El discurso de investidura del candidato a President de la Generalitat ha presentado su programa de gobierno. Si despejamos su programa de la palabrería ornamental, una palabra las define: continuidad. Las políticas aplicadas en los últimos años por CiU y apoyadas por ERC, seguirán siendo la tónica.
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El plan de emergencia social ya fue anunciado durante las negociaciones. Sus propuestas cuentan con un techo presupuestario tan bajo que se queda en agua de borrajas. 210 millones, o lo que es lo mismo un 96% menos que el que planteaba la CUP en su programa electoral. La medida “estrella” de este paquete es la renta garantizada de ciudadanía. Sin embargo más allá del término, la propuesta se limita a una reforma de la renta mínima de inserción. Un subsidio de hambre que no saca de la exclusión social a sus receptores.
¿Se podía esperar algo más? Difícil viniendo de CDC. Más difícil todavía si el candidato de “consenso” es un alcalde que presentó como propuesta para su municipio poner candados en los contenedores de basura de los supermercados para evitar que se rebuscara entre las bolsas para encontrar comida. Esos pobres, según sus propias palabras generaban a los gironeses de bien una gran “alarma social”.
Puigdemont también ha tenido palabras para manifestar su compromiso con el derecho a la vivienda, el sistema de salud y la educación. Pero lo que ha estado totalmente ausente han sido medidas y sobre todo cifras. Demandas tan básicas como moratoria de desahucios, dación en pago o parque de viviendas sociales no se han pronunciado. Sobre los recortes de los últimos años ni una palabra sobre si se mantendrán o no. Lo más importante, la palabra “pública” parece impronunciable por el delfin neoliberal de Mas.
El sistema sanitario catalán seguirá siendo un coto de negocio para la patronal sanitaria. El conseller saliente, Boi Ruiz, es directivo de la patronal de hospitales, puede marchar tranquilo. La educación concertada puede respirar tranquila. El Opus, la Iglesia y la patronal educativa mantendrán sus privilegios y subvenciones. La Ley marco en este terrero seguirá siendo la LEC, la misma ley privatizadora que encendió el rechazo de la comunidad educativa.
También ha tenido palabras “bonitas” sobre la crisis de los refugiados. Ha anunciado que se ofrecerá educación, sanidad y atención psicológica a los que lleguen a Catalunya. Lo que no ha dicho es que eso es simplemente cumplir con la ley vigente sobre el derecho de asilo. Y lo que tampoco ha dicho es que su propuesta es limitarse a recibir la parte del cupo miserable que ha pactado el Gobierno de Rajoy con la Comisión Europea.
Si esta es la política para las clases populares ¿Cual será la política hacia las 200 grandes familias cuyos intereses lleva cuatro décadas defendiendo CDC? Seguir poniendo la Generalitat a su servicio.
Puigdemont ha anunciado que se mantendrán las ayudas a la industria. Ya hemos visto que quiere decir esto. Millones de dinero público en subvenciones que muchas veces es empleado en financiar planes de deslocalización. O aún peor ayudas directas para pagar las indemnizaciones por despido, como pasó con la última tanda de despedidos de Panrico. El govern seguirá “mediando” en los conflictos obreros como acostumbra y hemos visto en esa misma lucha y otras muchas, barriendo para el lado de la empresa. O lo que es lo mismo, barriendo para casa.
Ha puesto un especial énfasis en las ayudas al sector exportador y a las empresas catalanas que convierten a Catalunya en una potencia a nivel internacional. El nuevo govern mimará, igual que los anteriores, a las grandes multinacionales catalanas que son parte del expolio imperialista -junto a las españolas, europeas y norteamericanas-. Tampoco puede sorprender a nadie. Quien hablaba es un conocido defensor nada menos que del Estado de Israel y su régimen de apartheid, como han denunciado las organizaciones de solidaridad con el pueblo palestino.
Con una propuesta así son aún más incomprensibles las declaraciones de varios dirigentes de la CUP que tratan de vender el acuerdo firmado con JxSí ayer como un éxito. Mas ha perdido el sillón -sin renunciar a volver a presentarse más adelante- pero ha conseguido salvar a CDC, que quedó por detrás del PSC el pasado 20D, y lo más importante garantizar un govern de continuidad con las políticas en defensa de los intereses de “su gente”.