Entre marzo y mayo de 1871 el proletariado conquistó su primer organismo de poder en la historia.

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La guerra y la república burguesa

En Julio de 1870, Napoleón III declaró la guerra a la Prusia de Bismarck, que lideraba el proceso de unificación alemana, como un intento por mantener la hegemonía francesa en Europa continental y afirmar la autoridad interna del Imperio. Este ‘intento imperialista’ de salvar el régimen terminó rápidamente en un deshonroso fracaso: el 2 de septiembre Napoleón III reconoce la derrota y se rinde en Sedán dando lugar a un vacío de poder en Francia.

El 4 de septiembre, la multitud de París marchó al Ayuntamiento al grito de «La patria está en peligro» y proclamó la República. Esta es inmediatamente hegemonizada por los diputados burgueses de París, denunciados por Marx como una ‘cuadrilla de abogados arribistas’. La dirección del gobierno recayó en Thiers cuya trayectoria política, en 1830, 1848 y en el Imperio había sido «atizar la revolución cuando no está en el poder, para ahogarla en sangre cuando empuña el timón del gobierno». El 4 de septiembre significó el comienzo de la revolución y al mismo tiempo la usurpación de la burguesía de la acción de las masas populares. Esta debilidad inicial impidió que se haga fuerza real la principal lección de las revoluciones de 1848 expresada en la reflexión de Marx de que la clase obrera debía tener la determinación estratégica de organizarse de forma independiente, para establecer en el proceso revolucionario las condiciones de su propia emancipación social.

La terrible situación de la guerra requería que la defensa nacional sea desarrollada con todas las fuerzas de la nación, pero esto implicaba armar a la población lo que los republicanos no estaban dispuestos a hacer concientes del peligro que les significaba. Esta paradoja de la burguesía en el poder de la nación en guerra, llevaba la capitulación y la traición en su seno. Como lo expresó Marx «En este conflicto entre el deber nacional y el interés de clase, el gobierno de la defensa nacional no vaciló un instante en convertirse en un gobierno de la traición nacional». El general Trochu, que tomó la responsabilidad de la defensa de París, confesaba que resistir el asedio prusiano era imposible o a lo sumo una locura heroica. La burguesía francesa, que tenía el pasado de la gran revolución, se mostraba temerosa de las masas, sólo el proletariado podía heredar el heroísmo revolucionario.

El pueblo en armas

Seis meses de asedio sufrió París, mientras el gobierno no desarrollaba ninguna iniciativa seria de defensa esperando el momento oportuno para la capitulación. Pero mientras la burguesía preparaba la traición, en París las masas resistían organizadas. Primero en los ‘comités de vigilancia barriales’ y el ‘Comité Central de los 20 Distritos’, que fueron desarticulados por la represión. Luego por la necesidad de la guerra, surgió una institución poderosa, la Guardia Nacional, la federación de los batallones que se formó espontáneamente agrupando a los miles de obreros, desocupados y capas bajas de la pequeñoburguesía que habían sido armados. Se impuso una democracia directa donde todos los mandos eran votados y también los delegados que se agrupaban en el Comité Central de la Guardia Nacional. El carácter del mismo estaba marcado por la autoorganización y el poder de ejecutar la defensa. La invasión prusiana de París, a inicios del mes de marzo, llevó a sostener la resistencia en los barrios obreros, donde se resguardó toda la población mientras el gobierno huía a Versalles y el poder caía en manos del proletariado.

Con la capitulación del armisticio, Thiers creyó llegado el momento de desarmar París. El intento de retomar los cañones que estaban en manos populares fue resistido por las mujeres que desencadenaron la ira popular que llevó al fusilamiento de los dos generales del gobierno. Esta ofensiva burguesa fue la declaración de la guerra civil, sin embargo la Guardia Nacional no avanzó sobre el gobierno. Al calor de estos acontecimientos Marx criticó el hecho de que la Guardia Nacional no avanzara sobre Versalles y aplastara el gobierno de Thiers. Esta inacción posibilitó que se organizara la contrarrevolución bajo ‘bandera republicana’ y mostró un proletariado vacilante que no pudo mostrarse hegemónico a escala nacional, lo que reforzó la alianza de Thiers con los ‘rurales’ que querían aislar París impidiendo el libre contacto de La Comuna con las provincias, para evitar una sublevación general de los campesinos.

La creación de La Comuna tuvo lugar el 18 de marzo, el Comité Central afirmaba que los obreros habían decidido «hacerse dueños de su propio destino tomando el poder». Marx no dudó en consagrar a la Comuna como «un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a dentro de ella la emancipación del trabajo». El primer decreto suprime al ejército regular y le contrapone «el pueblo en armas», era la consagración de un nuevo estado sobre la destrucción del anterior. La Comuna era la antítesis del Imperio y una superación de la representación de la democracia burguesa. Se basaba en la democracia de las masas mediante el voto directo por distritos. Se buscó eliminar la burocracia con la rotación y la revocabilidad, reuniendo las funciones legislativas y ejecutivas en una corporación de trabajo que funcionaba públicamente. Cada cargo público pasó a tener un salario de obrero para eliminar toda casta privilegiada. La democracia obrera ponía un punto final a la democracia burguesa donde las masas sólo podían votar cada cuatro años a sus propios explotadores.

La Comuna abría paso a la gestión de los productores en busca de un cambio social expresado en las medidas progresivas sobre alquileres y deudas, la prohibición del trabajo nocturno y la reducción de la jornada de trabajo, y fomentando cooperativas y gestión obrera. Una revolución social requería la expropiación de las grandes fábricas y la confiscación del Banco de Francia donde estaban las arcas de la burguesía. Sin embargo al gobierno obrero le faltó tiempo en el poder y no se pudo consolidar. Sobre todo, porque al no avanzar sobre Versalles no pudo desarticular el estado nacional y extender su poder. Los levantamientos comuneros en las principales ciudades son derrotados y tampoco se desarrolla la lucha de clases en el campo bajo la forma de ‘guerra campesina’ de las capas oprimidas contra los terratenientes. El 20 de mayo la contrarrevolución organizada por Versalles, apoyada por toda la reacción europea y por Bismarck que liberó 170 mil prisioneros, ingresó en París. La lucha duró varias semanas y dejó un campo tendido de más de 10.000 muertos.

Estado-comuna: Dictadura del proletariado

A pesar de esta terrible derrota, la lección duradera y profunda de la Comuna es que el proletariado no puede sólo tomar el aparato del estado tal cual es para sí, sino que debe romper esa máquina infernal, destruirla. Con la Comuna la pregunta de por qué tipo de poder podía ser reemplazado el Estado burgués era resuelta. La burguesía inglesa –así lo entendió el London Times– describió la Comuna como «predominio del proletariado sobre las clases pudientes, del artesano sobre el oficial, del Trabajo sobre el Capital».

Para Marx era ‘la forma política al fin descubierta’, la resolución secreta del enigma del poder obrero. Años después en su análisis estratégico León Trotsky afirmaba que: «El Comité Central de la Guardia nacional era, de hecho, un Consejo de diputados de los obreros armados y de la pequeña burguesía…». Es que desarticular el poder centralizado del estado burgués y contraponerle otros organismos de poder es una precondición para una verdadera revolución que despliegue la iniciativa de las masas. La Comuna fue la primera forma del gobierno obrero, treinta y cuatro años después, con la revolución rusa de 1905, se desarrollaron los consejos o soviets que adoptaron formas similares y heredaron sus enseñanzas. El proletariado en el siglo XX adquirió un desarrollo social superior, que le permitió ya no sólo el uso de la democracia territorial sino articular desde las mismas unidades productivas la hegemonía obrera. Los soviets posibilitaron elevar a la clase obrera al triunfo de la revolución proletaria y construir la dictadura del proletariado como puente de la transición al socialismo.

Bibliografía de Referencia:

- La guerra civil en Francia, Karl Marx.
- El Estado y la revolución, V. I. Lenin.
- «Las lecciones de la Comuna», León Trotsky.

Fuente: La Verdad Obrera (experiódico del PTS), 16 de julio de 2004.

Publicado por La Izquierda Diario

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