La Agrupación de Mujeres Pan y Rosas en el Estado español está impulsando una nueva campaña contra la violencia machista. Entrevistamos a Verónica Landa, una de las principales impulsoras de esta campaña.
¿Cómo se expresa el aumento de la violencia machista en el Estado español?
El aumento del feminicidio es aterrador; este verano ha sido un auténtico ’verano negro’. Sin embargo, no podemos olvidar que el feminicidio es solo la punta del iceberg; es el último eslabón de toda una cadena de violencias. La violencia machista no es solo una, se ejerce de múltiples formas: maltrato psicológico, violencia sexual, etc. Pero la única que se suele entender como tal es la física, sin tener en cuenta que detrás de este tipo hay una situación continuada de violencia, que en muchas ocasiones pretende apartar a la mujer de su familia y entorno y atacarla psicológicamente.
Además, hay que añadirle el recorte de derechos y las desigualdades hacia las mujeres presentes en todos los ámbitos de la sociedad que agravan las situación de violencia.
La campaña también está dirigida a mujeres jóvenes y a los tipos de violencia que más les afectan ¿cómo viven esta violencia las mujeres jóvenes?
Bueno, las últimas encuestas sobre el aumento del machismo en la adolescencia son contundentes. La última Macroencuesta del Instituto de la Mujer dice que un 12,5% de mujeres menores de 16 años han sufrido violencia física o sexual a manos de su pareja o ex pareja. También dice que 7 de cada 10 mujeres –el 67,8%- que sufre violencia machista nunca ha denunciado, bien porque le quitaba importancia, por miedo a represalias o por vergüenza.
Varios estudios muestran que muchos y muchas adolescentes la violencia machista como un problema de su generación porque dicen haber sido educados en la igualdad. Lo dicen porque hay leyes que condenan la violencia machista -de manera muy limitada- y porque ven cómo las mujeres han conseguido derechos como el de votar, trabajar o abrir una cuenta corriente sin el permiso de un hombre. Pero la realidad no es esta: están aumentando los casos de jóvenes que acuden a los centros de ayuda a mujeres que sufren violencia machista, e incluso las denuncias y condenas entre menores.
No ven más allá de la violencia física. O lo peligroso que es que tu pareja controla tu móvil, con quién sales, qué ropa te pones, a qué hora llegas a casa, o qué te fuerce a tener relaciones sexuales, son formas de violencia machista. El peligro es que se normalizan estas actuaciones en las relaciones de pareja, cómo una tónica en toda relación sentimental; y cuando las adolescentes justifican que los celos causan discusiones, control y/o violencia física asumen parte de culpa.
Aunque algunos estudios que analizan el machismo en la adolescencia señalan que la publicidad, los medios de comunicación y la educación difunden los valores más machistas y patriarcales a la juventud, no lo enmarcan en un sistema patriarcal que ejerce violencia machista de forma sistemática.
Pero sobre todo, aunque señalan la falta de educación sexo afectiva como un problema, se quedan a medio camino a la hora de responsabilizar a las instituciones educativas. Los programas impuestos por el Gobierno y las reformas educativas, la importancia de la religión en la educación, o que la educación sexual no esté en el currículum escolar –y por lo tanto no sea obligatoria- imposibilitan que haya un educación sexo afectiva buena que enseñe valores antipatriarcales.
Incluso en las universidades. Por ejemplo yo estudio la carrera de Historia, y aunque ahora la asignatura de género e Historia es obligatoria, el temario que das no abarca ni la mitad de lo que sería necesario enseñar.
¿Y las mujeres trabajadoras e inmigrantes?
Muchos estudios coinciden al señalar que la dependencia económica de la mujer condiciona cómo actuar en una relación donde se sufre violencia machista. La precariedad laboral que sufren las mujeres trabajadoras, o la falta de trabajo, genera una situación de dependencia que impide la separación por falta de recursos, y la brecha salarial que ahora está en un 24% contribuye a ello.
Respecto a las mujeres inmigrantes, la situación se complica aún más. Con la retirada de tarjetas sanitarias, sumado a la falta de sanidad para inmigrantes ’sin papeles’ —según las reaccionarias leyes de extranjería—, las mujeres inmigrantes se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad. Por ejemplo, con el aborto, no tienen derecho a abortar porque no tienen sanidad.
Además, muchas al estar en trabajos irregulares sin contrato no denuncian situaciones de violencia machista por temor a perder su trabajo. Hay muchos casos de acoso sexual, sobre todo en trabajadoras domésticas -que según cifras oficiales un 60% son extranjeras, aunque la cifra es mayor- que no denuncian por este motivo o que cuando lo hacen, la policía no lo recoge como violencia machista porque no lo considera como tal y la denuncia no se produce.
¿Crees que desde el Estado se están tomando medidas efectivas ante esta grave situación?
No. Se están tomando medidas para lavar la imagen, pero son medidas totalmente insuficientes. Los recortes en prevención de violencia machista implican que muchas mujeres que la sufren no tengan acceso a las ayudas. Desde 2010 se ha recortado un 26% en asistencia y prevención de la violencia machista. Además, muchas mujeres no denuncian ante la policía porque les da vergüenza y porque los trámites burocráticos les supone tener que explicarse constantemente y demostrar que sufren violencia machista.
Que en el Estado español solo se contemple como violencia machista la violencia que tiene lugar en una relación de pareja o ex pareja, niega como violencia machista las agresiones sexuales que no se dan en la pareja, el acoso sexual, el feminicidio sin relación sentimental -como el caso de las dos jóvenes de Cuenca- y deja a miles de mujeres desprotegidas ante una ley limitada.
¿De qué se trata la campaña que estáis impulsando?
Llevamos mucho tiempo trabajando con la cuestión de la violencia machista, o mejor dicho, violencias. Nos dimos cuenta que solo se relaciona violencia machista con la física, y puntualmente con la psicológica. Sin embargo, el resto –sexual, laboral, estética, entre otras múltiples violencias- no se reconocen como violencia machista, y en la mayoría de ocasiones se presentan como situaciones puntuales que nada tienen que ver con un sistema patriarcal que legitima la violencia sistemática hacia las mujeres.
Entonces pensamos que sería muy bueno hacer toda una serie de campañas, acciones y actividades. Ya empezamos una nueva campaña de carteles que denuncien también estos tipos de violencias, a la vez que llamamos a la organización de las mujeres como manera para luchar contra todas ellas.
La violencia estética –entendida como la imposición de cánones de belleza y todo lo que supone- la sufrimos desde pequeñas con todas las imágenes, cuentos, películas o publicidad que vemos a diario. Muchas mujeres son esclavas de estos cánones de belleza y terminan obsesionadas con alcanzar un ideal imposible –la inmensa mayoría de campañas publicitarias son modelos retocadas por Photoshop-, enferman e incluso mueren.
Por lo tanto, se trata de una campaña de sensibilización y visibilización de la violencia machista, o mejor dicho, de las múltiples violencias machistas. Intentando aprovechar el impacto de las redes sociales, la capacidad que tienen para mandar mensajes breves, contundentes y que se entienden rápidamente. La idea de los carteles surgió de la necesidad de llegar sobre todo a un público joven, que dedica una parte muy importante de su tiempo a navegar por Internet y compartir ese contenido. La idea de los carteles es que se viralicen y lleguen a un gran número de jóvenes, y a la vez muestren la amplitud del concepto de violencia machista: desde la violencia estética, al acoso callejero, pasando por el control, hasta llegar a las agresiones, ya sean verbales o físicas.
Hace dos años hicimos una campaña de selfies en contra de la reforma del aborto que quería imponer Gallardón, y la verdad tuvo mucho impacto. Conseguimos muchas fotografías, incluso de otros países. Nos hemos movilizado contra los feminicidios y todo tipo de agresiones contra las mujeres.
Pero sobre todo, pensamos que es necesario un gran movimiento junto a todos los colectivos feministas y organizaciones de mujeres, políticas, sociales y sindicales, que luche en las calles y con la fuerza de la movilización. Porque, como vimos con el derecho al aborto -por el que aún falta conquistar que sea para todas las mujeres- lo hemos conquistado con la lucha, nadie nos ha regalado nada. Y mucho menos las instituciones del Estado, aliadas del sistema patriarcal.
Como dice el lema de Pan y Rosas: «los derechos no se mendigan, se conquistan».