El 4 de agosto de 1914 la socialdemocracia alemana vota los créditos de guerra, sumándose al carro guerrerista. Rosa Luxemburgo combate la guerra imperialista desde el internacionalismo.

Entre el 28 de junio de 1914 (fecha del asesinato de los príncipes austríacos en Sarajevo) y el 4 de agosto de ese año, se desarrollan los hechos que marcan el inicio de la Primera Guerra mundial. A fines de julio Austria declaraba la guerra a Serbia y Rusia movilizaba sus tropas. El 1 de agosto Alemania se declaraba en estado de guerra contra Rusia.

El 3 de agosto la socialdemocracia alemana tomó una decisión histórica sobre la cuestión de los créditos de guerra en el Parlamento. De los 111 diputados que formaban el importante grupo parlamentario socialdemócrata, 15 se pronunciaron por rechazar los créditos, entre ellos Liebknecht, Haase, Lederbour, Rülhe y Lensch. Pero la libertad de voto que pidió la minoría fue denegada. De manera increíble, el 4 de agosto de 1914 la fracción socialdemócrata del Reichstag votó por unanimidad a favor de los créditos militares. Aprobaban así la participación en la primera gran carnicería imperialista, al lado de su propia burguesía.

Esta decisión de los socialdemócratas alemanes, principal partido de la II Internacional, generó conmoción en el exterior. Lenin no podía creerlo y pensó que el ejemplar del periódico Vorwärts que llevaba la noticia era una falsificación montada por el Estado mayor alemán.

La aprobación de los créditos solicitados por la burguesía imperialista para enviar a los campos de batalla a los trabajadores alemanes contra los trabajadores del resto de Europa significaba la derrota en toda la línea de la II Internacional. Una traición a todos los principios internacionalistas que se habían proclamado hasta entonces.
El biógrafo de Rosa Luxemburgo, Paul Frölich, cuenta el abatimiento que sintió la revolucionaria polaca que militaba en las filas del partido alemán cuando se produjo esta tragedia histórica.

“Lo que le resultaba incomprensible era el hecho de que la clase trabajadora alemana se dejase llevar al degolladero sin oponer la más leve resistencia, que toda la labor de educación y adoctrinamiento realizado se evaporase en una hora. La capitulación de la socialdemocracia alemana y la deserción al bando imperialista, el desmoronamiento de la Internacional y el desmoronamiento de un mundo la abatieron.” *

Sin embargo, como otras veces a lo largo de su vida, la voluntad se impuso sobre la desesperación.

“El mismo día en que los dirigentes de la socialdemocracia pactaban su alianza con el Káiser y el Estado Mayor, se reunían en casa de Rosa Luxemburg un reducido número de camaradas, entre los que se encontraban el viejo Mehring y Julián Karski y resolvieron emprender la lucha contra la guerra y contra la política belicista de su propio partido. Este fue el comienzo de la rebelión que cerró filas bajo el nombre de Spartakus. Desde Stuttgart, Clara Zetkin declaró estar dispuesta a colaborar con los rebeldes. Karl Liebknecht no tardó en unirse a ellos.”

Aunque se encontraban en minoría, el llamado de los internacionalistas comienza a tener repercusión en sectores de la base obrera del partido, entre los jóvenes y las mujeres.

“Lentamente y a tientas se fueron reuniendo -hombres canosos que ya habían luchado bajo la Ley antisocialista, jóvenes, mujeres- y comenzaron a luchar pública y clandestinamente contra la guerra.”

En diciembre, en la segunda votación de los créditos de guerra, Karl Liebknecht fue el único diputado socialdemócrata que se opuso a su aprobación en el Parlamento. Desde entonces “el nombre de Liebknecht se convirtió en un símbolo, en un grito de guerra que sonaba más allá de las trincheras y que en un mundo ensordecido por el fragor de la batalla, levantó a muchos miles de combatientes para oponerse a la carnicería universal”.

Los internacionalistas: Lenin, Trotsky, Luxemburgo

La degeneración patriotera de la socialdemocracia alemana se expandió como un virus al resto de la Internacional, afectando a sus principales partidos y dirigentes.
“Plejanov, que había predicado el levantamiento revolucionario contra la guerra, se había convertido en el portaestandarte del Zar contra la barbarie prusiana. Guesde, el riguroso marxista, entró en el gabinete ministerial de Guerra francés. Vaillant, antiguo amigo de Rosa, sufrió una recaída en el nacionalismo blanquista…”

Rosa Luxemburgo, Liebknecht, Lenin, Trotsky, Zetkin, concentran la continuidad del internacionalismo revolucionario, combatiendo contra la guerra imperialista y contra el devenir patriotero de la socialdemocracia. Los Congresos internacionales, los mítines, actos y manifestaciones contra la guerra, son los escenarios donde se despliega esta militancia internacionalista.

Rosa Luxemburgo fue encarcelada varias veces durante la guerra, perseguida por sus discursos antibelicistas. Pero los ataques contra Rosa no provenían solo del Estado alemán, sino también de la dirección de su propio partido.

Rosa Luxemburgo venía combatiendo la degeneración oportunista de la socialdemocracia alemana desde hacía más de una década. A comienzos del siglo desplegó sus armas teóricas contra el ala más de derecha y contra el sector revisionista de Bernstein, en su famoso folleto Reforma o Revolución. Pero en los últimos años, desde 1910 en adelante, enfrentó también al ala “centro” del partido con algunos que venían desde la «izquierda» como Kautsky, que se adaptaron cada vez más a la dirección reformista de la socialdemocracia.

En este contexto, si bien fue Lenin quien formuló más claramente la orientación estratégica frente a la guerra imperialista, sintetizada en la idea de la “transformación de la guerra imperialista en una guerra civil”, él mismo reconoció que Rosa Luxemburgo había tenido razón en su combate contra Kautsky desde tiempo atrás.

“Tenía razón Rosa Luxemburgo -escribió Lenin- que había visto hace mucho tiempo que Kautsky era un adulador teórico; en otras palabras: se dedicaba a la adulación de la mayoría del partido, a la adulación de los oportunistas.”

Más allá de las múltiples polémicas y diferencias, en el momento crítico de la guerra imperialista, Lenin, Luxemburgo, Trotsky y otros marxistas confluyeron en una perspectiva internacionalista y revolucionaria, que logra tomar cuerpo a la salida de la guerra en la Revolución Rusa de 1917 y en la fundación de la III Internacional en 1919.

El asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en enero de ese año no pudo destruir su legado; el espíritu del internacionalismo revolucionario será retomado por nuevas generaciones.

Leer también: Presentanción del libro «Marxistas en la Primera Guerra mundial»

Leer también: Red Rosa: la novela gráfica de Rosa Luxemburgo

*Todas las citas de este artículo pertenecen al libro “Rosa Luxemburg” de Paul Frölich, Ediciones IPS, 2013, Buenos Aires.

Publicado por Josefina Martinez

Josefina Martínez | @josefinamar14 :: Madrid

Dejar un comentario