El próximo 28 de septiembre es el Día por la Despenalización del Aborto. Este año nos proponemos llevar el debate a los retos que el movimiento feminista y de mujeres tiene por delante respecto al derecho al aborto y la lucha por la emancipación de las mujeres.
Cada 28 de septiembre se celebra el Día de Acción Global por la Despenalización del Aborto. Este día comenzó a ser señalado en la agenda feminista a raíz del V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe celebrado en Argentina en 1990.
Su objetivo era visibilizar que las complicaciones de los abortos clandestinos son laprimera causa de muerte de mujeres en América Latina. Otros países se han ido sumando con los años a la convocatoria.
En el Estado español, donde se puede abortar libremente hasta las 14 semanas y bajo tres causales hasta las 22 semanas, diferentes organizaciones feministas y de mujeres secundan la convocatoria desde 2009, en el marco de las reivindicaciones por la ampliación de la ley del aborto de 1985.
El Estado español tiene una legislación muchísimo menos restrictiva respecto al aborto, producto de una intensa lucha durante décadas que costó cárcel durante décadas que costó cárcel y represión a cientos de mujeres. Pero en la práctica se limita por el desconocimiento de la ley y por objeción de conciencia del personal médico.
Sin embargo, respecto a este avance, la modificación de la ley del aborto llevada adelante por el PP de 2015, aunque hubiese sido más restrictiva de acuerdo a la Ley Gallardón, ha excluido a miles de mujeres jóvenes que no podrán ejercer este derecho sin autorización de un familiar o de la persona que las tutele.
A las mujeres más jóvenes se suman las mujeres inmigrantes consideradas “ilegales” por la reaccionaria ley de extranjería que desde 2012 no tienen acceso a la Sanidad Pública. Solo pueden acudir en casos de urgencia, por lo que el aborto no es contemplado. Por lo tanto están obligadas a realizar abortos clandestinos o en clínicas privadas donde el precio oscila entre 300 y 400 euros, si solo se necesita anestesia local.
Las organizaciones que trabajan por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres denuncian desde 2006 y 2007 que acuden muchas mujeres inmigrantes que han abortado en sus casas tomando Cytotec, un protector estomacal que en grandes dosis puede provocar un aborto y que puede generar graves problemas de salud para las mujeres si no se expulsa la totalidad del feto.
El Cytotec y su principio activo, Misoprostol, es usado en el Estado español desde hace décadas. El personal médico lo denomina la ‘RU de las pobres’, en referencia a la píldora RU486, a la que siguen recurriendo mujeres sin recursos económicos para abortar en clínicas privadas o a las que la sanidad pública les obstaculiza el acceso a un aborto seguro y gratuito.
Lamentablemente en el Estado español pareciera que la lucha por el derecho al aborto ya no tiene fecha en el calendario del movimiento feminista. A pesar de la gran conquista de leyes mucho más avanzadas que en los países donde aún está prohibido el aborto, este derecho continúa estando limitado. Por este motivo es necesario retomar la lucha por un aborto legal, seguro y gratuito para todas las mujeres sin excepciones, y continuar ganando las calles, como cuando lo hicimos obligando a que dimitiese Gallardón, para que las mujeres jóvenes e inmigrantes tengan el mismo derecho que todas las mujeres.
Aborto libre, seguro y gratuito…para todas. «Nadie nunca nos regaló nada»
La reflexión que sintetiza la frase «Nadie nunca nos ha regalado nada», que aparece en el documental ‘She’s Beautiful When She’s Angry’ plasma la lógica contra la conquista evolutiva de derechos y por la lucha en las calles.
En EE.UU. en las décadas de 1960 y 1970 muchas mujeres que habían formado parte del movimiento por los derechos civiles de la población afroamericana, el movimiento antiguerra y las protestas universitarias, salieron a la calle para reclamar sus derechos, como el derecho al aborto, contra la discriminación laboral por ser mujeres y por igual salario para igual trabajo. Lo hicieron a la vez que construían lazos con el resto de oprimidos y explotados para luchar conjuntamente contra el capitalismo y el patriarcado, al considerar que era necesario transformar por completo esta sociedad para conseguir el fin de toda opresión.
Hoy más que nunca es necesario retomar esta tradición del movimiento feminista, buscando esos lazos, sobre todo en un país imperialista como el Estado español, en el que miles de mujeres inmigrantes son triplemente explotadas y oprimidas: sin sanidad, con trabajos sin contrato y precarios haciendo de cuidadoras o limpiando pisos u hoteles de lujo. Que no tengan derecho al aborto seguro y gratuito es parte de la negación de muchos otros derechos que el movimiento feminista y de mujeres debemos reivindicar, como hacían las mujeres norteamericanas junto a las mujeres negras y latinoamericanas, y junto a todos los sectores oprimidos.
Los constantes ataques que sufren nuestros derechos, como el del aborto que es continuamente cuestionado, son muestra de que no podemos esperar una evolución de derechos bajo el capitalismo y que estos pueden retroceder en cualquier momento. Los derechos conquistados bajo el capitalismo son limitados en el tiempo –como el derecho al aborto, que ha retrocedido respecto a las más jóvenes y las inmigrantes- y respecto a su alcance –de nuevo, el derecho al aborto y la exclusión de parte de la población.
Por lo tanto, es necesario que el movimiento feminista defienda el derecho al aborto universal, para todas las mujeres independientemente de su procedencia, situación económica o edad.
En el caso de las mujeres inmigrantes, supondría luchar por otros derechos y, por ejemplo, cuestionar la reaccionaria ley de extranjería que beneficia al Estado capitalista y sus instituciones. En el de las jóvenes y aquellas mujeres con «capacidad modificada legalmente» -así aparece en la ley tras la modificación de 2015 para referirse a mujeres con Síndrome de Down, autismo, etc.-, por cuestionar la moral conservadora en lo que a su sexualidad se refiere.
Rescato la pregunta que hace Andrea D’Atri en el libro ‘Pan y Rosas: pertenencia de género y antagonismo de clases en el capitalismo’ «¿Acaso solo podemos aspirar a una restringida emancipación, limitada a sectores minoritarios que gozan de algunos derechos democráticos, en determinados países, a expensas de la extensión de brutales agravios contra la inmensa mayoría de las mujeres a escala global?» A la que suma esta otra «Ante la emergencia de un nuevo período de crisis económica, social y política ¿Cómo hacer que la “ampliación de derechos” conquistada no cristalice como estrategia última de integración, sino que se transforme en un punto de apoyo para una lucha radical por la emancipación de las más amplias masas femeninas?»
El movimiento feminista y de mujeres de las décadas de los ’60 y ’70, en la década de 1980 con la restauración conservadora de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, renuncia a la perspectiva de transformar esta sociedad y con el abandono de la lucha en las calles acabó institucionalizándose. Por eso, uno de los grandes desafíos que tiene por delante el movimiento feminista y de mujeres es recuperar las banderas de la transformación social, en la lucha por conquista su emancipación y acabar con toda opresión.
Nuestra lucha contra la opresión de las mujeres es junto al resto de oprimidos y oprimidas, de explotados y explotadas por el sistema capitalista. No negamos los derechos democráticos conseguidos gracias a la lucha y la movilización de las mujeres, así como su impacto en la vida de millones de mujeres, pero no nos limitamos a esta consecución y por eso nuestra crítica y nuestra lucha es contra la raíz del problema: el capitalismo.