Compartimos las palabras de Emilio Albamonte, dirigente nacional del Partido de Trabajadores Socialistas, en el acto realizado hoy en homenaje a Leonardo Norniella.
«En primer lugar, compañeros, mi pésame al papá, a la mamá Ana, que tenemos el honor de que milite en nuestras filas; a sus dos hermanos, a todos sus amigos y a los compañeros de Pepsico que vinieron en un cortejo de silencio impresionante anoche y muchos volvieron hoy.
Mientras la patronal de Pepsico, con su cinismo habitual, mandó una corona de flores al mismo tiempo que les quiere descontar los días por hacer un asueto de duelo, los compañeros vinieron a demostrar quién era Leo para ellos. Este es un ejemplo que nos llena de orgullo.
No tengo que explicar, sobre todo a los más viejos, cómo era Leo. Nosotros planteamos que no era solo un caudillo sindical, sino que era un cuadro político, que discutía de igual a igual con grandes historiadores del movimiento obrero internacional, como está expresado en la revista Ideas de Izquierda, cuando conversó con Daniel James o con Juan Carlos Torre, grandes historiadores del movimiento obrero argentino. A mucha gente que opina que la lucha es cosa del pasado, de los 70, que dicen que el movimiento obrero murió porque ellos se retiraron de la lucha, Leo les recordaba que el movimiento obrero no murió y daba ejemplos concretos de hoy, de cómo está luchando.
Del Leo organizador, por el cual lloran los compañeros de Pepsico, recuerdo una acción que a mí me pareció ultraizquierdista: cuando se metieron en la oficina de personal porque habían despedido compañeros que eran contratados. Y se “alinearon los planetas” para que triunfáramos en una lucha que parecía voluntarista y estaba en contra de todas las condiciones. Pero los compañeros tenían valor. La compañera Katy, que fue su compañera de lucha de toda su vida. La compañera Mónica, que es su compañera actual.
Pero nosotros no somos como la burguesía. No hacemos íconos para colgar. Tenemos que decir que Leo estaba mal el último tiempo y eso lo llevó a una decisión extrema. No lo supimos mantener entre nosotros. […]
Trotsky, frente a la muerte del poeta Serguei Esenin, decía que era un poeta lírico y que como la revolución es épica y está llena de desastres, entonces se quebró el arco de su lírica interior. Leo no era un poeta, era un revolucionario. La forma caricaturesca de representar a los revolucionarios es mostrando nada más que los momentos en los que resistimos las torturas en los calabozos o en los momentos de insurrección donde asaltamos los nidos de ametralladoras para tomar las telefónicas y los ferrocarriles.
Pero hay otra tarea, que Lenin dijo que es la más difícil de todas. Y es ser revolucionario en una época no revolucionaria, donde no compartimos con los compañeros el conjunto de nuestras ideas. Y militar en épocas no revolucionarias es una tarea que desgasta, donde se sufren montones de presiones. Y que requiere otro valor, que no es el de ’asaltar’ los nudos ferroviarios ni el de resistir en el campo de concentración, sino el de saber resistir sin entregarse. Y muchos se entregan. Nosotros, celebrando a Leo estamos celebrando que, a pesar de habérsele atravesado una nube negra que terminó su vida, no se entregó. ¿Cuántos hemos visto que se han entregado? ¿Cuántos hemos visto que se han pasado al enemigo de clase? Hemos visto generaciones enteras que se han pasado. Yo, que soy de la vieja generación, vi que muchos de los que no murieron se pasaron al enemigo de clase, y hoy montones son funcionarios del Gobierno kirchnerista.
Leo, Poke Hermosilla y tantos otros eran jóvenes de los barrios populares que entraron a laburar en la industria, a meter las ideas revolucionarias en las grandes fábricas donde dominan los barones peronistas del Conurbano, donde domina la burocracia de los Daer y de los Pignanelli, como hemos visto ahora en el conflicto de Lear. Y en esos casos nos unimos a una clase que no es ideal, no es revolucionaria, pero a la que nos unimos para compartir sus luchas, desde la más pequeña a la más grande. Y en eso se nos va la vida a montones de compañeros.
Hoy, frente a la tumba de Leo, en este cortejo de dolor y de silencio, nosotros tenemos que decir que aunque no haya llegado a tiempo para rescatarlo a él, la situación, si bien no es de radicalización, desde hace años lleva a que un millón de personas, y entre ellos decenas de miles de trabajadores, voten a la izquierda. […] Debemos transformar al sindicalismo de base en un sindicalismo de izquierda, con cientos y, por qué no, miles de compañeros que se organicen con nosotros políticamente. […]
La patronal, inclusive, no quiere que se diviertan de forma independiente y hasta quieren que jueguen al fútbol con sus jefes. No quieren que nunca los obreros tengan un momento para pensar. […]
Nosotros queremos que los trabajadores se transformen en sujetos. Por eso los compañeros de Donnelley metieron a las compañeras a trabajar en la fábrica, lo que por sí mismo ya es revolucionario. Nosotros tardamos muchos años en Kraft y otros lugares en comprender que la mitad de la fábrica eran mujeres.Trabajábamos como trabaja el sindicalismo, que en última instancia es burgués, ’sin ver’ que en las fábricas hay cientos de mujeres. Tardamos mucho tiempo hasta lograr que en Pepsico se celebrara el Día de la Mujer, lo que fue un enorme avance. Y ahora en Donnelley están luchando las mujeres y sus familias, y los compañeros las incorporaron a la cooperativa como trabajadoras. Y eso para mí es revolucionario porque las transforma en sujetos. Están haciendo un club para que en toda la Zona Norte cientos de equipos de trabajadores no jueguen al fútbol con los líderes, sino en forma independiente, como una manera de empezar a transformarlos en sujetos y no en meros objetos de explotación capitalista, solo vendiendo su fuerza de trabajo, donde muchos quedan rotos y arruinados para toda la vida.
Estos años tuvimos que ponernos de pie, que es el comienzo. Y ese es el legado de Leo, y en eso está la actividad actual de tantos compañeros que están en la Zona Norte. Pero nosotros tenemos un compromiso con Leo, y es que no solo debemos cumplir su legado, ya que fue un campeón del sindicalismo de base, sino que tenemos que elevarnos a un nivel superior, donde los trabajadores se transformen en sujetos políticos. Y les hablo a los compañeros de Pepsico para que nos ayuden en esta tarea. Nosotros queremos una vanguardia de cientos de compañeros, de miles si es posible, que les pongan freno a la explotación y a la avaricia patronal que hoy no deja ni siquiera hacer un duelo por Leo.
En la Zona Norte están concentrados, desde Campana a la General Paz, más de cien mil trabajadores, y nuestra tarea es transformarlos en sujetos. Frente a la tumba de Leo podemos hacer ese compromiso. Tomamos el legado que él nos dejó de luchar incansablemente, de fusionarse con la clase tal como es y no ser un agitador superficial desde afuera, como muchos nos dicen desde la izquierda. […]
Pero eso tiene costos. Tiene tanto desgaste como el que tienen los revolucionarios en momentos en que tienen que enfrentarse a situaciones trágicas. Nuestros planes y el avance de la clase llegaron tarde para poder rescatarlo a Leo. La clase obrera perdió un combatiente muy importante. Como decía Trotsky, no lo hemos sabido mantener entre nosotros.
El juramento que tenemos que hacer es un juramento de los que sobrevivimos. Que todo lo que hagamos a partir de ahora tendrá en cuenta este pequeño legado como parte del grandioso legado que dejaron revolucionarios y obreros desde 1848 en adelante, pasando por la Comuna de París, la Revolución rusa del 17, la Semana Trágica en Argentina, el Cordobazo y todos esos grandes acontecimientos. Para eso nos preparamos. No solamente para luchar por botines en la fábrica.
Lamentablemente los compañeros que estaban en el ’sindicalismo de base’ estaban limitados en las fábricas a practicar ese tipo de sindicalismo. Leo era muy bueno afuera de la fábrica, haciendo política. Yo creo que la realidad hoy nos permite unir las dos cosas y ganar gente para nuestras ideas masivamente. Yo mandé un mail diciendo que ahora se podía trabajar políticamente en forma directa, y Poke, que es una persona con una gran sensibilidad, me dijo que tenía dudas. Luego hicimos una reunión con nuestros diputados y vinieron como cien compañeros de la fábrica. Entonces Poke me dijo después que tenía razón. Pasamos años fusionándonos con la clase tal como era, y ahora hay posibilidades de conquistar grandes sectores de vanguardia de la clase y hasta dirigir las fábricas con un gran sector que comprenda y comparta nuestras ideas.
Leía la carta que mandó la compañera María de los Ángeles por la muerte de Leo. Ahí ella cuenta que Leo le hablaba de Kosovo y de no sé cuántas otras cosas ’exóticas’ que ella no entendía nada, pero lo veía como luchador y por eso la ganaba. Bueno, yo creo que llegó el momento en que muchos trabajadores no solo comprendan que estamos en sus luchas, que somos un partido obrero, que sentimos su mismo dolor, sino que empiecen a compartir nuestras ideas.
Aunque lamentablemente estos cambios, que todavía no son radicales y recién comienzan, no hayan permitido salvar a Leo (¡y cuánto lo necesitábamos para esta nueva etapa!), para todos los que estamos vivos hay una tarea magnífica que va a partir del legado de Leo para llevarlo adelante en el cortejo de la victoria.