Se estrena Suffragette, un film sobre el movimiento sufragista femenino en Inglaterra. La protagonista es una mujer trabajadora que luchaba bajo condiciones terribles enfrentándose, además de al gobierno y al marido, a la explotación del patrón.

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«—¿Qué significa el voto para usted señora Watts? —preguntó el Primer Ministro a una joven lavandera— ¿Por qué está aquí?». «—Por la idea de que… hay otra manera de vivir la vida —respondió ella.»

Este diálogo se desarrollaba en la Cámara de los Comunes, con una joven trabajadora rodeada de hombres de traje llamada Maud Watts, protagonista del film Suffragette y encarnada por la actriz Carey Mulligan. Y quien representaba a aquellas mujeres obreras que mientras luchaban decididamente por el sufragio femenino, necesariamente debían romper otras cadenas.

Tan profundo es el diálogo como lo era la profundidad de la lucha de las mujeres trabajadoras dentro de un fuerte movimiento, el de las «suffragettes» inglesas, que desde principios del siglo XX hasta la Primera Guerra Mundial había dado continuidad al sufragismo «constitucional o moderado» de fines del siglo XIX.

Las «suffragettes» se plantearon una etapa de lucha de acción directa y tuvo su primer bandera en 1903 cuando su líder Emmeline Pankhurt, junto a sus hijas Christabel y Sylvia, creó en Manchester —centro de la revolución industrial— la Unión Social y Política de las Mujeres (USPM). El llamado sufragismo radical se convertía en un masivo movimiento interclasista, adquiriendo enorme relevancia política y social tras fuertes campañas militantes que movilizaron a miles de mujeres.

La directora del film Sarah Gavron junto a la guionista Abi Morgan, dieron a Emmeline Pankhurt, protagonizada por Meryl Streep, una presencia puntual e inspiradora en las sombras de este gran movimiento. Si el cine comercial nos sorprende con un film que narra uno de los movimientos más importantes de las mujeres en Inglaterra, nos sorprende más aún que la protagonista sea una mujer lavandera. Y es algo que debemos celebrar cuando aún en pleno siglo XXI se invisibiliza la historia de lucha de la clase trabajadora y con ella las experiencias de las mujeres obreras.

Las bellísimas imágenes entre grises azulados atravesando los vapores de la lavandería, narran poética y crudamente a la vez, las terribles condiciones bajo las que luchaban las mujeres trabajadoras por el voto femenino. Una lucha que implicaba no solo enfrentarse a la familia y al marido, sino también a la explotación de la fábrica y a la opresión del patrón que no conforme con su sangre y sudor, abusaba sexualmente de ellas. Era por tanto, luchar contra la opresión patriarcal en su forma de dominación más profunda.

El film muestra fielmente las imágenes de las mujeres ocupando calles, incendiando buzones y apedreando comercios y establecimientos públicos; así como el reclamo de ser consideradas prisioneras políticas haciendo huelgas de hambre en las cárceles. Aun así, queda pendiente mostrar que como parte de un movimiento masivo, no estaban marginadas socialmente. Por el contrario, la radicalización de este movimiento que indujo al encarcelamiento generalizado de las «suffragettes» —el film da cuenta de un total de 1.000 mujeres— que se negaban a pagar las multas, fue creando un imaginario colectivo de «mártires» con escenas multitudinarias de apoyo a su lucha cuando quedaban en libertad.

Se nos hiela la sangre cuando vemos a la joven Maud haciendo huelga de hambre en la prisión, frente a la dureza del tratamiento carcelario que aplicaban la alimentación forzada. Pero lejos del aislamiento de estas mujeres al salir de la cárcel que muestra el film, se había gestado una indignación pública a favor de ellas, que incluso obligó al gobierno a introducir una ley que permitía liberar a las activistas en huelga de hambre cuando peligraban sus vidas. Una ley limitada, conocida como «Ley del gato y del ratón», ya que las mujeres una vez recuperadas, debían volver a ser detenidas.

Rescatar su historia, una tarea militante para la emancipación de las mujeres

La importancia de este film para la lucha de las mujeres en la actualidad es enorme y su enfoque desde la vivencia de una mujer obrera que se va radicalizando es un profundo punto de partida, muy poco común en el cine. Y a muchas de nosotras, como mujeres militantes, nos permite reflexionar sobre toda la historia de las «suffragettes».

El film transcurre en 1912, en el momento más agudo del movimiento que se fortalecía bajo un proceso de huelgas que había comenzado en 1911, ante lo cual la represión se endurecía. No es casual que ese mismo año la policía de Scotland Yard estrenó por primera vez en la historia una cámara fotográfica para perseguir a las militantes y detenerlas, tal como muestra el film.

Edith Ellyn, representada por la actriz Helena Bonham Carter, era otra sufragista farmacéutica y gran «cocinera» de bombas. Y la única apoyada por su marido en el film, militante fiel para la causa de estas mujeres. Es él quien muy al pasar habla de un momento crucial del movimiento de las «suffragettes»: su división ante el cuestionamiento por parte de Sylvia, una de las hijas de Emmeline Pankhurt, a la estrategia militante de su madre.

Ya desde 1911 Sylvia mostraba sus diferencias con la Unión fundada por su madre, por considerar que se iba alejando de los principios socialistas. Fue tras la Primera Guerra Mundial, hasta donde el film no llega, cuando las diferencias se profundizaron.

Emmeline Pankhurt dio un giro político al servicio del gobierno británico y la USPM cambió el nombre de su periódico La Suffragette por La Brittannia; hasta llegar a plantear que había que suspender los reclamos de las mujeres para apoyar al gobierno británico en la guerra. Mientras Sylvia continuaba su trabajo con las mujeres obreras, luchando por el voto femenino y por igual salario, a la vez que mantuvo una posición pacifista acorde a la mayoría de las organizaciones obreras. Fundó el Women’s Peace Army (Ejército de Mujeres por la Paz) y se dedicó a militar en el Partido Laborista.

Años después Sylvia dio su apoyo a la Revolución Rusa de 1917 y conoció a Lenin al visitar la Rusia soviética, lo que le costó cinco meses de cárcel en Inglaterra. Así se ganó el apodo de «Pequeña señorita Rusia», cuando en julio de 1917 el periódico que dirigía comenzó a llamarse «El acorazado de las mujeres». Fue fundadora del Partido Comunista inglés, aunque se alejó de la militancia durante el régimen stalinista. Y apoyó también la Revolución Española (Pan y Rosas, Andrea D’Atri, 2004).

La Guerra Mundial acabó derrotando parcialmente a un movimiento sufragista que había adquirido un carácter internacional, desarrollado en varios países de Europa. Terminó bloqueado cuando la mayoría de las organizaciones feministas participaron voluntariamente al servicio de sus propios gobiernos. Emmeline Pankhurt y su hija Christabel llamaron a una movilización en 1915 con el lema «Voto para las heroínas, al igual que para los héroes», momento más agudo de la división del movimiento feminista a nivel internacional.

En 1918 fue concedido el voto restringido a las mujeres mayores de 30 años con alto nivel económico. Finalmente obtuvieron el sufragio universal femenino en igualdad de condiciones con los hombres en el año 1928.

El film nos muestra que para ello, décadas antes cientos de mujeres habían sido golpeadas por la policía, encarceladas sufriendo todo tipo de maltratos y vejaciones, la alimentación forzada insertándoles conductos en la nariz y en la boca y con un embudo les introducían alimentos. Habían perdido sus trabajos cuando se rebelaban dando planchazos sobre las manos del patrón. Perdían sus hijos frente al desprecio de sus maridos.

Porque habían protagonizado huelgas de hambre, de sueño y sed. Quemado correos, explotado la casa de veraneo del primer ministro, habían sido aplastadas por el caballo del príncipe, tomado las calles y rompiendo los cristales de los edificios públicos y de los políticos cuyos partidos consideraban que si las mujeres votaban se «perdería la estructura social».

Querían votar. Y querían «vivir la vida de otra manera», que las futuras niñas dejen de nacer en la fábrica, para después trabajar allí desde los siete años y crecer con los dolores en el cuerpo que su vida corta debía soportar.

Rescatar su historia para continuar la militancia contra un sistema patriarcal que legitima el actual sistema de explotación. Porque la mitad de la humanidad aún persigue «vivir la vida de otra manera», sin feminicidios y acoso sexual, sin muertes por abortos clandestinos, sin precariedad laboral ni desigualdad salarial, sin desahucios ni pobreza, sin derechos prohibidos ni recortados.

 

Publicado por Cynthia Lub

Cynthia Lub | @LubCynthia :: Barcelona

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