Entrevistamos a Rodrigo Lanza, uno de los encausados y condenados en Barcelona a raíz del montaje policial del 4F de 2006, denunciado en el documental “Ciutat Morta”. Un grave caso de corrupción e impunidad policial, judicial y política, que empujó al suicidio a la psicóloga Patricia Heras, una de las nueve personas condenadas.
Cae la tarde en el Centro Social Okupado “Kike Mur” de Zaragoza, donde se localizaba la antigua Cárcel de Torrero, por la cual durante la Guerra Civil y la posguerra pasaron miles de presos políticos del franquismo, muchos de los cuales serían fusilados. Mientras se prepara un taller sobre feminismo, viene Rodrigo en bicicleta. Un par de cervezas, subimos a una habitación con buena luz y empezamos a grabar la entrevista.
Nos retrotraemos a una historia que comienza con la detención de Rodrigo la noche del 4 de febrero de 2006, cuando la Guardia Urbana de Barcelona desalojó por la fuerza un teatro ocupado en la calle Sant Pere més Baix, donde se celebraba una fiesta que tenía permiso legal.
A partir de ahí, para él y otros jóvenes comienza una actuación judicial y policial plagada de maltratos, torturas y montajes, que antes de darse a conocer en el documental Ciutat Morta, ya se conocía como el 4F. Frente a esta situación, familiares, amigos y compañeros, destacándose la madre de Rodrigo, Mariana Huidobro, estuvieron luchando por la libertad de estos jóvenes.
Y es que este tipo de actuaciones no son un caso aislado, sino la realidad que sufre la juventud que quiere luchar por sus derechos o incluso, simplemente divertirse, frente a un aparato policial y una justicia que aplican la represión como única palabra.
Hablamos del 4F, el caso que expresa de forma extrema la represión que sufre día a día la juventud, encubierta por todo tipo de «montajes» policiales y judiciales. La represiva “Ley Mordaza”, viene a darle una «garantía jurídica» a toda esta oleada represiva. Y en Barcelona y Zaragoza, donde ahora con los nuevos ayuntamientos “del cambio” la represión sigue formando parte del paisaje de la juventud y la clase obrera, sea con la represión a los vendedores ambulantes o con la preservación de cuerpos policiales especialmente odiados por su función represiva.
Miles de casos así, de multas, detenciones, tratos vejatorios o palizas en comisaría, encarcelamientos, forman parte de la historia reciente de la respuesta que la clase obrera, las mujeres, las personas inmigrantes y la juventud recibe por salir a la calle a pelear por sus derechos. De esta forma se demuestra que la movilización es la vía para enfrentar la represión que este sistema necesita para sobrevivir.