Compartimos con nuestros lectores un post de Juan Dal Maso, publicado originalmente en su blog Los galos de Asterix.
El discurso del compañero Emilio Albamonte en el emotivo acto de despedida de nuestro compañero Leo Norniella, sirve de impulso, entre otras reflexiones, pera pensar sobre las relaciones entre la izquierda militante y la clase obrera y retomar el tratamiento de la «cuestión del sujeto» en la actualidad, por parte de ciertas izquierdas que hoy están de moda.
Para esto, continuaremos explorando la «herencia althusseriana» de Syriza y PODEMOS, y su afinidad con las posiciones que rezan: La clase obrera no puede ni debe constituirse como sujeto.
En su libro polémico La Lección de Althusser, que ya habíamos comentado acá, Jacques Rancière señalaba la afinidad entre las posiciones de Althusser y el clima del medio universitario después del ’68:
«Hoy en día la lucha contra el humanismo teórico y la filosofía del sujeto ¿es una lucha de clases importante en la filosofía? Mire alrededor suyo: en ese punto, la Universidad francesa de 1973 está tan pacificada como la sociedad soviética de 1936. No hay un solo lugar donde no se proclame la muerte del hombre y la liquidación del sujeto: en nombre de Marx o de Freud, de Nietzsche o de Heidegger, del ’proceso sin sujeto’ o de la ’deconstrucción de la metafísica’, grandes y pequeños mandarines van por doquier, acechando ’al sujeto’ y expulsándolo de la ciencia, con el mismo ardor que ponía la Tía Betsy al echar a los burros de su césped en David Copperfield. La única lucha entre nuestros filósofos universitarios versa sobre lo siguiente: ¿con qué salsa nos comeremos ’el sujeto’? En cuanto al hombre (…) De hecho, los únicos que todavía se atreven a hablar de él, sin más precauciones, son los trabajadores.» (La Lección de Althusser, LOM Editorial, Santiago de Chile 2013, pág. 105).
A este «comerse al sujeto en la salsa universitaria», Rancière le oponía las voces de las luchas obreras desde 1840 en adelante, incluidas las de la toma de la fábrica LIP en 1973. Hoy podríamos oponer las voces de los proletarios de VIOME y París 8 a los nuevos «mandarines» que consumen salsas similares pero más rancias, mientras sueñan con el «asalto al poder» por la vía del marketing electoral o dilapidan en cuotas el apoyo popular en aras del «mal menor».
Se podría objetar que Pablo Iglesias reivindica a Laclau y a «Gramsci» más que Althusser y que Tsipras a Berlinguer, Togliatti y Gramsci. Sin embargo o precisamente de eso se trata: Althusser, el eurocomunismo y el posmarxismo tienen denominadores comunes.
Ellen Meiksins Wood, en un trabajo escrito en los años ’80 reconstruía la sucesión de acontecimientos desafortunados que va del eurocomunismo y la teoría del Estado de Poulantzsas hasta el posmarxismo, marcando como denominador común entre ellos el desplazamiento de la lucha de clases por formas diversas de enfrentamiento entre «bloques populares» y «bloques de poder»; señalaba asimismo la relación de afinidad entre el «althusserismo» y el posmarxismo, aparentemente opuestos:
«Es posible decir que el falso dualismo entre el determinismo absoluto y la contingencia absoluta, así como la caracterizacíon de la historia como una irreductible contingencia, siempre han sido temas implícitos en el estructuralismo althusseriano. (…) El mundo de la estructura -caracterizado por relaciones definidas y estructuradas- pertenece a la esfera de la teoría autónoma, en tanto que el mundo empírico -el objeto del conocimiento histórico- es un mundo de contingencia y arbitrariedades». (¿Una política sin clases? El post-marxismo y su legado, Ed. RyR Bs. As. 2013 pág 156)
PODEMOS se apoya en la teoría de la «hegemonía» versión Laclau, porque expresa precisamente la idea de una «socialdemocracia de izquierda» (como dijo recientemente Chantal Mouffe en entrevista con Iglesias) apoyada en un conjunto de movimientos que «no llegan a ser sujeto», lo cual de paso unge como protagonistas del proceso político a los intelectuales. La inflación del componente discursivo en la conformación de las identidades políticas conlleva como decía Meiksins Wood en el libro ya citado, la pregunta «quién será el portador del discurso (…) La primera respuesta es: nadie. O todos.» (pág.135).
Ese «nadie o todos» terminan siendo primero los intelectuales y después el Estado, a quien Iglesias presenta como «la última esperanza de los pobres» en la misma conversación con Chantal Mouffe.
Los defensores de Syriza y PODEMOS pueden argumentar, como ya han hecho en otras ocasiones, que la clase trabajadora no asume espontáneamente la posición que nosotros pretendemos atribuirle. Este argumento desconoce en primer lugar que la clase obrera es internacional y no se limita a algunos países europeos en los cuales la situación puede ser más desfavorable (aunque casualmente en esos países militan esas «izquierdas»), que su gran heterogeneidad a escala internacional permite que mientras en algunos lugares la izquierda ni siquiera lucha contra los cierres de fábricas en otros, como Bangladesh, Sudáfrica o la misma China se levanten nuevos valerosos y enormes ejércitos proletarios que no están de acuerdo con eso de darse por perimidos; y por otra parte, en función del sustituismo del sujeto proletario por una suma de fenómenos cualesquiera, terminan anulando cualquier reflexión estratégica tendiente a la hegemonía obrera, en función de «apoyar lo que hay» en el espectro de las izquierdas reformistas.
Entonces, al espíritu «althusseriano» que habíamos señalado en Syriza y PODEMOS, por su política centrada en las maniobras por arriba en lugar de la movilización desde abajo y su visión retrospectiva «moderada» de los ’70 (eurocomunismo sin ’68) cabe sumarle una «teoría» tributaria de una «izquierda sin sujeto», que a su vez postula una «toma de posiciones» sin «guerra de posición«.
Un cuchillo sin hoja… que no tiene mango…