Tras la histórica manifestación por la independencia de la pasada Diada, Artur Mas apostó a que debía ser CiU, con él a la cabeza, quien dirigiese el fuerte movimiento democrático que había llenado como nunca las calles de Barcelona. Dos días después de la Diada, y tras reclamar un Estado propio en el desayuno de un lujoso hotel de Madrid, justificaba su giro soberanista en privado asegurando que “No podemos dejar este proceso en manos de ERC, no podemos permitir que el pueblo de Cataluña se lance en sus manos en un momento así”. ¿Qué temía Mas? Que las justas aspiraciones a la autodeterminación pudiesen ser dirigidas y capitalizadas por ERC. No por falta de confianza en este partido en sí mismo, sino en su capacidad de evitar que el movimiento tomara un rumbo independiente de los partidos tradicionales y la vía institucional.

25N, una ruta de desvío a la lucha social y democrática con serios obstáculos

El objetivo más inmediato de la convocatoria electoral era sacar la lucha por el derecho de autodeterminación de la calle, y llevarla a las urnas. Un desvío electoral efectivo gracias a la política de la ANC y el conjunto del independentismo, que desde el 11S no ha vuelto a salir a la calle. La imagen de que el 25N sería una jornada histórica, el antecedente inmediato -casi protocolario- a una próxima declaración de independencia o un referéndum de autodeterminación, abonaba esta función de desvío. Incluso también ha afectado al resto de la movilización social en Catalunya. Lo estamos viendo en el movimiento estudiantil que no ha remontado todavía el vuelo después de las vacaciones, o en la misma huelga del 14N, donde a pesar del fuerte acatamiento y las masivas manifestaciones, fue menos militante y menos combativa que el 29M.

Sin embargo, vistos los resultados, este desvío parece que va a ser bastante episódico porque el objetivo más estratégico de CiU ha quedado bastante debilitado. Su aspirada mayoría absoluta, o al menos significativamente más fuerte que la obtenida en 2010, buscaba asentar el desvío institucional de la cuestión nacional catalana. Encauzarla con la legitimación de las urnas hacia algún proceso de acuerdo y negociación con el Gobierno central y la UE, en la que como máximo se apelaría a las movilizaciones como refrendo a la política del Govern en sus regateos con Madrid o Bruselas. Al mismo tiempo un nuevo Govern más fuerte podría aplicar en mejores condiciones la agenda de ajustes y recortes. Estas metas están hoy más lejos de alcanzarse que antes de las elecciones.

Los bloques nacionales quedan en tablas pero con su composición polarizada

La amarga victoria de CiU se acompaña con una subida muy escasa del bloque nacional que aspiraba a capitanear. En total la suma de los diputados de CiU, ERC y ICV-EUiA es dos escaños inferior a la que antes sumaban estas mismas fuerzas y SI. Sólo si sumamos los 3 diputados de las CUP -que no han aclarado todavía si apoyarían las iniciativas nacionales del bloque- se supera en uno los diputados soberanistas de la pasada legislatura. Además en la configuración del bloque ha habido un corrimiento hacia posiciones más abiertamente independentistas y hacia opciones reformistas de izquierda y de la nueva izquierda “anticapitalista”. El “temor” de Mas a que se fortaleciera el flanco izquierdo del independentismo catalán se ha confirmado.

Al mismo tiempo el bloque abiertamente españolista avanza 7 escaños, sobre todo con el ascenso de la centralista y populista, Ciutadans. Se llevan el gato al agua de la polarización por derecha en clave españolista. El PSC, ubicado en el medio y tironeado por las disputas internas y con la Ejecutiva del PSOE en torno al derecho a decidir, se deja 8 escaños. Menos de lo esperado, pero igualmente el peor resultado de su historia.

Todo ello que expresa que Catalunya vive una creciente polarización en clave nacional, y también a la izquierda y en menor grado a la derecha en el bloque españolista.

¿Cómo va a gobernar Mas? ¿Y la hoja de ruta hacia el Estado propio?

Las primeras declaraciones de Mas reconocían que el resultado deja un escenario difícil. Es así para su proyecto de dotarse de las estructuras de un Estado y también para seguir con la agenda de ajustes.

Hasta ahora CiU aplicaba esta agenda con el apoyo del PP, un socio que muy difícilmente vuelva a colaborar. Más bien Camacho y Rajoy se ubican a la ofensiva, tratando de aprovechar el batacazo de CiU. Otra opción sería buscar acercarse al PSC. Para ello tendría que relajar las demandas nacionales y buscar un acercamiento a las posiciones federalistas. Sin duda dentro de CiU los sectores de Unió y aquellos más ligados al empresariado catalán que se vienen oponiendo al giro de Mas, presionarán en esta dirección. La realidad catalana presiona en sentido contrario. Además, el PSC no parece muy dispuesto a comprometerse con la política de ajustes de CiU. Su objetivo hoy por hoy es recomponerse de la caída electoral, algo clave para el PSC y para el mismo PSOE, que siempre ha contado con Catalunya como un granero de votos clave para alcanzar la Moncloa.

La otra opción, quizá más probable, es un pacto nacional con ERC. Junqueras no se muestra muy reacio a la idea. Su giro a la derecha de los últimos meses muestra que tiene estomago suficiente para tragar los sapos de las políticas de ajuste a cambio de que CiU se comprometa a avanzar en la hoja de ruta hacia el Estado propio. Sería la mejor opción para no perder el mando del movimiento democrático, pero a su vez lo azuzaría aún más. Una situación que tensaría mucho a la misma CiU, sin descartar que se rompa la coalición entre CDC y UDC. Tensaría también las relaciones con el Gobierno central y el Régimen, sin descartar medidas excepcionales como la suspensión de la autonomía catalana que ya piden miembros del PP y el Ejército en la reserva.

Un escenario inestable y peligroso para el Régimen del ‘78

La apuesta de Mas ha resultado inicialmente un fracaso para sus objetivos de desvió. Las dos posibles alianzas que se le presentan para la gobernabilidad de Catalunya son muy inestables y explosivas para el Régimen del ‘78. Ninguna va a tener una concreción fácil y ambas están atravesadas por muchas contradicciones. En ambos escenarios se dan las condiciones para que se agudice la lucha por la independencia y también contra los ajustes y las consecuencias de la crisis. Si CiU “renuncia” a liderar el proceso nacional a cambio de pactar con el PSC, este será seguramente capitalizado por ERC que mantiene una estrategia de negociación y colaboración con la burguesía catalana idéntica a la de Mas y la ANC. Si el pacto es entre CiU y ERC, su compromiso será sacar de la calle la cuestión catalana como hasta ahora.

Sin embargo cualquier escenario va a estar en el marco de un creciente cuestionamiento en Catalunya y el resto del Estado español del Régimen del ‘78, su Monarquía, la opresión nacional, su sistema de partidos, la sumisión a los planes de la banca y la patronal, la corrupción… como expresó inicialmente el 15M o más recientemente el 25S, y sobre todo la Diada. Esto queda patente también en la creciente salida a la escena política de la juventud indignada, que no puede esperar nada del sistema capitalista, y también de cada vez más sectores de trabajadores. Un escenario difícil para el próximo Govern, como para el Gobierno de Rajoy y el mismo Régimen del ‘78.

Las CUP tienen la oportunidad de utilizar sus tres diputados y el amplio apoyo social que han cosechado para impulsar la movilización por el derecho de autodeterminación y contra los ajustes. Pero para vencer, para conquistar el derecho de autodeterminación, acabar con la Monarquía, resolver nuestros grandes problemas de paro, vivienda, educación… será necesario dotarse de una estrategia de independencia de clase y revolucionaria que tenga como actor central a la clase trabajadora y los sectores populares aliados a ésta. Sólo así podremos imponer una alternativa de fondo a la estrategia de CiU, ERC, la ANC o las burocracias sindicales. Una alternativa que levante un programa que avance sobre la gran propiedad capitalista para dar solución todos nuestros problemas sociales y se proponga resolver las grandes cuestiones democráticas por medio de un proceso revolucionario, desechando toda ilusión en la vía institucional o en la “radicalización de la democracia”.

Lamentablemente, este no es el contenido del programa y el proyecto de las CUP. Está todavía por delante la tarea de construir una organización de trabajadores y jóvenes que pelee por esta perspectiva, un verdadero partido revolucionario de trabajadores. Para esta tarea los trotskistas de Clase contra Clase esperamos confluir con miles de jóvenes y trabajadores combativos -algunos de ellos puede que actuales votantes o militantes de las CUP- que hoy enfrentan los ajustes, despidos, la represión policial… y que en las siguientes batallas vayan convenciéndose de la necesidad de levantar una estrategia obrera y revolucionaria para poder vencer al Régimen del ‘78 y el capitalismo.

 

Publicado por Santiago Lupe

Santiago Lupe | @SantiagoLupeBCN :: Barcelona

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