combativa, los trabajadores, los kurdos, los alevíes, y las mujeres. En el último tiempo se multiplicaron los atentados de estos bárbaros.
Al gobierno turco no le importa en lo más mínimo la “seguridad” de la población. La policía turca intervino con violencia incluso en las marchas de protesta contra la masacre en Suruç que se produjeron en varias ciudades.
Son necesarios comités de autodefensa en los lugares de trabajo y en las calles, que no solo defiendan a la población contra los bandidos del EI, sino también contra las represiones del Estado turco.
En Alemania y en Europa tenemos que luchar por la anulación de la prohibición del PKK, que criminaliza a los kurdos y debilita su resistencia, por la liberación de todos los detenidos políticos, por el reconocimiento de todos los refugiados y por terminar con las exportaciones de armas. Para ello, los sindicatos y las organizaciones de izquierda deben mostrar su solidaridad con campañas y manifestaciones masivas.