María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, mejor conocida como la duquesa de Alba, ha muerto en la mañana del jueves a los 88 años, tras días ingresada en el Hospital Sagrado Corazón de Sevilla. Su estado era inconsciente a causa de diversos problemas respiratorios y ayer fue trasladada nuevamente a su residencia, el Palacio de Dueñas.
El traslado de la aristócrata no auguraba noticias positivas. Cuando por la noche llegó al palacio su confesor personal y asesor espiritual, el padre Jiménez, un jesuita heredero de una importante fortuna ganadera, empezaron a saltar todas las alarmas en los medios de comunicación.
Al ritmo que el padre Jiménez le administraba la santa extremaunción, las mejores plumas del país se afanaban en escribir los más embellecedores obituarios sobre la duquesa de Alba. Los últimos renglones de una casta de periodistas que han dedicado las últimas décadas a realzar la figura de una de las mayores terratenientes de Europa. Unos apellidos y una Casa, la de Alba, que representan los vestigios caducos de la nobleza española.
Pocas personalidades de tan alta alcurnia han conseguido una cohorte periodística tan a su merced como la duquesa. Ni siquiera Juan Carlos I -padre del actual rey de España- gozó en sus últimos años de la “real pelotería” de la prensa y TV como Cayetana Fitz.
De entre todas las frases para el recuerdo, que han salpicado los periódicos esta mañana, sobresale una en especial: “era una gran defensora del pueblo, establecía una extraña solidaridad con la gente. Era la duquesa del pueblo”. Pero, ¿Qué hizo realmente esta “grande de España” por el pueblo? Cayetana era la XVII duquesa de Alba, XI duquesa de Berwick y la jefa de la Casa de Alba, además de ser catorce veces “grande de España” y la mayor poseedora de títulos nobiliarios y una de las mayores herederas de tierras en toda Europa, sumando miles de hectáreas destinadas a explotaciones agrarias, viviendas y empresas familiares. Sin embargo, de ayudar al pueblo, poco o nada.
La duquesa de Alba destaca entre las primeras beneficiarias de la Política Agraria Común (PAC), la mayor política de ayudas de la Unión Europea. Situándose entre los propietarios más ricos que se apropian del 80% de esta ayuda.
La PAC bonifica a los propietarios de tierras cultivables sin exigir contrapartidas de generación de empleo ni de producción, un sistema que beneficia a los terratenientes y perjudica al pequeño jornalero. La Casa de Alba se lleva cada año alrededor de 2 millones de euros por las políticas de la UE, tan solo por la suerte de haber heredado, junto con su linaje, decenas de miles de hectáreas de tierras.
En 2011 la duquesa de Alba fue denunciada por el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) por la contratación irregular de una veintena trabajadores inmigrantes, que no figuraban inscritos en la Seguridad Social y cuyas nóminas no cumplían con la legalidad.
Además, la Casa de Alba fue denunciada por la presunción de que las subvenciones provenientes de la PAC fueran invertidas en urbanizar gran parte de sus terrenos y no en ayudas para las tierras y en sus trabajadores.
Ya en 2006, miembros del Sindicato de Obreros del Campo (SOC), llevaron a cabo una campaña de denuncia contra Cayetana Fitz. La duquesa, envió fuerzas policiales para reprimir a palos una movilización del SOC contra un acto organizado por el parlamento andaluz, justo en el momento en que estaba siendo nombrada “Hija Predilecta de Andalucía”. De paso, la duquesa aprovechó para proferir todo tipo de injurias e insultos a los trabajadores que se estaban manifestando.
La duquesa fue condenada por los hechos a una sanción económica de 6.000 euros, la cual recurrió alegando episodios de desorientación y pérdida de memoria.
Estos son tan solo algunos episodios de la “grandeza” de Cayetana de Alba hacia el pueblo y los trabajadores. Una mujer que por pertenecer a unos linajes ancestrales, vivió a costa del sufrimiento del pueblo y de los trabajadores. Esta realidad, jamás quedó reflejada en los grandes medios de prensa. Ni siquiera ahora que ha muerto y las loas periodísticas inundan las tertulias televisivas y las portadas de la prensa escrita.
María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, la tan querida e idolatrada duquesa de Alba, pasa a engrosar la lista de los “grandes de España” al servicio del capital que han desaparecido de la faz de la tierra este año, tanto física como políticamente.