Entrevistamos a Nicolás del Caño, candidato a presidente por el Frente de Izquierda en Argentina. Una izquierda de los trabajadores, que no modera su programa, gana influencia electoral y militante.
Nicolás del Caño tiene 35 años y es uno de los seis candidatos a presidente en Argentina. Como muchos de su generación, combinó su paso por la universidad, donde estudió sociología, con múltiples trabajos precarios. Fue vendedor de ropa y trabajó en un call center. Desde los 15 años milita en la izquierda trotskista, hoy es dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas, uno de los tres partidos que integra el Frente de Izquierda.
Desde el año 2011 es diputado nacional por Mendoza, donde obtuvo el 16.87% de los votos en la ciudad capital de esa provincia en este año. En 2014 acompañó la emblemática lucha de los trabajadores de LEAR, una fábrica de autopartes en el cordón industrial al norte de la ciudad de Buenos Aires, lo que le valió ser reprimido con balas de goma junto a los trabajadores. También se destacó por ser el diputado que propuso que los funcionarios y diputados cobren el sueldo de una maestra y así lo hace desde que asumió su banca, destinando el resto de la dieta a diferentes luchas de trabajadores, ambientales y de los pueblos originarios.
Junto a Myriam Bregman, el 9 de agosto ganó las primarias del Frente de Izquierda (FIT) con la propuesta de renovar y fortalecer el Frente de Izquierda, desplazando así al dirigente histórico del PO, Jorge Altamira. Este joven militante se convirtió en una de las figuras más importantes de la izquierda argentina, que tiene una presencia destacada entre los trabajadores y la juventud.
En medio de la intensa campaña electoral, conseguimos un tiempo para conversar con él sobre las elecciones, la izquierda argentina, Syriza y Podemos.
Nicolás, en octubre son las elecciones presidenciales en Argentina y hay tres candidatos que tienen más posibilidades de ganar. Scioli, el candidato del oficialismo kirchnerista, Massa, desde el peronismo opositor y Macri, el actual alcalde de la ciudad de Buenos Aires, un liberal de derechas. ¿Qué cambia en Argentina si gana Scioli, Macri o Massa?
Para el pueblo trabajador será lo mismo si gana cualquiera de los tres, más allá de los matices que tengan. El plan económico y social que defienden es similar, sus asesores económicos plantean todos que es necesario devaluar, “planchar” los salarios, arreglar con los fondos buitres, quitar subsidios a las grandes empresas de servicios y permitir un aumento de tarifas en el transporte y la energía.
Estamos viendo un “consenso conservador” entre los diferentes partidos del régimen, oficialistas y opositores, porque todos están de acuerdo en ir por más ajustes para el pueblo trabajador.
Hay que tener en cuenta que las condiciones regionales, con la devaluación de Brasil, y otros elementos de la crisis mundial, imponen un “viento de frente” para la economía argentina, tiempos más difíciles y todos estos candidatos tienen el plan de que esta crisis la paguemos los trabajadores. Por eso decimos en la campaña que más allá de que los candidatos presidenciales sean seis, verdaderamente las que se enfrentan son dos políticas. La de Scioli, Massa, Macri, que proponen un ajuste y la nuestra que plantea que hay que ajustar a los ajustadores.
El kirchnerismo siempre intentó presentarse como progresista. Los dirigentes de Podemos y Syriza lo apoyaron cuando viajaron a Argentina. Pero Scioli viene del menemismo, del neoliberalismo más puro. ¿Cómo terminaron con este candidato?
Habría que reconocer que el kirchnersimo tiene una gran virtud, que es su asombrosa capacidad de travestir a ciertos personajes. Como vos decís, Scioli al igual que Massa y Macri, es un hijo del menemismo. Incluso hace unos días Scioli dijo que tenía un gran cariño por Carlos Menem, y estamos hablando del artífice de las privatizaciones, la reforma laboral y las “relaciones carnales” con Estados Unidos. Pero ahora nos quieren vender que Scioli es progresista, es increíble. Es una muestra de la crisis del kirchnerismo que el “heredero” de su proyecto sea Daniel Scioli.
El frente de Izquierda aparece como una referencia, visto desde otros países, como un gran ejemplo de una izquierda radical, que plantea una alternativa y que está ganando influencia electoral. ¿Qué plantean ustedes en esta campaña?
Nosotros estamos aprovechando la campaña para decir que es posible solucionar las cuestiones sociales más urgentes, como la necesidad de viviendas para más de 3 millones de familias, terminar con la pobreza, aumentar los salarios y poner fin a la precarización laboral, que afecta especialmente a la juventud trabajadora. También nos plantamos por los derechos de las mujeres, como el derecho al aborto libre y gratuito, contra la homofobia y la xenofobia. Tenemos un plan y decimos que son necesarios impuestos progresivos a las grandes fortunas, a las mineras, a las petroleras, un plan de conjunto para poner los recursos económicos al servicio de las necesidades de las mayorías.
La nacionalización de la banca y el comercio exterior, por ejemplo, son medidas claves, para frenar la fuga de capitales (que en la última década se llevaron más de 100.000 millones de dólares del país). Todo eso lo decimos también en la televisión, en los espacios que tenemos.
Algunos aquí en el Estado español, y estoy pensando en Podemos especialmente, dirían que esas son medidas muy radicales, que hay que empezar por lo “mínimo”, por lo que “se puede”, y no asustar a la gente con un programa tan de izquierda, que hay que “ir al centro”.
El problema con ese discurso, es que se termina renunciando a un programa que es necesario, que es el único programa realista. Para que la crisis no la paguemos nosotros, los trabajadores, es necesario afectar los intereses de los grandes empresarios, que vienen acumulando ganancias en las últimas décadas. No hay medias tintas posibles. Y lo que está en juego son las condiciones de vida de millones de personas.
La idea de rebajar el programa para ganar votos es completamente equivocada, lleva al desastre, sino mira el caso de Grecia.
Justamente esto te iba a preguntar, tu impresión sobre lo que sucedió los últimos meses en Grecia, con la capitulación de Syriza ante la Troika…
Seguimos con mucha atención desde Argentina esa situación, porque Grecia es un laboratorio de la lucha de clases, de los fenómenos políticos y de los reformismos. Pero Syriza se proponía algo imposible, que era convencer a los imperialistas europeos como Merkel y cia. de que le perdonaran la vida al pueblo griego, que le perdonaran la deuda, y le dejaran implementar medidas sociales. Y su estrategia reformista llevó al desastre, porque la Troika es implacable, y la clave pasa por desarrollar la movilización obrera y popular. Lo contrario de lo que hizo Syriza, una izquierda light que pretendía humanizar al capitalismo. Y al final, en 9 meses, el capitalismo asimiló por completo a Syriza.
¿Qué puede aportar la experiencia del Frente de Izquierda en Argentina para los jóvenes y trabajadores de otros países?
Cada realidad siempre es distinta, claro, y eso es muy importante tenerlo en cuenta. Pero hay algo que creo que es fundamental: nosotros no somos una izquierda moderada, que baja el programa para conseguir más votos, somos una izquierda de los trabajadores.
Y los diputados que conseguimos sumar, la fuerza militantes de miles de trabajadores, mujeres y jóvenes, todo eso lo ponemos al servicio de la lucha de clases. Porque nuestro horizonte es un gobierno de los trabajadores. Y esta es una experiencia que queremos compartir internacionalmente, construyendo también una izquierda anticapitalista, delos trabajadores en todo el mundo.
Hoy vemos con mucha rabia la situación de los refugiados que llegan a Europa, desesperados, huyendo de la guerra y la pobreza, y se encuentran con fronteras cerradas y represión. Es una situación terrible. Y esto nos refuerza nuestra idea de que hay que terminar con esta barbarie capitalista. Solo con un gobierno de los trabajadores vamos a poder terminar con la pobreza y las penurias de las grandes mayorías sociales, de los trabajadores. Y esta lucha es internacional.