Mientras a nivel interno, las encuestas vienen a confirmar el fuerte espaldarazo político logrado por Hollande, a nivel internacional la publicación de nuevas caricaturas en el nuevo número de Charlie Hebdo ha provocado manifestaciones antifrancesas, a menudo violentas. La crisis se traslada al terreno internacional.
Si a nivel interno el último número retratando en su portada a Mahoma ha provocado un record de impresiones con 7 millones de ejemplares, mientas el malestar de muchos jóvenes musulmanes en la periferia de las grandes ciudades francesas (banlieues) es palpable, a nivel internacional desde el África al Medio Oriente, pasando por el Cáucaso hasta Pakistán en el sur de Asia tanto el fin de semana como el lunes se multiplicaron las acciones contra esta publicación y contra Francia.
El carácter amplio de este proceso, abarcando países socios de esta potencia imperialista como Níger y hasta sectores de la colectividad musulmana reputados como moderados, se está trasformando en un problema grave de política exterior para el imperialismo francés.
Es que de tanto identificarse con el semanario, Francia está tomando el riego de quedar fuera de juego dentro de la batalla interna al islam, entre las corrientes extremistas y los simples creyentes.
La principal alerta viene de Níger. Las violentas protestas que ya generaron diez muertes en Niamey, la capital y Zinder, son malas noticias para Francia. Níger es de hecho uno de los principales aliados de París en la lucha contra los grupos armados terroristas en el Sahel.
Los aviones no tripulados de vigilancia (drones) de la operación Barkhane despegan del aeropuerto de Niamey y es en el extremo norte del país, en Madama, donde el ejército francés ha abierto una nueva avanzada militar, muy cerca de las fronteras de Libia. El ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian estuvo allí el 1 de enero. En esa región se llevaron a cabo las últimas operaciones que llevaron a la «neutralización» de sesenta yihadistas. Níger también es el hogar de las minas de uranio de Areva, el gigante francés y mundial de la energía nuclear. Hay que tomar en cuenta, además, que en el Sahel -que comprende todos los territorios que bordean el desierto del Sahara, región que se extiende desde el Atlántico al Mar Rojo- Francia tiene desplegados unos 3000 militares, en medio de poblaciones mayoritariamente musulmanas.
Otras manifestaciones contra Charlie tuvieron lugar en Pakistán, Argelia, Malí, Túnez, Yemen, Senegal, Mauritania, Jordania, en el Cáucaso ruso (Ingushetia) y Siria el pasado fin de semana. El lunes han proseguido en Irán, Pakistán, Afganistán y una manifestación monstruo en Chechenia, la república islámica que forma parte de la Federación Rusa, aumentando el prestigio de los líderes islamistas locales en la región caucásica, los mismos que con la ayuda del Kremlin derrotaron a sangre y fuego el grito independentista de esta república hace unos años.
A diferencia de esta última, la mayoría de ellos no han reunido a grandes multitudes, pero varios jefes de Estado del mundo musulmán han condenado la publicación, como el presidente turco Erdogan hablando de «provocaciones» y el rey de Jordania que califica el registro de «irresponsable e inconsciente”. El frente internacional reaccionario que marchó hace solo una semana las calles de Paris no resistió la prueba de los hechos, al menos con los participantes de países de origen musulmán.
Más significativo geopolíticamente es la distancia que está mostrando Estados Unidos. Ya antes de los atentados había creciente fricciones entre Washington y Paris. Esto concierne a dos cuestiones fundamentales.
Por un lado, las relaciones con Irán, donde Francia ha obstruido la reintegración de este país en la comunidad internacional, junto con Arabia Saudita e Israel. Por otro lado, a la crisis geopolítica en Ucrania.
No es una casualidad que los Estados Unidos no hayan enviado un representante “a la altura” para participar de la marcha republicana en respuesta a esta especie de “11 de septiembre” francés. Si bien su secretario de estado, John Kerry estuvo el viernes en París, multiplicando los gestos destinados a compensar esta ausencia, el presidente Obama marcó sus diferencias con Europa.
El mismo día, no dudó en dar lecciones a estos sobre la integración de las minorías. «Nuestra principal ventaja es que nuestra población musulmana no tiene ningún problema para sentirse estadounidense», dijo el anfitrión de la Casa Blanca. «Hay partes de Europa donde no es el caso «.Y añadió:» Es importante para Europa, no sólo responder con un martillo y un enfoque policial y militar a esos problemas”.
Por su parte, la mayoría de los medios de comunicación estadounidenses, entre ellos el New York Times, son cuidadosos de no publicar las caricaturas de Mahoma, ansioso de no ofender a su público musulmán. La cadena británica British Sky News ha terminado abruptamente una entrevista con la periodista francesa Caroline Fourest que intentó, en vivo, mostrar la tapa de Charlie Hebdo. The New Yorker, un semanario “progresista” yanky, puso en duda la diferencia de trato entre el humorista Dieudonné y Charlie Hebdo por la legislación francesa.
Por su parte, el papa Francisco, considera que «No se pude provocar, no se puede insultar la fe de los demás. No se le puede tomar el pelo a la fe. No se puede», como dijo ante una pregunta realizada por el grupo francófono de periodistas del vuelo papal. Digamos que el papa es una de las personalidades que gozaba de un gran prestigio en la población francesa según las encuestas de opinión.
En este marco, Hollande no encuentra un justo equilibrio que contente sus necesidades internas. Si bien se ha visto claramente reforzado- pegando un salto de popularidad de 21 puntos después de los atentados y de la manifestación de París, el más grande registrado por un presidente francés desde que se hacen estas mediciones en la V República-, tiene el riego de poner a Francia en una posición incómoda en la escena internacional.
Esto es particularmente grave en África, donde los acontecimientos están tomando un giro político y socavan la diplomacia francesa y sus aliados africanos del Elíseo (como se llama la sede la de la presidencia francesa).
Este lunes las cosas se agravaron. «Maldición a Francia», «Vergüenza a Francia», «Esto no es la libertad de expresión, es una agresión abierta contra el Islam», gritaban decenas de miles de musulmanes en muchos países africanos, donde se agitaron de nuevo señales hostiles a las caricaturas de Charlie Hebdo, pero también al Estado francés -que pagó un millón de euros de ayuda para el semanario satírico- y sus símbolos.
Durante cuatro días la foto de François Hollande ha sido pisoteada por la multitud y la bandera francesa quemada incluso en países muy moderados y aliados. En Senegal no había sucedido desde principios de los años 80. En Argelia y Egipto, los poderes dictatoriales han logrado contener las muestras de repudio, pero en Mali y Libia donde los dirigentes cipayos tienen una gran deuda con Paris es dudoso que sus dirigentes puedan contener a la multitud si hay nuevas caricaturas.
Es significativo y merece ser destacado que muchas corrientes moderadas del islam político participan en estas acciones por temor a ser desbordadas por los sectores más extremistas.
Expresión de este estado de ánimo inflamable, es que frente a las movilizaciones en las calles, los líderes políticos africanos, incluso los que viajaron a Francia para dar su apoyo, ahora se distancian. Después que el presidente de Senegal, Macky Sall, denunciara la “provocación innecesaria”, su homólogo nigeriano, Mahamadou Issoufou, tuvo que explicar su reciente viaje a París.
Como vemos, para Francia, la gestión del Islam se convierte en un asunto clave de su política exterior. En el verano de 2013, al final de la operación militar Serval en Mali había un capital de simpatía desde Senegal a Chad.
Contradictoriamente, el refuerzo interno del régimen y del estado a partir de los últimos acontecimientos, podría hacer perder esta nueva influencia ganada por el imperialismo francés en su patio trasero.