Las Fiestas de la Mercé de Barcelona han mantenido los mismos rasgos que en años anteriores. Poca oferta para quienes no pueden pagarse entradas y copas, persecución de vendedores ambulantes y multas para jóvenes por beber en la calle.
Como todos los años Barcelona ha celebrado las fiestas de la Mercé entre el 18 y 24 de septiembre. Este año se estrenaba el Ayuntamiento de la nueva alcaldesa Ada Colau, con la promesa de hacer cambios respecto al anterior gobierno. Sin embargo, como en otras muchas materias, ha primado la continuidad de estas fiestas muy poco “populares” de cada año.
Las noches de la Mercé han seguido con el mismo patrón de cada año en uno de los temas del que más nos hemos quejado los jóvenes. Conciertos que se acaban entre a las dos de la madrugada, y que dejan a miles de jóvenes en la calle sin ninguna oferta más que la del ocio del sector privado de la ciudad.
Ese sector que hace su “agosto” una vez pasada las dos de la madrugada, en el que es casi imposible acceder si no pagas como mínimo 10 euros y pasar los filtros de derecho de admisión, muchas veces con criterios clasistas, racistas y sexistas. Una vez dentro si quieres seguir tomando algo tienes que pagar 10 euros más por cada copa. No olvidemos que la tasa de desempleo juvenil es del 50% y que los que tienen la suerte de trabajar lo hacen en condiciones de precariedad y por salarios bajísimos.
Así que no te queda otra que o volver a casa, si tienes suerte de que el metro no esté cerrado, o deambular por las calles exponiéndote a ser multado por la Guàrdia Urbana solamente por beberte una cerveza. Como en otras materias de “represión cotidiana” el nuevo Ayuntamiento mantiene la misma línea que el anterior gobierno de Trias. Y es que por el momento se niega a derogar la ordenanza cívica aprobada por este en 2011 -la misma que persigue a los “manteros”, los “lateros” o a los jóvenes que se toman una birra en la calle- y que tanto rechazo causó entonces entre la izquierda y los movimientos sociales.
La Mercé 2015 ha reproducido, como las anteriores, el modelo “snob” de la ciudad y su estructura del ocio nocturno, sus leyes represivas contra la juventud y la imposición de estrechos límites en las fiestas populares de barrios.
La juventud en estos últimos diez años hemos visto como nuestras zonas de ocio nocturno se ha reducido y se ha incrementado la presencia policial, a la vez que iban aumentando las sanciones para los que no podemos acceder a los circuitos más comerciales y caros. La ordenanza de civismo acabó con el derecho a la diversión e incrementó la represión contra la juventud.
Se impuso un modelo que tiene poco que ofrecer a la juventud de clase trabajadora parada o precaria de Barcelona, que no se puede permitir pagar los altos precios elevados de esta ciudad. Una juventud poco rentable, comparada con muchos turistas de buen nivel adquisitivo. Este modelo nocturno de la ciudad forma parte de la cara más estirada y pija, donde todo vale para hacer dinero.
Es por esto que me parece lamentable que el gobierno que se propone “cambiar” Barcelona no sea capaz de cambiar esta situación en sus propias fiestas, siguiendo perpetuando este modelo de ciudad.
La juventud tenemos pleno derecho a disfrutar de nuestras propias fiestas hasta la hora que queramos, sin temor a ser reprimidos o quedar arruinados por los bares de esta ciudad. Los protagonistas de estas fiestas no pueden quedar excluidos por su condición de clase.