Este 9 de abril se desarrolló en Francia una primera e importante jornada de movilización contra Hollande y su política, simbolizada por la ley del ministro-banquero Macron, con un trasfondo de descontento y de huelgas en el sector privado y público.
Se podría felicitar a los medios de comunicación por invisibilizar una movilización que el gobierno y la patronal intentaron ignorar durante todo el día. En la televisión, en la radio y en la prensa se habló del cyber-ataque contra France 24, los disensos al interior del Frente Nacional entre padre e hija e inclusive pudimos ver al jefe del sindicato patronal, Pierre Gattaz, insolente como siempre, mintiendo cuando decía que en su propia empresa Raddial no se había hecho huelga. Le Monde, cada vez más subordinado al gobierno, logró hacer pasar de un plumazo, al final del día, que la jornada del 9 de abril fue «una bella manifestación y una huelga invisible».
El Estado y la movilización
Desgraciadamente para los medios y para el gobierno que hablaban de una huelga «invisible», este 9 de abril Radio France seguía transmitiendo música en lugar de su programación habitual a causa de la huelga que dura ya 22 días y que abrió la manifestación en Paris. En lo que concierne al transporte aéreo, casi la mitad de los vuelos fueron cancelados. ¿Se trata acaso de algunos elementos de resistencia en el país, así como un rayo en un cielo azul? Es lo que los medios intentaron hacer creer. Pero lo que se jugó este 9 de abril fue lo opuesto a lo que quisieron trasmitir los medios, la patronal y el gobierno: fue una primera jornada de movilización contra Hollande y su política, simbolizada por la ley del ministro-banquero Macron, con un trasfondo de descontento y de huelgas en el sector privado y público.
Independientemente del debate recurrente sobre el número de manifestantes, una cosa es clara: se movilizaron más personas que en jornadas anteriores como la del 18 de marzo de 2014, o la del 10 de septiembre de 2013. La CGT contabilizó 120.000 personas en Paris y manifestaciones importantes en las ciudades como Marsella (45.000 según los sindicatos y… 7.000 según la policía), Toulouse (8.000 según los sindicatos y la mitad según la policía) o Bordeaux (10.000 según los sindicatos).
Philippe Martinez, el nuevo secretario general de la CGT, se refirió a la jornada como una “exitosa movilización”, que aunque exagerado logró el objetivo de lograr cerrar filas después del escándalo que salpicó a la Confederación sindical en el que está involucrado su predecesor Thierry Lepaon. Sin embargo, la jornada fue un primer éxito que se explica por diferentes motivos.
Una movilización más importante que las de 2014 o 2013
Una primera explicación está vinculada a las movilizaciones débiles de los años anteriores, ligado a la estrategia del gobierno y de los sindicatos de asegurar la descompresión social. Estos últimos llamaban a manifestar después de cada ronda de negociaciones con el gobierno. Era comprensible que las últimas jornadas de acción fueran poco convocantes, después que los sindicatos han validado la idea que se podía negociar con el gobierno contrareformas sobre las jubilaciones o sobre los contratos colectivos.
La situación cambió los últimos meses. Frente al rol cada vez más importante que intenta jugar la CFDT, dirigiendo a otras Confederaciones “reformadoras” o “pro-reformas” (UNSA, CFTC y CGE-CGC), las direcciones reformistas del movimiento sindical (CGT, Solidaires, FO y FSU), no podían quedarse de brazos cruzados. El riesgo era que Laurent Berger (CFDT) o Luc Bérille (UNSA) les hagan sombra…
Del lado de FO, su secretario Jean-Claude Mailly buscó diferenciarse de la dirección de la CFDT, para quien “no hay austeridad en Francia”. Para la nueva dirección nacional de la CGT, la jornada tenía una importancia de vida o muerte. Había que cambiar la imagen de la Confederación después del escándalo sobre los gastos personales del antiguo secretario Thierry Lepaon en vista del Congreso de abril 2016, mientras que algunas de las principales Federaciones (salud, transportes y energía) han decidido no alinearse con la nueva dirección confederal. En este contexto, la CGT buscó que la jornada se hiciera sentir en la realidad del país.
Cambio de situación: la acción de los trabajadores y las luchas salariales
Pero los cientos de miles de manifestantes no salieron a las calles por los cálculos de las diferentes Confederaciones sindicales. La jornada del 9 de abril se inscribe en un contexto marcado por la presión de diferentes luchas salariales. Este año, las negociaciones salariales que tienen lugar una vez al año en febrero, fueron muy poco favorables para los trabajadores. Lo vimos durante las últimas semanas en varias huelgas en la industria automotriz, en SevelNord o en Mulhouse, en el comercio o en las universidades, como fue la huelga de dos meses de los trabajadores no docentes de Paris 8.
Esta presión se vio reflejada en una acción en Paris, organizada por la CGT Carrefour y la CGT KFC, con delegaciones de trabajadores y estudiantes que participaron en un encuentro durante la huelga de Paris 8.
Esta acciones y las 86 columnas sindicales de la manifestación parisina muestran el cambio de ánimo en varios sectores de trabajadores, en una combinación de cólera y determinación, como lo mostraron la columna de los huelguistas de Radio France o de las cajeras de la Tour Eiffel
Continuar el 9
Después de un periodo de pocos conflictos sociales y de las elecciones departamentales, en las que la derecha salió victoriosa, los trabajadores tuvieron por fin la ocasión de oponerse a la política de Hollande. La pregunta que se hacen muchos ahora es “¿cómo continuar?”
Las declaraciones de los dirigentes de los principales sindicatos al dar terminada la huelga nacional muestra que los trabajadores no pueden confiar más que en ellos mismos. Mailly de FO y Martinez de la CGT se felicitaron mutuamente por el éxito de la jornada, sin dar perspectiva alguna aparte del 1ero de mayo. Mailly declaró: “Espero alguna respuesta de Matignon y del Elysée”, refiriéndose al primer ministro Valls y al presidente Hollande. Martinez afirmó que “la dinámica debería dar ideas a los militantes y trabajadores”, sin especificar de qué “ideas” se trataría o cuando podrían expresarse.
Una cosa es clara: hace falta desplegar mayores fuerzas para hacer retroceder a Hollande, Valls y Macron. Después del 9 de abril, el gobierno tendrá que tomar en cuenta, a su izquierda, a la calle que comienza a dar a conocer su opinión. Lo que no está claro es si la izquierda y los sectores sindicales combativos podrán encontrarse en un horizonte común, para así reagrupar a los sectores más decididos y desarrollar una nueva relación de fuerzas que permita imponer aunque sea el programa mínimo de Mailly y de Martinez, es decir “un ligero aumento del salario mínimo y desbloquear los salarios de los funcionarios”.