Cuando las obreras textiles de Petrogrado en el día de este mismo aniversario decidieron tomar las calles continuando el legado de las mujeres que habían combatido por sus mismas causas, sin preverlo además de demostrar que el 8 de marzo es un día de lucha, dieron el impulso necesario a las jornadas que derrocarían el régimen del Zar Nicolás II, tras 304 años de reinado de la dinastía Romanov.
Habiendo pasado ya unos días de que en todo el mundo y en Argenina miles de mujeres se hayan movilizado en el día internacional de la mujer por sus derechos y reivindicaciones, retomamos la experiencia revolucionaria de las jornadas acontecidas en febrero de 1917 en Rusia como muestra indudable del poder capaz de desarrollar por parte de las obreras y obreros junto a todo el pueblo en su búsqueda por terminar con la opresión.
Un período de crisis, guerras y revoluciones
En 1917, los campesinos, los trabajadores y los soldados (eran obligados a ir al frente de batalla por el régimen, en medio de la primera guerra mundial) vivían una situación desesperante: los años de guerra habían hecho estragos en las condiciones de vida de la mayoría de la población. Millones de muertos, recurrentes falta de alimentos que generaba grandes hambrunas, sumado a la creciente explotación en las fábricas debido a mantener el frente de batalla, más la represión que se vivía en las ciudades, hacia que el régimen Zarista ya no pueda mantener la situación tal cual estaba dada.
Los antecedentes
Desde comienzos de año se venía profundizado la actividad del movimiento de masas. Durante enero se sucedieron una oleada de huelgas y manifestaciones.
El 18 de febrero los 30 mil obreros de la fábrica Putilov salen a las calles reclamando un aumento salarial y en rechazando a los despidos. La agitación y las reuniones en las calles inundan la barriada de Viborg. A su vez, los huelguistas se mezclan con las interminables colas de las mujeres que trataban de conseguir el pan para sus familias.
Los ánimos de las masas desembocaban en cada manifestación en enfrentamientos con las fuerzas represivas. Cualquier momento podía desembocar en una insurrección, los distintos partidos, como el Bolchevique aguardaban el momento justo para la intervención. Sin embargo el movimiento revolucionario desplegará su fuerza sobrepasando las diferentes hipótesis de cómo esta se daría.
La chispa que encendió la Revolución
En medio de estas miserias, las obreras textiles de Petrogrado, se declararon en huelga. Al grito de “¡Queremos pan!” arrastraron tras ellas a los obreros metalúrgicos del barrio de Viborg. Ese 23 de febrero (8 de marzo en el calendario occidental) comenzó con 90.000 obreros y obreras en las calles.
Nadie pudo prever que el Día de la Mujer se convertiría en el primer día de la revolución. Al día siguiente, la huelga incrementó su tamaño. La mitad de los obreros industriales de Petrogrado estaba en huelga. El reclamo central comienza a tomar otro carácter y se alzan al grito de “¡Abajo la autocracia!” y “¡Abajo la guerra!”.
Este día comienzan los enfrentamientos con la policía, el movimiento revolucionario se defiende con piedras y pedazos de hierro. Sin embargo, los cosacos, que eran la fuerza más confiable del zarismo, deciden no reprimir. Algunos soldados, saludaban a los huelguistas, e incluso se podía ver a grupos de obreros y obreras que charlaban amistosamente con ellos.
Esta simpatía de los soldados hacia los obreros cobraría una importancia fundamental con el correr de las horas, y es que una gran mayoría de soldados tenía a su madre, hermana, amigos, parejas, hijos, entre los manifestantes. Eran obligados a ir contra sus propios intereses bajo la amenaza de ir al frente de batalla contra Alemania. A medida que la situación se agudice, los soldados irán tomando una posición más cercana al de las masas revolucionarias.
Según los datos del gobierno, 240.000 obreras y obreros están en huelga para el día 25. Los enfrentamientos se profundizan. Los estudiantes universitarios, confluyen con los trabajadores. Las mujeres, más astutas que los hombres, se meten entre los soldados e intentan convencerlos de que bajen las armas, apunten contra el Zar, y cambien de bando.
Los soldados se suman a la insurrección
En la madrugada del 26 son detenidos cerca de cien personas de organizaciones revolucionarias, entre ellas cinco de la dirección del partido bolchevique de Petrogrado. El gobierno estaba pasando a la ofensiva. Ese día domingo, los obreros se reúnen en las puertas de las fábricas, y comienzan a movilizarse al centro de la ciudad. Se escuchan disparos dirigidos hacia la multitud, desde las ventanas, desde las terrazas. Por todos los caminos hay patrullas de caballería y barreras de soldados y sin embargo la gente no retrocede y se defiende. Los enfrentamientos dejan un saldo de 40 muertos.
Por la noche, se subleva uno de los cuarteles del regimiento de Pavlovski, luego de que un grupo de obreros los increpara de que un grupo de soldados habían disparado contra la multitud. A la mañana siguiente se sublevan otros cuarteles y regimientos; expandiéndose estos levantamientos, la relación de fuerzas entre las clases ve fortalecida la perspectiva revolucionaria de las y los obreros de Petrogrado. Los propios soldados ajustician a sus superiores. Los trabajadores consiguen de esta forma, y con la toma de puntos estratégicos y guarniciones, hacerse de fusiles y sables, y hasta de autos blindados. De esta forma, la huelga general comienza a transformarse en insurrección.
La caída un Zar, el levantamiento de toda una clase
El alzamiento armado ya es un hecho. El régimen autocrático del Zar no solo es empujado hacia la aniquilación, sino que la creación de qué lo reemplazará es un hecho que se comienza a discutir en las calles, en las mismas donde las escaramuzas y los tiroteos se convierten en verdaderas batallas. Hay escuadrones de la gendarmería, de motociclistas que resisten la caída del régimen en vano. “La vieja Rusia zarista, eclesiástico-policíaca”, dice Trotsky en Historia de la Revolución Rusa, “se consumía en el incendio de las barracas y las vallas, desaparecía entre el fuego y el humo, ahogándose en el tiroteo de las ametralladoras”.
El zarismo continúa enviando destacamentos para combatir a los huelguistas, sin efecto alguno. Aún con los oficiales a la cabeza, los soldados desaparecen uno tras otros, siendo absorbidos para las filas de la insurrección.
En el transcurso del día 27, son puestos en libertad por la multitud, los detenidos políticos de las numerosas cárceles de la capital. Los patriotas mencheviques se dirigen hacia la Duma, donde se reparten los papeles y los cargos; los bolcheviques1 se van al encuentro de los obreros y los soldados, a fin de dar con ellos la conquista de la capital.
La organización del nuevo poder
El palacio de Táurida había sido tomado como centro de operaciones por parte de los revolucionarios, en él también se reunía la Duma estatal, donde empiezan a conformarse los centros de la dirección de la insurrección, entre ellos el comité ejecutivo provisional de obreros y soldados. Para el día 28 de marzo, la experiencia de la revolución de 1905, a la que Trotsky se refiere como «un ensayo general» de lo que sería el proceso revolucionario que estaba aconteciendo hasta llegar a octubre y su triunfo, emergería en quienes llevaron adelante la insurrección de febrero, es decir los obreros que habían participado de la experiencia de 1905 y habían sido influenciados por las conclusiones de esas experiencias por el partido bolchevique. Se conforman los Sviet o Consejos de diputados Obreros y Soldados y campesinos que eran organismos de autodeterminación de las masas, democráticos y de amplia participación y debate. Donde se reúnen aproximadamente 2.000 delegados de los soldados y 800 de los obreros. Al comité formado el día anterior se suman delegados de todas las organizaciones socialistas contrarias a la autocracia. El Soviet se apodera de todas las oficinas de Correos, Telégrafos y Radio, de todas las estaciones de ferrocarril, de todas las imprentas.
Integrantes de la Duma estatal (disuelta por el zar) se niegan a hacerla desaparecer y crean al Comité Ejecutivo de la Duma, compuesto esencialmente por la burguesía liberal. La dirección del soviet que recae en los Socialistas Revolucionarios y los mencheviques, que tenían la política de restablecer el orden, que corrieron a pedirle al Comité de la Duma que se hiciera cargo del poder.
De esta forma se negoció un nuevo gobierno entre los partidos burgueses liberales, los laboristas encabezados por Kerenski3, y los mencheviques, al frente del cual se puso al príncipe Lvov como primer ministro.
De esta forma la revolución en Rusia marcará, pasando por Octubre y el triunfo de la revolución obrera, gran parte de los debates, conclusiones y enseñanzas fundamentales en torno a cómo los revolucionarios nos organizamos para enfrentar diariamente a la burguesía, y tomar el poder, desplazando a esta como dueña de los medios de producción, y construir sobre las ruinas burguesas un gobierno obrero, socialista de internacionalista, que se hermane con la clase obrera de otros países y ayude a liberarlas del yugo explotador.
La revolución de febrero de 1917, pasando por la experiencia de 1905, será el preludio de las jornadas de Octubre, donde el movimiento obrero y su vanguardia interviniendo junto con el partido Bolchevique conformen el primer Estado Obrero de la historia. Conocer la historia y sacar sus respectivas conclusiones es un punto necesario para no comenzar de cero cada vez.
Por este motivo un repaso breve por esta experiencia, y a quienes dieron su vida por la revolución.
Recomendamos para quienes deseen profundizar sobre este tema la Historia de la Revolución Rusa.