Al calor de la descomposición de los pilares fundamentales de la Unión Europea, la ideología cosmopolita -ya hecha harapos con la crisis económica- se transforma en su contrario con la crisis migratoria.

Al calor de la descomposición de los pilares fundamentales de la Unión Europea, como es el euro con la crisis griega y ahora la libertad de circulación (en especial de las mercancías!!!) con el redescubrimiento de la burguesía de los distintos países europeos de las fronteras, la ideología cosmopolita -ya hecha harapos con la crisis económica- se transforma en su contrario con la crisis migratoria.

El cosmopolitismo del que se vanagloriaba la burguesía europeísta frente al mundo anglosajón

Luego del giro bonapartista impuesto por Bush tras los atentados del 11/9 y que tuvo su cenit con la intervención, por fuera de la aprobación de las Naciones Unidas, en Irak en 2003, dio lugar, a pocos años del lanzamiento del euro, a una nueva ideología europeísta floreciente, que frente a la política de fuerza anglosajona del tándem Bush-Blair, se vanagloriaba de sus virtudes y capacidades para ordenar el mundo.

Nada mejor que los intelectuales para reflejar ese estado de época en aquel momento. Así, en el final de la posguerra, una larga narración de mil doscientas páginas de la evolución de Europa desde la caída del Tercer Reich hasta 2005, año de su escritura, el historiador británico Tony Judt exclamaba: “La emergencia de Europa en el alba del siglo XXI como un modelo de virtudes internacionales: una comunidad de valores sostenida por los europeos y no europeos por igual como un ejemplo para todos para emular”.

Con la misma música se expresaba Mark Leonard, cofundador y director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y ligado en esos años al New Labour en un manifiesto titulado “Por qué Europa liderará el siglo XXI”, ensayo en el que defiende el proyecto de integración europea, como la futura alternativa al modelo neoconservador norteamericano de George W. Bush en este nuevo siglo.

Según Leonard si bien EE.UU. vence, es Europa quien convence, agregando que: “Europa representa una síntesis de la energía y la libertad que viene del liberalismo con la estabilidad y el bienestar que viene de la socialdemocracia. En la medida que el mundo se hace cada vez más rico y se mueve más allá de satisfacer las necesidades básicas como el hambre y la salud, the European way of life (el modo de vida europeo) va a devenir irresistible”. En otras palabras, Europa iba a devenir el faro para los emergentes como la India, Brasil, Sudáfrica e incluso la China, dirigida de forma autocrática por la burocracia de Pekín.

Para terminar este pantallazo, del clima ideológico que la bonanza del proyecto europeo engendraba, vayamos al principal filósofo alemán vivo, Jürgen Habermas, para quien Europa había encontrado “soluciones ejemplares” para dos de las más grandes cuestiones de la época: el “gobierno más allá del estado-nación” y los sistemas de bienestar que “sirven como modelo” para el mundo. Y optimista aventuraba: “Si Europa ha solucionado dos problemas de tal magnitud, porque ella no puede solucionar, defender y promover un orden cosmopolita sobre la base de la ley internacional” (The Divided West, Cambridge 2006). Dicho de otra manera, desarrolla una supuesta «utopía realista» en la que el proyecto europeo sería alcanzado por todo el planeta, un modelo de sociedad en el respeto humano.

La crisis de la deuda griega hace harapos la ideología de la Europa de las solidaridades

Solo a unos años de distancia y al calor de la crisis mundial de 2007/8 y cuya segunda fase pegó de lleno en el Viejo Continente en 2010/12, el optimismo fácil se fue volviendo de más en más en su contrario al calor de la crisis del euro. Luego de la negativa de los dirigentes de la UE al llamado al primer referéndum griego en 2012 Habermas comienza tardíamente a advertir del “déficit democrático de las instituciones europeas”.

Decimos tardíamente, pues en la década pasada, habiéndose convertido de un viejo marxista hegeliano a un pragmático kantiano y explicando que la sociedad de clases había desaparecido y que solo había una nueva sociedad de ciudadanos, no dio cuenta de la temprana insatisfacción de las masas europeas con el proyecto de la UE, como se pudo manifestar por ejemplo en Francia en 2005 con el rechazo al Tratado Constitucional.

La cuestión de la deuda de los países de la zona del euro y los diktats de la Troika lo hicieron caer frente al peso de la evidencia, planteando los riesgos asumidos por Europa a comprometerse con una trayectoria «post-democrática» para abordar la resolución de estos problemas económicos y financieros.

Según los términos empleados por él, el proceso griego estaría abriendo paso de una Europa de gobierno, a una Europa de la “gobernabilidad”; un eufemismo para designar una forma dura de dominación política que se basa solo débilmente en los tratados internacionales y planteando como salida la necesidad de avanzar en una regeneración democrática que funde una Constitución Europea (“Zur Verfassung Europas”, De la Constitución Europea 2012).

Posteriormente, unos años más tarde, a la víspera de la humillación de Grecia por la Troika en julio de 2015, Habermas se mostraba descorazonado con los políticos europeos en los que una década antes tantas esperanzas había depositado.

En una nota de opinión que el diario español El País título libremente “El gobierno de los banqueros” denuncia que “La discutible actuación del Gobierno griego no suaviza un ápice el escándalo de que los políticos de Bruselas y Berlín se nieguen a tratar a sus colegas de Atenas como políticos. Aunque tienen la apariencia de políticos, solo se permiten hablar en su condición económica de acreedores. Esa transformación en zombis busca presentar la dilatada situación de insolvencia de un Estado como un suceso apolítico propio del derecho civil, un suceso que podría dar lugar al ejercicio de acciones ante un tribunal. Pues de este modo es tanto más fácil negar una corresponsabilidad política”.

Dicho de otra forma, su “utopía realista” se choca contra la Europa del Capital. Que no tienen nada que ofrecer salvo reacción en toda la línea como muestra ahora más crudamente la crisis de los refugiados.

Los liberales europeos se hacen Bushistas: La vuelta de las Cruzadas contra los “moros” y los “bárbaros”

La crisis migratoria está mostrando un nuevo giro a la derecha del debate ideológico europeo. Y es en Hungría, punta de lanza de la cruzada anti-migrantes, donde este giro se manifiesta más abiertamente.

Tomemos el caso de György Konrád, un conocido intelectual liberal húngaro. Entrevistado por el diario italiano de centroizquierda La Repubblica, éste último encuentra más que sorprendente que Konrád haya defendido los planes del primer ministro Orbán para detener el flujo de inmigrantes indocumentados. El escritor liberal critica al gobierno húngaro, pero al mismo tiempo admite que el primer ministro tiene razón al afirmar que las fronteras de Schengen deben ser defendidas «de este tsunami» de los migrantes indocumentados.

También rechaza las sugerencias de la izquierda de que el muro que se erigió en la frontera sur de Hungría es similar a la Cortina de Hierro. Konrád pide más comprensión del primer ministro Orbán y dijo que la inmigración musulmana es una preocupación real que debe ser tomada en serio. Agregó que a diferencia de Alemania, Hungría no tiene que importar profesionales musulmanes calificados. Si la economía húngara crece y el país necesita trabajadores más cualificados, se debe contar con los húngaros que viven al otro lado de las fronteras, más que en los inmigrantes del mundo islámico, recomienda Konrád.
El escritor también húngaro, Rudolf Ungváry, que es un feroz crítico del gobierno y en otras veces lo ha acusado de poner en su lugar una especie de régimen fascista, va aún más lejos, cuestionando el hecho de que la izquierda y los liberales en Europa han evitado hasta ahora enfrentarse seriamente a la cuestión de si los refugiados, cuya cultura es incompatible con la cultura europea básica, deben ser bienvenidos, según da cuenta la prensa de Budapest.

Este escritor húngaro sugiere que la civilización europea se basa en el principio de una equivalente dignidad, mientras que los solicitantes de asilo «vienen del mundo islámico y otras culturas africanas, donde apenas existen valores democráticos”. Ungváry cree que Europa ha estado hasta ahora a favor de la migración porque los recién llegados venían de dentro de la civilización europea, pero «el flujo de refugiados procedentes del Tercer Mundo pone los logros de la Ilustración en peligro». Ungváry interpreta la experiencia de los Estados europeos occidentales como prueba de que los migrantes del mundo islámico no se pueden integrar. La razón principal es que «incluso los intelectuales musulmanes creen en la superioridad del Islam y rechazan la separación de la religión de la política», escribe Ungváry. Él va a decir que los musulmanes en Europa pronto acabarán exigiendo la introducción de la sharia.

Separados hasta hace poco de los intelectuales conservadores frente a la actitud ante al gobierno bonapartista de Orban en Hungría, cada vez más se acercan a estos. Así defienden lo mismo que la historiadora conservadora Mária Schmidt, que sostiene que Europa pronto tendrá que decidir si está dispuesta a defender su cultura basada en los valores cristianos y la Ilustración. Según ella, Europa se enfrenta a una crisis de identidad, debilitada por las ideologías post-cristianas y post-nacionalistas y el estado de bienestar.

Sabíamos cómo marxistas que el imperialismo es reacción en toda la línea, lo que no nos imaginábamos que la barbarie significaba una vuelta a las Cruzadas contra los “moros” y los “bárbaros”. Es urgente frenarlo.

Publicado por Juan Chingo

Juan Chingo | @JuanChingoFT :: Ciudad

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