Una oleada de huelgas recorre el país, los distritos mineros están en huelga general, los graduados desocupados en huelga de hambre, la situación amenaza volverse explosiva.
Desde hace semanas la situación en Túnez se viene tensionando. El pasado 13 de mayo las huelgas de jueces y profesores de enseñanza primaria paralizaron los tribunales y las escuelas de todo el país. Casi 67.000 maestros de primaria pararon para reivindicar mejoras salariales y laborales. El mes pasado ya lo habían hecho los profesores de secundaria.
Por su parte, la huelga salvaje de cinco días, que iniciaron sin preaviso los conductores de trenes de la ciudad industrial de Sfax y que paralizó el sistema ferroviario en el país, ha quedado suspendida «de manera temporal» hasta el 1 de junio, según un comunicado emitido el 18 de mayo por los huelguistas tras un acuerdo con el sindicato mayoritario Unión General de los Trabajadores Tunecinos (UGTT). Los conductores de trenes amenazaron con sumarse de nuevo a la huelga en caso de que no sean atendidas sus reivindicaciones, que incluyen la revisión del salario de base, la puesta al día de las primas y la reactivación de las promociones durante este año.
En la actualidad los sindicatos tienen bloqueada la producción de fosfatos, una de las principales fuentes de riqueza del país. A esto hay que sumar las huelgas declaradas por los agentes de Transtu (el principal operador de transporte urbano) para los días 26, 27 y 28 de mayo; la huelga de los agentes de las estaciones de peaje Mornag, prevista para el 30 y 31 del mismo mes; la huelga de todos los centros de formación profesional el 26 y 27 de mayo y la huelga de los agentes y funcionarios del ministerio del interior, los días 19, 20 y 21 de mayo.
Con estos paros laborales, son 474 las acciones de protesta registradas en el último mes en Túnez, según las estadísticas publicadas la semana pasada por el Foro Tunecino de Derechos Sociales y Económicos. Todos estos movimientos son la expresión de un malestar social que los sucesivos gobiernos no han logrado resolver.
“Dignidad” y “Trabajo”
En Metlaoui, Om Lrayes, Mdhila y Redayf, ciudades de la cuenca minera del sur del país paralizadas desde este miércoles por una huelga general, cientos de residentes salieron a las calles demandando trabajo y protestando contra el alto desempleo.
Esta acción es una continuidad y un salto de la campaña lanzada la semana pasada con la instalación de carpas de protesta con pancartas que pedían «dignidad» y «trabajo». Un cartel irónico anuncia: «Compramos y vendemos Diplomas Universitarios», en un guiño a la desesperación incluso entre muchos graduados, cuatro años después de la revolución que tiro al dictador Ben Ali.
La desesperación de estos sectores sociales va en aumento, mostrando la enorme desilusión con la falsa “transición la democracia” entablada por el régimen y saludada por todos los países imperialistas como el único un ejemplo exitoso de cambio en esa región.
«Hemos agotado todas nuestras opciones», dijo Zied Salem, quien se graduó en matemáticas hace nueve años, pero se ganaba la vida del contrabando hasta que una represión gubernamental terminó siquiera esa changa. «Después de la revolución, tuvimos un sueño, pero ahora se robó nuestro sueño.» Salem advirtió a los líderes democráticamente elegidos de Túnez que corrían el riesgo de que sufren la misma suerte que autócrata Zine El-Abidine Ben Ali, que cayó en la revolución de 2011.
«Si no nos dan trabajo rápidamente, sus vidas serán más oscuras. Vamos a rebelarnos y expulsarlos como Ben Ali», agregó Salem, quien plantó su carpa frente a la oficina de la compañía de fosfato.
No nos olvidemos que el proceso revolucionario en Túnez y en el mundo árabe tuvo su primer destello con la inmolación de Mohamed Buazizi, en diciembre de 2010. Este joven de 26 años protestó quemándose “a lo bonzo” por la arbitrariedad de las autoridades locales. Vendedor ambulante de fruta y verdura, una agente local le había confiscado su puesto y le había humillado en público. Privado de su medio de vida y de su dignidad, la desesperación personal de Buazizi se tradujo en una reacción dramática.
Una crisis de autoridad del Estado
Esta contestación social creciente está mostrando las dificultades del gobierno en detener el descontento económico y social, a la vez que sus constricciones económicas pesan duramente. Por un lado, los aumentos salariales otorgados a los profesores de secundaria y a los trabajadores del Servicio Público, requerirán que el Estado se endeude más para cumplirlas; a la vez que las mismas han envalentonado a todas las otras categorías sociales, avivando un proceso que no tiene visos de frenarse.
Lo más grave para la burguesía es que se manifiesta una crisis de autoridad del estado. Esto da cuenta el diario El Watan de Argelia, describiendo la actitud del gobierno frente a los huelguistas: “…el gobierno declaró el pasado viernes una orden de requisición en contra de estos empleados [en referencia a los maquinistas ferroviarios], haciéndolos sujetos de juicio penal si mantienen esta huelga no reconocida por la poderosa central sindical UGTT. ‘La continuación de la huelga, a pesar de la requisa de los empleados y el no reconocimiento del movimiento por la UGTT, refleja las dificultades que enfrenta el Estado para imponer su autoridad», dice el secretario general del partido Al Massar, Samir Taieb.
Las mismas dudas del estado se observan en la región minera de Gafsa, ahora en su tercera semana de cierre total de todas las plantas de fosfato de la minería y de ácido fosfórico en la región, que son la principal riqueza minera del país. El jefe de gobierno, Habib Essid, anunció el viernes pasado varias medidas sociales y económicas para las poblaciones de la cuenca minera para superar el desempleo, la pobreza y la marginación que afectan a esta región. El problema, según Samir Taieb, es que las promesas ya fueron hechas por los tres gobiernos instalados después de que Ben Ali, sin ser jamás realizadas”.
La oposición comienza a preocuparse: «Si el gobierno no toma medidas concretas en las próximas dos semanas, la situación puede ser más complicada y tal vez no podemos controlarla», dijo Ammar Amroussia, líder del partido Frente Popular.
Un duro test para el régimen gatopardista tunecino: el rol clave de la UGTT
Como señalamos, Túnez fue la cuna de la primavera árabe y, junto con Egipto, el país en el que intervino como fuerza más o menos organizada la clase obrera. Tras el derrocamiento de Ben Ali en enero de 2011 se abrió una etapa de una gran inestabilidad política, protestas y huelgas que puso fin al gobierno transitorio formado por figuras del viejo régimen.
En octubre de ese año se realizaron las elecciones para la Asamblea Constituyente, que dio como resultado un mapa político muy fragmentado, con una relativa ventaja del partido islamista Ennahda que formó un gobierno provisional junto con los tres partidos mayoritarios laicos. Pero la situación siguió siendo altamente inestable con una creciente polarización entre partidos laicos e islamistas, en el marco del continuo deterioro de las condiciones de vida de las amplias masas populares.
En 2013 fue asesinado el dirigente obrero de izquierda Chokri Belaid. Este crimen político desató una ola de protestas, incluida una huelga general, y aceleró el enfrentamiento entre sectores laicos e islamistas. La abdicación del poder de los islamistas permitió una salida política en la que fue clave el rol jugado por la UGTT.
La nueva constitución recién pudo aprobarse en 2014. En las elecciones de octubre del año pasado triunfó un partido burgués liberal laico que desplazó del poder a Ennahda. Finalmente, a principios de 2015 se formó un gobierno de coalición entre laicos e islamistas moderados, encabezado por un antiguo funcionario del derrocado Ben Alí.
Este este nuevo gobierno es el que hoy se encuentra frente a un duro test social, en el marco de una situación económica que se ha ido empeorando. No sabemos aún si los elementos que describimos van a llevar a una nueva explosión revolucionaria. Pero que el nuevo gobierno, a meses de asumir, ya sea contestado por semejante movilización, muestra una vez más la vitalidad a pesar de los duros golpes y desilusiones de las masas y el movimiento obrero tunecino.
Lo que es clave es que en este o en los próximos rounds se vaya formando un ala revolucionaria que supere a la dirección central de la UGTT, esa enorme y poderosa central sindical que viene jugando un rol clave desde la independencia del país y que su peso y rol político/reivindicativo se ha fortalecido desde la caída de Ben Ali. Su rol de expresar la radicalidad de los sectores en lucha y en las regiones a la vez que intenta contenerlos, evitando siempre un combate directo con el poder, es el factor clave que explica de porque en Túnez el proceso revolucionario ha podido ser desviado con métodos de reacción democrática, a diferencia de Egipto y el golpe contrarrevolucionario de los militares.
Superar esta dirección burocrática, a la vez que ampliar la UGTT hacia las trabajadoras mujeres y en las empresas del capital privado, transformándola en un verdadero contrapoder obrero y popular, son tareas centrales del próximo periodo para que los nuevos síntomas de despertar revolucionario de las infatigables masas tunecinas no lleven de nuevo a una frustración o a una nueva derrota.