Al cierre de esta edición, el presidente norteamericano Barack Obama expuso su estrategia militar para lidiar con las milicias del Estado Islámico (EI) en Irak y Siria. Fue un discurso cuidadosamente preparado para infundir confianza entre los estadounidenses de que luego de años de “combate al terrorismo” el país y sus intereses en el extranjero “están más seguros” tras operaciones militares como las que terminaron con Osama Bin Laden o recientemente con el líder de Al Qaeda en Somalia

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Al mismo tiempo, intentó dar respuesta a la evidente y profunda crisis de hegemonía que arrastra la mayor potencia económica y militar del planeta. Anunció una “gran coalición” de países (con un rol fundamental de sus aliados saudíes y turcos) para combatir al EI para lo que el Secretario de Estado John Kerry viajó de improviso el 10/9 a Medio Oriente y se trasladará luego a Europa a fin de cosechar el apoyo de unos 40 países. En el mismo sentido, declaró que esta guerra, a diferencia de las que encabezó Bush, está destinada a erradicar a un grupo que “no es musulmán sino simples terroristas”. Y también manifestó que esta guerra es parte del liderazgo norteamericano que enfrenta la “agresión rusa en Ucrania” o el uso de armas químicas contra opositores por parte del gobierno sirio de Al Assad, dando cuenta de paso de la profundidad de la crisis geopolítica con la Rusia de Putin que está en su peor momento desde el fin de la guerra fría.

Concretamente, la ampliación de las operaciones militares (ya se hicieron más de 150 incursiones aéreas en Irak) consistirá en la multiplicación de los bombardeos en Irak y su extensión a Siria. Esto último es probablemente lo más importante de sus anuncios ya que se harían sin la autorización de Assad y podría agravar más aún la situación. Obama anunció que no habrá tropas norteamericanas combatiendo al EI aunque enviarán 470 militares para apoyo logístico y entrenamiento del ejército iraquí y de los kurdos. Junto a esto se reforzará la financiación y ayuda armamentista al nuevo gobierno iraquí y a los kurdos así como también, otro anuncio importante, a los grupos armados en Siria, opositores “moderados” del presidente Al Assad, que luchan contra el EI.

Buscando legitimidad

La brutalidad de esta fuerza islámica, surgida de las entrañas de al Qaeda, le dio a Estados Unidos un nuevo“casus belli”: por primera vez en una década, después de las desastrosas guerras de Irak y Afganistán y de la derrota de la estrategia militarista de Bush, la mayoría de los norteamericanos parece estar de acuerdo con que sus fuerzas armadas bombardeen Irak (71%) e incluso que extiendan su accionar a Siria (65%). El resultado no sorprende. Esta encuesta de Washington Post y ABC News, ampliamente difundida para ir generando el clima guerrero, fue realizada luego de la aberrante ejecución de los dos periodistas estadounidenses, decapitados por el EI.

Sin embargo, este nuevo enemigo, como antes los talibán y al Qaeda, no es expresión de fuerzas oscuras inexplicables, sino en gran medida, producto de la propia política imperial de Estados Unidos.

Hace solo un año, Obama retrocedía de intervenir militarmente en Siria ante la enorme impopularidad de una nueva guerra, y la derrota segura que iba a sufrir en el Congreso que ya había anticipado que no autorizaría la operación. Ahora el EI parece haberle dado la excusa. La administración Demócrata trabajó en los últimos días para darle un barniz de legitimidad a su nueva aventura imperial en Medio Oriente.

La intervención respondería al pedido de auxilio del nuevo gobierno iraquí constituido el 8 de septiembre. Este gobierno “all inclusive” es un intento de recrear una “unidad nacional” entre kurdos, shiitas y sunitas, un requisito de Estados Unidos para involucrarse en el combate directo contra el EI. También habría planes para reconstruir fuerzas de seguridad iraquíes integradas por milicias sunitas y shiitas. De esta manera, Estados Unidos pretende restablecer el equilibrio de poder entre las principales fuerzas iraquíes –roto bajo el gobierno de al Maliki- y contrarrestar el accionar de potencias regionales rivales –como Irán y Arabia Saudita- que las patrocinan y alientan las tendencias a la guerra civil.

Nueva guerra con final incierto

Una mayoría de la población de Estados Unidos comparte la percepción de que el EI es una “amenaza seria a los intereses vitales de Estados Unidos”. Ayudado por el carácter absolutamente reaccionario del EI, el gobierno norteamericano parece haber tenido un éxito relativo para vender a la opinión pública esta nueva incursión militar, ilusoriamente incruenta y de corta duración, limitada a ataques aéreos.

Obama le habló al país para decirle que se embarca en una guerra, que se sabe cuándo comienza pero no cuándo termina, en un momento crítico para el presidente. Solo el 43% de los encuestados lo considera un líder fuerte y más de la mitad cree que su presidencia es un fracaso. Sobre esta percepción presiona el Partido Republicano para adoptar una política militar más agresiva. Pero este apoyo circunstancial, conseguido cuando aun están frescas las imágenes del verdugo del EI decapitando a un indefenso ciudadano norteamericano, puede desvanecerse tan rápido como ha surgido, como se ha desvanecido el efecto de los atentados del 11S sobre el cual Bush intentó cimentar el “nuevo siglo americano”, un sueño imperial que acabó en pesadilla en Irak y Afganistán.

Publicado por Claudia Cinatti

Claudia Cinatti | @ClaudiaCinatti :: Buenos Aires

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