Una gran-onada (gran-ola) de 11 kilómetros recorrió ayer las dos principales calles de Barcelona. Cerca de dos millones de personas llenaron la Avenida Diagonal y la Gran Vía formando una V. Una V de Volem (queremos). Una V de Votar. Un claro mensaje: el pueblo catalán quiere votar y decidir sobre su relación con el resto del Estado, incluida la opción de la independencia.
Los destinatarios eran varios. En primer lugar un mensaje contra el Gobierno de Mariano Rajoy, el principal partido de la oposición, la Corona y las instituciones del Régimen del 78. Aquellos que quieren mantener encerrado bajo siete llaves el derecho de autodeterminación de las nacionalidades del Estado español. Los que están anunciando que prohibirán y evitarán la consulta prevista para el 9 de noviembre. Anuncios que cada día se expresan más como amenazas veladas contra la autonomía catalana.
También ha sido un mensaje dirigido a la comunidad internacional en la que se busca el apoyo al derecho a decidir y de la que más bien sólo se han recibido hasta ahora silencios o adhesiones al Gobierno de Rajoy como la reciente de Angela Merkel.
Por último, y esto ha sido lo más interesante de esta Diada, otro destinatario ha sido el propio Govern catalán de CiU (Convergencia i Unió). El President Artur Mas y los portavoces de su partido vienen zigzagueando en las últimas semanas sobre qué harán ante la previsible prohibición de la consulta de parte del Tribunal Constitucional (TC).Una calculada ambigüedad sobre si la mantendrá o no, que cuando se aclara es para reafirmar que se respetará la legalidad. Lo que es lo mismo que decir que se acatará la prohibición.
La misma portavoz de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) Carme Forcadell ha exhortado en el acto de la “V” “Parlament, Goven de Catalunya, President: pongan las urnas”. Un buen botón de muestra de cuál es la posición de los socios de CiU en el frente nacional que encabeza. La ERC (Esquerra Republicana de Catalunya) -una formación nacionalista pequeñoburguesa más radical- ha manifestado que su opción es la desobediencia civil frente a la sentencia del Constitucional. La izquierda independentista, por medio de la Candidatura de Unidad Popular (CUP), también llama al principal partido de la burguesía catalana para que encabece un proceso de ruptura del marco legal del Régimen del ‘78.
La “V” ha sido pues la expresión de una voluntad inequívoca del pueblo catalán a poder decidir libremente. También ha expresado el límite más agudo que tiene el movimiento a decidir que irrumpió hace ahora dos años: el que CiU se mantiene al frente del mismo. Desde 2012 las aspiraciones democráticas de los catalanes han sido canalizadas por este partido. Ha conseguido sacar de las calles el movimiento salvo en las Diadas y ha tratado de reconducirlo a algún tipo de negociación con el Estado central sobre una mejora de la autonomía y la financiación, algo en lo que ha fracasado.
Sin embargo la profundidad de dichas aspiraciones, que son también un reflejo del malestar acumulado por los efectos de la crisis económica y el descrédito de las instituciones y partidos, está llevando a Artur Mas a ir más allá de lo que hubiera querido para evitar perder las riendas. Hasta el punto verse forzado a tener que fijar una fecha para una votación, aunque reduciendo su carácter al de consultivo. Una carrera hacia adelante en la que una vuelta atrás se hace cada vez más costosa. La masiva V que se pudo contemplar ayer en Barcelona no ha hecho más que incrementar ese precio y podría ser una buena cabecera de playa para evitar que la lucha por el derecho de autodeterminación de los catalanes termine en un callejón sin salida.
La ofensiva prevista contra el 9N de parte del Estado español hace muy difícil que la desmovilización impuesta por CiU -y respetada por sus aliados de izquierda- se pueda mantener. Con toda seguridad cuando el TC anuncie su prohibición veremos nuevas y masivas demostraciones callejeras y otras movilizaciones. Como la anunciada huelga universitaria convocada para cuando eso ocurra por el principal sindicato estudiantil de Catalunya. Un “otoño caliente” aumentará sin duda la presión para poner las urnas.
Sin embargo CiU no ha dejado de ser el partido oficial de la burguesía catalana. El principal partido del Régimen del ‘78 en Catalunya. La principal mediación para desactivar la cuestión catalana desde la Transición. Una desobediencia al Constitucional sería un bombazo contra el ya debilitado Régimen del ‘78 y forzaría a que el Estado central arremetiese contra la autonomía catalana agudizándose mucho el movimiento en la calle. ¿Llegará tan lejos CiU? Es poco probable. Lo que es seguro es que de hacerlo querrá que el resultado quede como una mera declaración simbólica. No hay plan ni voluntad de que se haga efectivo. A lo sumo transformarlo en moneda de negociación de un nuevo pacto con el Estado central.
De llegar a poner las urnas CiU lo haría no sin desaparecer como coalición. Unió ya ha manifestado que dejará sola a Convergencia en semejante “aventura”. Y en Convergencia las voces que apelan a la “responsabilidad” están aumentando. Lo mismo ocurre con las declaraciones de las principales fortunas y grandes empresas catalanas: “Hasta ahí no, Artur”. A los buenos negocios de la burguesía catalana no le interesa profundizar la crisis del Régimen del ‘78 y tampoco por el momento la independencia del Estado español, el que ha sido una plataforma privilegiada para su expansión imperialista.
Perder de vista todo esto, la composición de clase de los diferentes actores, es sencillamente perder el norte. Conseguir el derecho de autodeterminación con los representantes políticos de la patronal y la banca catalana al frente es verdaderamente una utopía. Y más aún pretender que ese proceso sirva de apertura a un proceso constituyente en el que poder resolver los grandes problemas sociales que están detrás del retorno de la cuestión catalana.
Sin embargo esta es la visión del conjunto de las fuerzas políticas que están por el derecho a decidir, incluidas las de centro izquierda o la izquierda independentista que se identifica históricamente con la consigna “independencia i socialisme”. Así explican su “mano tendida” al Govern y su sumisión a su hoja de ruta.
A pesar de ello la experiencia hecha con la demagogia de CiU se viene cociendo a fuego lento. Las exigencias al Govern esta Diada o el sorpasso de la ERC a CiU en las elecciones europeas así lo atestigua. Esta experiencia puede acelerarse de golpe en las próximas semanas. Si CiU termina desconvocando la consulta puede ser su defunción política. Si a la desconvocatoria le siguen elecciones anticipadas, como estaría previsto, con toda seguridad las ganaría la ERC quien ha anunciado realizar, si cuenta con mayoría parlamentaria, una declaración de independencia unilateral.
Un escenario de agudización extrema de la cuestión catalana y la crisis política con el Estado sin dudas. Pero ni CiU ni la ERC, tampoco las CUP, explican cómo se podría hacer efectiva esa voluntad del pueblo catalán. Y es que aunque una votación consultiva o una declaración del Parlament serían un gesto muy fuerte contra el centralismo no sería suficiente para que el Régimen español cediera la soberanía de un territorio que aporta un cuarto del PIB.
Lejos de toda ilusión en una consecución de este derecho por medio de las vías legales que ofrece el Régimen heredero del Franquismo, hay que explicar claramente que solamente sobre sus ruinas el pueblo catalán podrá ejercer efectivamente su derecho a la autodeterminación. Y para ello, hay que buscar las fuerzas en la movilización social con la clase trabajadora al frente, tanto en Catalunya como en el resto del Estado.
En una política de conciliación de clases, de gran frente nacional, el flanco izquierdo está condenado a la súplica y la presión para no romper la unidad. En esta posición está hoy la ERC y las CUP, y otros grupos de la extrema izquierda que dan apoyo acrítico a estas últimas. Cuando la lucha de clases se agudiza y el flanco izquierdo pasa a ocupar la posición de dirección, se desnuda la impotencia de una estrategia que no se basa en la movilización revolucionaria de los trabajadores y los sectores populares, sino en la unidad con una burguesía integrada en el capitalismo español y en la confianza en los marcos legales y las vías electorales.
Ese es el escenario en el que podemos encontrarnos en los próximos meses. El líder de la ERC de President. Una proclamación formal de independencia o una nueva votación consultiva cuyo resultado no puede hacerse efectivo por el pavor de este partido a tener que apelar a una movilización que asuste a las grandes y muy honorables familias catalanas. La izquierda independentista tendrá que decidir si se mantiene en esta estrategia, y actúa por tanto de leal oposición como hoy la ERC con CiU, o si rompe con ella y apuesta por una alternativa de independencia política de la burguesía.
La masiva V de esta Diada saca a la luz una gran potencialidad para torcer el rumbo. La principal dirección burguesa del movimiento atraviesa una grave crisis incrementada tras el caso Pujol y que puede dar un salto en las próximas semanas. Es posible que éste se traslade a la calle y el movimiento estudiantil, y por esta vía se facilitaría la posible confluencia con las luchas obreras e incorporar el movimiento obrero a esta vasta lucha democrática. Y se da en el marco de una crisis del Régimen político español muy fuerte que podría facilitar la confluencia con otros movimientos y sectores populares del resto del Estado.
Pero para que esta potencia se convierta en acto, sin duda será imprescindible que los sectores que se reclaman de la izquierda anticapitalista rompan con la política de frente nacional y sepan aprovechar la coyuntura de izquierdización y agudización de la cuestión catalana que puede abrirse en el próximo periodo.