La cúpula de Podemos rectifica la postura mantenida durante el verano con respecto a Ahora en Común e inicia procesos de confluencia a nivel regional con dicha formación.
Las fuertes presiones internas, la distancia marcada por parte de figuras como Manuela Carmena, o los pobres resultados de las recientes encuestas, explicarían este viraje de Pablo Iglesias y su equipo.
La confluencia de Podemos con otras organizaciones y actores sociales y su consiguientes negociaciones se están produciendo provincia a provincia, tal y como preveía el polémico referéndum convocado el pasado julio por la cúpula del partido. Sin embargo, se ha producido una novedad en todo este proceso con el reciente acercamiento entre Podemos y Ahora en Común.
Ahora en Común, plataforma integrada por diversas organizaciones y activistas de izquierda por la confluencia, ha suscitado desde su nacimiento el pasado mes de julio los recelos de Pablo Iglesias, que ha visto en la formación una suerte de “sucursal de Izquierda Unida”.
Lo cierto es que IU ha volcado todo el peso de su organización en la constitución de este proyecto –no sin oposiciones internas- ante el temor de reeditar un fracaso como el de las pasadas elecciones del 24M, especialmente en Madrid y Andalucía.
Es precisamente en estas dos Comunidades Autónomas, además de Aragón, donde más se ha avanzado en las conversaciones, vislumbrándose con mayor claridad la posibilidad de un acuerdo Podemos-AeC, que se sumarían a otros territorios donde ya se han iniciado negociaciones para la confluencia con otras fuerzas: Galicia, Valencia, Baleares y Cataluña.
Una transformación en la relación entre ambas organizaciones que contrasta fuertemente con la actitud mantenida hasta hace bien poco por la dirección de Podemos. Mientras que entre los objetivos de Ahora en Común siempre estuvo presentar junto a Podemos una candidatura unitaria en las generales, para los dirigentes de la formación morada la plataforma no era más que una “marca blanca de IU” que ponía en riesgo su estrategia de asalto a las instituciones debido a su “sesgo izquierdista”. Hacia finales de agosto el secretario de Relaciones con la Sociedad Civil de Podemos, Rafael Mayoral, sentenciaba que el proyecto estaba «totalmente fuera de la agenda política del país, por mucho que se hagan esfuerzos un poco artificiales”.
Aparentemente este cambio de actitud estaría motivado por el incremento de las presiones por un proceso de convergencia que procederían tanto desde dentro como desde fuera de la organización. A nivel interno, la fuerte oposición suscitada por el proceso de primarias y la voluntad de amplios sectores de las bases por la participación y la convergencia –muchos de los cuales se habrían pasado a AeC o trabajado desde ambas plazas- habrían motivado las iniciativas de barones regionales como Teresa Rodríguez en Andalucía y Pablo Echenique en Aragón.
Un frente al que se habrían sumado los alcaldes de las candidaturas de unidad popular, que han decidido marcar distancias con respecto al partido de Iglesias.
Paradigmático ha resultado el caso de Manuela Carmena, que ha querido remarcar su independencia con respecto a Podemos y Pablo Iglesias en diversos medios de comunicación. La figura de Carmena ha sido reivindicada tanto por la cúpula de Podemos, que la ha vendido como una constatación del éxito de su estrategia política, como por sus detractores que han visto en la alcaldesa una alternativa al individualismo e hiperliderazgo de Pablo Iglesias.
A esto se han sumado los resultados arrojados por las últimas encuestas que muestran un claro retroceso en intención de voto de Podemos y una estabilización de la caída del bipartidismo con respecto a principios de año. Unos resultados pobres en comparación con las aspiraciones iniciales de Pablo Iglesias y su equipo que ponen en cuestión la posibilidad real de una victoria rápida y el alcance del «momento populista» vaticinado por los teóricos del partido.
Sin embargo, Pablo Iglesias ha marcado sus propias líneas rojas para la confluencia con Ahora en Común y ha hecho saber sus condiciones para que ésta pueda hacerse efectiva. En primer lugar, las negociaciones se están produciendo a nivel provincial, nunca a un nivel superior al autonómico tal y como se aprobó en el pasado referéndum, aunque al parecer en Izquierda Unida estarían por un pacto estatal.
En segundo lugar, exigen la renuncia de Alberto Garzón como número uno en las generales, relegando su papel a presidir la lista unitaria en Málaga. Desde la cúpula de IU parecen dispuestos a aceptar tales condiciones antes de tener que presentarse en solitario y repetir otro batacazo electoral, el propio Cayo Lara ha apoyado estos procesos de coalición.
Dos concepciones diferentes de convergencia, un mismo proyecto reformista
Sin embargo, más allá de éstas y otras diferencias formales, ambas alternativas representan un programa y estrategia reformistas en el que la gestión del capitalismo a través de sus instituciones supone la única alternativa. Una política cuyas limitaciones pueden sentirse en los programas apartados o abandonados de las “alcaldías del cambio” y, de manera mucho más dramática, en las traiciones de Syriza y el gobierno de Tsipras en Grecia.
El pragmatismo de los líderes de IU y Podemos les lleva a plantear la necesidad de alcanzar pactos con el PSOE para evitar una nueva victoria del Partido Popular. Ante esa tesitura, y a la vista de la pérdida de apoyo entre los votantes, Pablo Iglesias se ha visto obligado a llegar a acuerdos con la plataforma AeC -aunque con sus propias condiciones- con el fin de mejorar su posición negociadora con respecto a Pedro Sánchez.
Si no se desarrolla sobre la base del cuestionamiento de esta democracia para ricos, el debate sobre la unidad popular se torna estéril, y solo puede verse reducido a un acuerdo entre las cúpulas de IU y Podemos por el reparto de funciones en las instituciones que finalmente acabarían al servicio de aquellos que sí toman decisiones todos los días, grandes empresarios y banqueros.
Por ello, se impone la necesidad de impulsar una verdadera unidad de los trabajadores y el pueblo que resista los embates de los capitalistas y la Troika y enfrente a su necesario colaborador en el Estado Español, el Régimen del 78, a través de un gran movimiento por la convocatoria de una Asamblea Constituyente y por un gobierno de los trabajadores que, sobre la premisa de la lucha de clases, pueda desarrollar una política anticapitalista y de clase consecuente.
Una colosal tarea que va a requerir de los mayores esfuerzos de los luchadores sociales, la clase trabajadora, las mujeres y la juventud para poner en marcha esta gran alianza de clase. No obstante, esta se muestra como la única vía ante “crisis humanitarias” como la de los refugiados, abiertas por la barbarie capitalista en un contexto en el que las nuevas viejas fórmulas del reformismo parecen agotarse en cuestión de meses.
En ese sentido se hace necesario destacar la experiencia argentina del Frente de Izquierda (FIT), donde un gran bloque político-electoral ha logrado una destacable representación parlamentaria defendiendo un programa de ruptura radical con el capitalismo, imprimiendo un gran refuerzo cualitativo al desarrollo de las luchas sociales que se vienen desarrollando en ese país.