Este martes Grecia aseguró una prórroga de cuatro meses de su rescate financiero. La Troika dio el visto bueno al “plan de reformas” propuesto por el gobierno griego. Tsipras consideró la negociación un “paso en la dirección correcta”, pero en realidad es un retroceso de sus promesas electorales. Las críticas internas se acrecientan y la necesidad de retomar la senda de la movilización popular se vuelve una necesidad imperiosa para el pueblo griego.
«Sentimos que finalmente (la lista propuesta) era suficiente y el mismo punto de vista ha sido mantenido por el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI)», dijo el comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pierre Moscovici. Así la Troika daba por terminada la primera etapa de la negociación, satisfecha de haber impuesto al gobierno griego todos (o casi todos) sus objetivos.
Para el gobierno de Tsipras fue un “paso en la dirección correcta”
Ha sido un «paso en la dirección correcta»; durante cuatro meses, los representantes de la Troika «no vendrán a Atenas»; el mandato era conseguir «un acuerdo y evitar la ruptura»; hemos “ganado tiempo”; hubo «un debate constructivo”. Este fue el tenor de las declaraciones del gobierno de Alexis Tsipras durante toda la jornada tras conocerse el acuerdo alcanzado con el Eurogrupo.
Para el gobierno griego, el acuerdo “entierra” las decisiones del Ejecutivo anterior y “el programa de nuevos recortes que tenían intención aplicar Nueva Democracia y Pasok (el antiguo Gobierno) si ganaban las elecciones”. «No habrá nuevos recortes de las pensiones, no habrá nuevos despidos en el sector público y no habrá un aumento de los impuestos para los pobres y las clases medias», recalcaron fuentes del gobierno. ¿Pero que sí habrá?
El Ejecutivo de Tsipras defiende que este acuerdo «incluye gran parte del Programa de Salónica«, un plan de ayuda social que contempla «medidas de justicia fiscal y otras dedicadas a combatir la crisis humanitaria» como cupones para alimentos y electricidad gratuita, y cuya aplicación «no pone en peligro el equilibrio fiscal». Sin embargo, esta manera de presentar el acuerdo está lejos de abordar sus aspectos fundamentales, que vistos de conjunto, representan un claro retroceso de la agenda inicial de Syriza.
En el listado de medidas aceptado por la Troika -filtrado antes de finalizada la negociación-, más allá de los objetivos generales como la lucha contra la corrupción, el contrabando y el fraude fiscal, se congelan los salarios públicos y se atacan las prejubilaciones por “excesivas”; se establece que no habrá marcha atrás con ninguna privatización que ya se haya realizado, ni con las que estén en marcha, como la del mítico puerto de El Pireo; se patea para adelante la subida del salario mínimo, así como una “reforma del mercado de trabajo”, del cual no se da ningún detalle; el plan anti-desahucios que Syriza presentó en la precampaña como una de sus medidas estrellas, desaparece; se reafirma la intención de reuniversalizar la sanidad, pero sin especificar cómo. Cualquier cambio fundamental para la vida de millones de trabajadores y sectores populares griegos, quedan para “el próximo periodo”.
Pero fundamentalmente, el acuerdo lo que establece es que se honrará la deuda con los acreedores antes que nada. Como denuncia el economista Costas Lapavitsas en un artículo publicado en su blog, “los fondos actuales del HFSF serán utilizados exclusivamente para las necesidades de los bancos y estarán fuera de control griego”, al tiempo que el acuerdo exige a Grecia “cumplir plenamente y sin demora todas sus obligaciones financieras para con sus socios” y no realizar “cambios unilaterales” que comprometan los “objetivos fiscales” y la “estabilidad financiera”.
Este es el acuerdo que el gobierno de Tsipras presenta como un triunfo… aunque nadie vio al pueblo griego y los votantes de Syriza estar bailando como Zorba en las calles de Atenas.
Las críticas en las filas de Syriza
Las concesiones hechas por el gobierno de Alexis Tsipras en las negociaciones con la Troika, recibieron duras críticas ayer desde las filas de Syriza, críticas que continuaron tras la conclusión del acuerdo.
En el artículo antes citado, Costas Lapavitsas, quien es referente de la “Plataforma de Izquierda” de Syriza, expresa su “profunda preocupación” por el programa general del acuerdo. “Es difícil que alguien pueda ver cómo los anuncios realizados en Tesalónica [Programa de Tesalónica] (…) se puede implementar a través de este acuerdo”.
En el artículo, Lapavitsas hace un racconto de las medidas, los costos y posibles fuentes de financiamiento del “Plan Nacional” que Syriza se propuso para el primer año de gobierno. Pero en cada caso se pregunta “cómo se financiarán” ahora tales medidas. Preguntas que, por ahora, no tienen respuesta.
Otra de las voces críticas que se alzaron tras el acuerdo fue la de Stathis Kouvelakis. En un artículo publicado en la revista de izquierda norteamericana Jacobin, Kouvelakis sostiene que la “estrategia de la dirección de Syriza ha fracasado miserablemente”, pero asegura que “no es muy tarde para evitar la derrota total”.
Kouvelakis, que también es dirigente de la “Plataforma de Izquierda” de Syriza –aunque de su “ala izquierda”-, una coalición que representa cerca del 30% del partido, defiende lo que “está fuera de toda duda: el acuerdo con el Eurogrupo que aceptó el gobierno el viernes equivale a una retirada precipitada (…) El marco del memorándum se extenderá, el préstamo del rescate y la totalidad de la deuda se reconocerán, la ‘supervisión’, otra regla de la Troika, continuará bajo otro nombre, y no hay posibilidades de que el programa de Syriza pueda ser implementado.”
“Un fracaso de tal alcance no es, ni puede ser, una cuestión de azar, o el producto de una mal ideada maniobra táctica. Representa la derrota de una línea política concreta en que se ha sustentado el enfoque actual del gobierno”, dice Kouvelakis.
Después del “resultado histórico” del 25 de enero, la retirada en toda la línea respecto del mandato popular de “derrocar el memorándum” es producto de una estrategia específica de la plana mayor de Syriza que excluía deliberadamente “acciones unilaterales”, tales como la suspensión de pagos y, más aún, la salida del euro. Una estrategia que Kouvelakis llama del “Euro bueno”, que presuponía “la existencia de aliados significativos” en distintos niveles de los gobiernos y las “instituciones”, como los gobiernos de Francia, Italia, la socialdemocracia alemana, etc.
Como se ha visto, tales aliados no existieron más allá de algunos gestos de “cortesía diplomática”, que en su momento Alexis Tsipras y Yanis Varoufakis presentaron, exageradamente como “buenas señales”. Ni un solo gobierno de la UE apoyó a Grecia en las negociaciones.
¿Cómo evitar la derrota total?, se pregunta Kouvelakis. “Debemos mirar la realidad a la cara y hablar el lenguaje de la honestidad. El debate de estrategia debe recomenzar (…) Si Syriza todavía tiene una razón de existir como sujeto político, una fuerza para la elaboración de la política de emancipación, y por su contribución a las luchas de las clases subordinadas, debe ser parte de este esfuerzo para iniciar un análisis en profundidad de la situación actual y los medios para superarla.”
El fracaso de la estrategia de Syriza y la necesidad de retomar el camino de la movilización
El acuerdo final del gobierno griego con la Troika, no sólo sepultó los lineamientos que se propuso al inicio de la negociación (no aceptar ninguna supervisión ni evaluación de la Troika, un programa puente de cuatro meses, cese en la aplicación de cualquier medida de ajuste o “austeridad”, libertad de decisión en medidas de rescate social, etc.), sino que implica otra serie de medidas (el pago completo de la deuda y, en especial, la imposición de no realizar “cambios unilaterales” que comprometan los objetivos fiscales para pagarla) que atan de pies y manos al gobierno griego a las políticas del memorándum. O sea, más o menos como estaba Grecia antes de que Syriza llegara al Gobierno.
Sin embargo, el gobierno de Tsipras insiste en presentarlo como un “triunfo”, enmascarando sus perniciosos resultados ante los ojos del pueblo griego. Y peor aún, como la emergencia de una Europa que trasunta la “arena de la negociación” y no la imposición despiadada de los memorándums de la Troika.
Si hay algo peor que la derrota misma, es presentar una derrota como un triunfo. Esta actitud sólo puede fomentar la desmoralización entre los trabajadores y el pueblo griegos, empezando por quienes votaron a Syriza, y también entre millones que en Europa ven al gobierno de Syriza con la esperanza de que se comiencen a derrotar los planes de la Troika. O peor aún, puede fortalecer a variantes de extrema derecha que mantienen un discurso que aparece como “más radical” que el del propio gobierno.
Pero además, es una manera de preparar nuevas claudicaciones, nuevos “compromisos” para enmascarar la moderación del programa y, en definitiva, nuevas y mayores derrotas.
La dirección de Syriza y el gobierno griego ya partieron de una estrategia cuyo resultado no podría haber sido otro. Guiados por un programa de reformas tibias, de “democratizar” las reaccionarias instituciones de la UE, y sobre todo, de “negociar” la deuda en vez de desconocerla y hacer que la crisis la paguen los capitalistas griegos y europeos, sembraron ilusiones en la posibilidad de un acuerdo “win-win” con los “socios” europeos, vieron “aliados” donde no los había, y terminaron aceptando todas las condiciones impuestas la Troika.
Las voces críticas que comienza a hacerse oír en los últimos días desde las filas de Syriza no carecen de fundamentos. Analizar la política de la dirección es sin duda la primera tarea inmediatamente después del fracaso. El problema es ¿adónde ir?
En el artículo antes citado, Stathis Kouvelakis, defiende la necesidad de retornar al “debate estratégico” dentro de Syriza. Pero sobre la base del apoyo al gobierno de Tsipras, esta no puede ser más que una tarea vana.
La estrategia de Syriza se ha propuesto neutralizar la lucha de la clase obrera, haciéndole creer que sus demandas se solucionarán desde el Parlamento y la negociación con los “socios europeos”, y no en las calles. En poco tiempo, esta estrategia ha chocado con la realidad de los poderes reales del ordenamiento capitalista europeo. Y con esos poderes no se puede “negociar”… sólo resta derrocarlos oponiendo una fuerza social superior.
El camino para que no haya una “derrota total”, como dice Kouvelakis, sólo puede pasar por retomar en forma independiente la senda de la movilización obrera y popular, que fue el signo de la dinámica social griega desde el comienzo de la crisis.
Hoy las encuestas dan un altísimo porcentaje de adhesión al gobierno de Tsipras, incluso después de las fallidas negociaciones. Tras años de penurias, las ilusiones se magnifican. Pero no son un “cheque en blanco” de los trabajadores y el pueblo griego al gobierno. Aún es prematuro para afirmarlo, pero la hostilidad de la Troika y las concesiones hechas por el gobierno también pueden desatar nuevamente la ira popular, a pesar de la política conciliadora de Syriza.
Se desarrolle o no esa perspectiva en lo inmediato, sin prestar ningún apoyo político al gobierno de Syriza, el pueblo griego necesita hoy más que nunca de la solidaridad internacional. Poner en pie un gran movimiento solidario, que comience por exigir la anulación de la deuda griega, al mismo tiempo que luche por que los sindicatos alemanes y franceses y europeos en general rompan su colaboración con los partidos y gobiernos capitalistas y llamen a la movilización en apoyo del pueblo griego, es una de las tareas más importantes del momento.