El trabajo, como fuente única de generación de valor, y del plusvalor, es el pilar de todo el edificio conceptual de El capital. No sorprende que la teoría del valor haya estado bajo ataque casi desde que fue formulada, ya que demuestra cómo la explotación es la base del capitalismo. Las críticas han ido desde el intento de probar las inconsistencias en el desarrollo conceptual de Marx, hasta el planteo de que una economía capitalista que se habría transformado a tal punto, requeriría otras leyes para ser explicada. Ya hemos discutido en oportunidades anteriores con planteos de esta índole [1].

En este artículo discutiremos la tesis del “capitalismo cognitivo”, que afirma que el capitalismo se habría transformado en una economía del conocimiento, lo que significaría un cambio cualitativo en las bases de la economía capitalista analizada por la economía política clásica y el propio Marx [2]. Muchos autores que la defienden lo hacen abrevando en conceptos de Marx, pero para cuestionar postulados centrales de su teoría del valor.

 

Producción de conocimiento y capital

Bajo el rótulo de “capitalismo cognitivo” se encierra la idea de que el conocimiento es “el principal factor productivo” [3]. Lo que se quiere decir es que la centralidad de la producción de valor, y de ganancia, habría salido de la esfera de la producción de mercancías físicas. En las ramas más dinámicas de la economía capitalista actual (informática, máquinas herramienta complejas, biotecnología, nanotecnología, etc.) la relevancia creciente de la aplicación de conocimiento habría desplazado a la explotación de la fuerza de trabajo como fuente de valorización fundamental del capital. Como es obvio, el metabolismo social no ha dejado de apoyarse para su reproducción en una diversidad de producciones materiales en las que la agricultura y la industria siguen siendo pilares elementales. Pero también aquí, como vemos con los transgénicos, el rol de la producción de conocimiento y su posterior aplicación en la producción, ha sido un elemento clave para desarrollar nuevas potencias productivas (así como nuevos riesgos [4]). La importancia adquirida por la investigación y desarrollo aplicados a la producción se ve expresada en la manera en que los desarrolladores de innovaciones son los que captan la mayor proporción de la plusvalía. Por ejemplo, aunque el iPad y el iPhone de Apple son manufacturados en China y utilizan componentes fabricados en Corea del Sur y otros países, es Apple quien se lleva la gran tajada: sus ganancias representaban en 2010 el 30 % del valor del producto en el caso del iPad, y el 58 % en el del iPhone [5]. De esta forma, el eslabón de la innovación, la investigación y desarrollo, incrementó su capacidad de captar el valor de las cadenas productivas.

Para Yann Moulier-Boutang, hemos pasado a un régimen de acumulación “en el cual el objeto de la acumulación está principalmente constituido por el conocimiento que se convierte en el recurso principal del valor” [6]. El autor considera que bajo el capitalismo cognitivo “se disuelve la tradicional frontera entre capital y trabajo” [7]. Tomando la categoría de Marx de general intellect [8] sostiene que este “hace ahora las veces de los viejos medios de producción”.

“¿Quién detenta la propiedad de los medios de producción?”, se pregunta Olivier Blondeau, quien sostiene que “el intercambio de trabajo abstracto e intercambiable por un salario” ha dado paso a una nueva relación, en la que el asalariado “no puede ser plenamente expoliado” [9]. El trabajo no sería la fuente excluyente ni más relevante del valor, ni por tanto del plusvalor. La ganancia se habría emancipado así de la necesidad de explotación de la fuerza de trabajo. Estamos, como podemos imaginarnos, ante una cuestión crucial para la teoría de Marx.

Sin embargo, sería erróneo considerar que este rol acrecentado de la aplicación de conocimiento en la producción, que erosiona el valor captado por los productores manufactureros directos en beneficio de otros eslabones, debería replantear los términos de la teoría del valor desarrollada por Marx.

Podemos decir que el conocimiento, cualquiera sea su nivel de abstracción, conforma una percepción, teorización y comprehensión de la realidad objetiva. El valor de uso del conocimiento es el destino que se le puede dar a dicho conocimiento. Este valor de uso nuevo, ¿es además portador de valor? Esto nos remite a la distinción realizada por Marx entre trabajo productivo e improductivo, que rige tanto para los trabajos que realizan procesos materiales objetivos, como para aquellos cuyo producto es el conocimiento. En un caso como en otro podemos decir que si su producción es organizada en forma capitalista, será una mercancía portadora de valor, y por tanto de plusvalor efectivamente la producción y circulación de los productos del conocimiento está en su abrumadora mayoría organizada en términos capitalistas y no se basa, como pretenden nociones como la “nueva economía” y la “sociedad de la información”, en un “empoderamiento” generalizado de quienes realizan un  trabajado productor de  conocimiento. Por el contrario, en su abrumadora mayoría están sujetos a la dominación del capital. Al igual que en los demás terrenos de la producción, los medios de producción y los recursos financieros están concentrados en manos de unos pocos propietarios. La complejidad de las actuales investigaciones, con sectores como la nanotecnología y la biotecnología entre otros, exigen recursos de capitales gigantescos. Por eso, aunque el trabajo complejo que desarrollan los ingenieros y científicos reciba una remuneración que es un múltiplo elevado de la de los asalariados promedio, está también sometido a las condiciones de la valorización capitalista. Es decir, que la condición bajo el cual el capital contrata y pone a trabajar a esta fuerza de trabajo, es que en su producción genere plusvalor, es decir, que produzca más valor de lo que el empresario debe desembolsar para adquirir esa fuerza de trabajo.

Pero, ¿cómo puede medirse la productividad del trabajo productor de conocimiento, y por lo tanto el valor y el plusvalor? Al igual que en todo trabajo humano que elabora mercancías –ya sea que se trate de mercancías físicas o no–, este nos presenta dos facetas: como trabajo concreto y como trabajo abstracto. Y, como trabajo productor de valor queda reducido, en cuanto trabajo abstracto, a una cantidad de gasto de energía humana indiferenciada, una gelatina de trabajo como la definía Marx. Este trabajo reducido a su dimensión abstracta es el trabajo considerado en su atributo de productor de valor. Tenemos, entonces, en la producción de conocimiento, el fruto de un trabajo que tiene el carácter bifacético que Marx encuentra en todas las mercancías, y que desentraña en los primeros apartados del tomo I de El capital.

Rige tanto para todo trabajo que elabora mercancías físicas como para el trabajo mental, que la cantidad de valor materializada en una x cantidad de tiempo está determinada por la relación entre la potencia de este trabajo respecto del trabajo más simple [10]. En términos de trabajo abstracto, todos los trabajos equivalen a una n veces ese trabajo simple, y por lo tanto, el valor producido en una x cantidad de tiempo será igual a n multiplicado por x. La posibilidad de esta reducción de trabajo complejo a trabajo simple no está condicionada por el carácter objetivo, físico, de los productos del trabajo. De esta forma, resulta completamente mensurable el valor generado por el trabajo productor de conocimiento. Y también el plusvalor, que surge de la diferencia entre el valor producido por la fuerza de trabajo durante la jornada, y el valor que el capital debe desembolsar por ella.

Aunque la productividad en la producción de conocimiento no puede medirse en términos de la relación entre unidades de producto y capital desembolsado en una determinada cantidad de tiempo, sí es posible medirla en términos de los efectos que tiene sobre los medios de producción en cuya eficiencia colabora; así, la productividad del conocimiento puede medirse a través de los incrementos de productividad del trabajo que permiten los nuevos medios de producción que contribuye a desarrollar. Esto último nos muestra que no solo no hay trastocamiento de las condiciones de valorización definidas por Marx sino que al contrario, la importancia del conocimiento en la producción capitalista contemporánea está determinada por su capacidad de elevar la productividad del trabajo. Esto revela la unidad estrecha entre la producción de conocimiento y las demás esferas de la producción de mercancías.

 

¿Conocimiento de acceso gratuito?

Otra tesis central del capitalismo cognitivo es que el “conocimiento social gratuito es apropiado y transformado en una fuente de ganancia privada” [11]. La referencia sería a los contenidos de acceso libre, pero también a los efectos que tiene la conectividad, creando una “red de cerebros cooperantes” con “externalidades positivas” para el capital [12]. Como resultado de ambos efectos, según esta línea de argumentación, “la explotación directa se está convirtiendo en menos importante como fuente de la ganancia”. Ambas dimensiones mostrarían un alejamiento “de la imagen que da Marx del capitalismo clásico” [13].

Sin embargo, no es de ningún modo cierto que nos estemos moviendo hacia un sistema en el que la producción (ya sea de conocimiento, información o de valores de uso físico) se apoye de forma creciente en conocimiento de acceso gratuito. Las aplicaciones de código abierto son una de varias iniciativas para compartir conocimiento asegurando el acceso gratuito a través de la red adoptadas por diversas organizaciones e individuos, el creciente predominio de los gigantes de la informática y de desarrollo de aplicaciones y software, por solo nombrar un ejemplo, se mueven  en sentido contrario. Los derechos de propiedad intelectual y las patentes, los DRM (manejo de derechos digitales) y demás dispositivos de control se multiplicaron como una forma de regular las condiciones de apropiación y reproducción de los valores de uso, cuya circulación gratuita queda entonces restringida.

Pero incluso considerando el “conocimiento social gratuito” que sí existe, como es el software libre que es aprovechado por diversos capitales en sus procesos productivos, esto tampoco conlleva un cambio en las condiciones de valorización del capital. Sencillamente se ha convertido en un presupuesto de la producción que el capital obtiene sin requerir desembolsos adicionales, porque accede a él gratuitamente. Pero esta reducción de costos no es lo mismo que una generación positiva de plusvalor. El conocimiento o las aplicaciones de acceso gratuito que tienen efectos en la producción de bienes y provisión de servicios representan así una disminución de los costos de dicho capital; si pueden tener efectos sobre la tasa de ganancia del capital es porque reducen los desembolsos en lo que Marx define como capital constante [14].

 

Valor y ganancia en las plataformas digitales

En la última década y media presenciamos la explosión de internet; grandes corporaciones proveen a través de ella, de forma gratuita, múltiples servicios, desde el correo electrónico hasta distintas aplicaciones. Estas empresas han multiplicado su valor desde su salida a la bolsa, mostrando una perspectiva de ganancias muy atractiva para los accionistas. Google por ejemplo multiplicó 16 su valor accionario en 11 años. Facebook salió a bolsa en 2012 y hoy vale más del doble.

¿Qué relación podemos ver entre las ganancias de estas empresas y la ley del valor? Google, por ejemplo, basa su estrategia de negocios en la “minería de datos”a una escala gigantesca. Sus principales ingresos provienen –aunque no exclusivamente– del “trabajo” de los usuarios al utilizar YouTube, GoogleDocs, Gmail, realizar una búsqueda, leer noticias, utilizar sus juegos o el sistema operativo Android. Los usuarios no pagan por ninguno de estos servicios, pero generan información al utilizarlos.

Con el uso de las plataformas cibernéticas los usuarios acceden a contenidos y servicios útiles, como ocurre con otros medios a los que también se accede de forma gratuita (televisión, radio). Podemos decir que esos servicios –y en algunos casos las aplicaciones– a las que los usuarios acceden gratuitamente son el producto de un trabajo necesario, y realizado en condiciones capitalistas es un trabajo productor de valor; vale entonces lo que hemos analizado arriba. Pero no es esto lo que venden las plataformas, sino que brindan estos servicios para “producir” la “mercancía” que van a vender: los datos-perfiles capturados por el uso de la plataforma, “como espacios publicitarios seguros, predecibles y meticulosamente adecuados a cada usuario en tiempo real” [15]. Lo que venden las empresas, la transformación de información y datos en perfiles publicitarios, es un servicio que cumple como función  “facilitar y direccionar la publicidad aumentando su efectividad, con el fin de reducir el tiempo de circulación de las mercancías publicitadas”. Lo que sustenta la rentabilidad de las empresas, entonces, es un trabajo cuya función es operar en la esfera de la circulación de los capitales que contratan los servicios de Google para facilitarla venta de sus mercancías (de vuelta, lo mismo vale acá como en la venta de publicidad en la que basan su negocio las emisoras de radio o TV) [16]. Los capitales que se vinculan con Google en la circulación adquiriendo sus “mercancías” pagan las ganancias de Google con plusvalía extraída a sus obrerospara colocar publicidad en las plataformas –es decir, mantienen con esta la misma relación que con cualquier otro capitalque funciona en la esfera comercial y que obtiene sus ingresos de la plusvalía generada en otros sectores–. Sin embargo, hay una peculiaridad. Lo que pagan los capitales que contratan empresas como Google no solo –ni siquiera mayormente– es el producto de un trabajo improductivo, sino que solventan el trabajo productivo de las plataformas digitales (es decir el que se destina a generar los contenidos por parte de las plataformas o por terceros y el que asegura el funcionamiento de las redes y organiza el acceso a esos contenidos) al mismo tiempo que pagan por el trabajo improductivo, que es el destinado a la producción de datos-perfiles. De esta forma, las plataformas digitales realizan un trabajo generador de valor, pero que no es pagado por quienes consumen los valores de uso que este genera, sino por quienes adquieren los espacios publicitarios basados en los datos-perfiles que los usuarios contribuyen a crear.

 

Nuevas formas de una misma contradicción

Como vemos, no tenemos motivos para apurarnos a descartar la actualidad de la obra magna de Marx. Lo cual no significa que las fuerzas productivas crecientemente socializadas y la importancia de la aplicación de la ciencia en la producción no creen formidables dificultades al capitalismo. Como sostiene Michel Husson, el capital afronta “cada vez más dificultades para dar una forma mercantil a valores de uso nuevos, inmateriales y potencialmente gratuitos” [17].

Esto lo entrevió Marx tempranamente. En los Grundrisse afirmaba que con el avance “del estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología, o de la aplicación de esta ciencia a la producción”, “el robo de tiempo de trabajo ajeno sobre el cual se funda la riqueza actual, aparece como una base miserable comparado con este fundamento” [18]. Pero bajo condiciones de producción capitalistas “la riqueza no puede independizarse de su forma aunque el desarrollo de las fuerzas productivas choque progresivamente con esa forma”. La riqueza actual no puede abandonar su forma a menos que deje de ser riqueza en el sentido específicamente capitalista es decir, robo de trabajo ajeno [19].

El capital, que parte del análisis de la mercancía, expresión más simple de las formas que adquiere el trabajo social en este modo de producción para develar sus secretos fundamentales, conserva su vigor para hablarnos del capitalismo del siglo XXI.

 



[1] Ver Paula Bach, “El sector servicios y la circulación del capital: una hipótesis”, Lucha de clases 5, 2005 y Paula Bach, “Valor, forma y contenido de la riqueza en Marx y en Antonio Negri: una diferencia sutil pero esencial”, Estrategia Internacional 17, 2001.

[2] Entre quienes defienden esta tesis podemos mencionar a Yann Moulier-Boutang, Carlo Vercellone, así como a los principales exponentes del operaísmo y posoperaísmo italiano Paolo Virno y Tony Negri.

[3] AA.VV., Capitalismo cognitivo, propiedad intelectual y creación colectiva, Madrid, Traficantes de sueños, 2004, p. 18.

[4] Ver Santiago Benítez-Vieyra y Matías Ragessi, “Transgénicos: la biodiversidad en manos del capital”, IdZ 15, noviembre 2014.

[5] Kenneth L. Kraemer, Greg Linden y Jason Dedrick, “Capturing Value in Global Networks: Apple’s iPad and iPhone”, http://www.sciencespo.fr, julio 2011.

[6] Yann MoulierBoutang, “Nouvelles frontières de l’économie politique du capitalism cognitif”, éc/artS 3, 2002.

[7] Yann Moulier-Boutang, Cognitive Capitalism, Nueva York, John Wiley & Sons, 2011.

[8] Marx utiliza este concepto en el fragmento sobre las máquinas en Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (1857-1858). Grundrisse, vol. 2, México DF, Siglo XXI, 1976, pp. 216- 230. Marx señalaba la creciente aplicación de la ciencia al proceso productivo, objetivada en el sistema de máquinas, de tal forma que “el conocimiento o el knowledge social general se ha convertido en fuerza productiva inmediata”.

[9] Olivier Blondeau, “Génesis y subversión del capitalismo informacional”, en Capitalismo cognitivo, ob. cit., pp. 35-6.

[10] “Por más que una mercancía sea el producto del trabajo más complejo su valor la equipara al producto del trabajo simple y, por consiguiente, no representa más que determinada cantidad de trabajo simple” (Karl Marx, El capital Tomo I, México DF, Siglo XXI, 1976, pp. 54-5).

[11] Tessa Morris-Susuki, “Robots y capitalismo”, en Jim Davis, Michael Stack, Thomas A. Hirschl, Cutting Edge: Technology, Information Capitalism and Social Revolution, Londres, Verso, 1997, p. 63.

[12] Yann Moulier-Boutang, Cognitive Capitalism, ob. cit., p. 55.

[13] Tessa Morris-Susuki, “Robots y capitalismo”, ob. cit., p. 63.

[14] Marx define así la parte del capital que existe bajo la forma de medios de producción y cuyo valor no cambia de magnitud en el proceso de producción. Es decir, se trata de todo aquel desembolso que no está destinado a la compra de fuerza de trabajo.

[15] Andrés Rabosto, “Apuntes para una crítica de los estudios de la web”, Hipertextos 2, Vol. I, Buenos Aires, enero/junio de 2014.

[16] Ver Paula Bach, “El sector…”, ob. cit.

[17] Michel Husson, “¿Hemos entrado en el “capitalismo cognitivo?”, Lucha de Clases 2, mayo 2004.

[18] Karl Marx, Elementos…, ob. cit., pp. 227/8.

[19] Paula Bach, “Valor, forma…”, ob. cit.

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