Los debates sobre qué candidatura de confluencia de la izquierda catalana siguen abiertos. Podem sella un acuerdo con ICV y margina al Proces Costituent de la benedictina Forcades. La CUP le tiende la mano para que se sume a su Crida Constituent.
En los últimos días se vienen produciendo algunos movimientos de importancia en la izquierda catalana. Tras el éxito de candidaturas municipales como Barcelona en Comú o Guanyem Badalona en Comú, que lograron arrebatar las alcaldías a odiados alcaldes como Trias de CiU o García Albiol del PP, se abrió la discusión en una parte de la izquierda catalana sobre la posibilidad de re-editar este tipo de alianzas en las elecciones catalanas previstas para el 27S.
La primera en lanzar una propuesta fue la monja benedictina Teresa Forcades, una de las caras más conocidas de la formación Procés Constituent. Dirigiéndose a la izquierda independentista por un lado, nucleada en la CUP, y la izquierda reformista de los ecosocialistas de ICV, los eurocomunistas de EUiA y Podem, Forcades se ofreció para encabezar una candidatura unitaria que con el fin de abrir un proceso constituyente catalán de manera unilateral, para el ejercicio del derecho a decidir y abrir la discusión sobre cómo solucionar los graves problemas sociales.
Como señalaba en mi nota anterior, la aparente radicalidad de la propuesta chocaba con el muro de contención de los interlocutores elegidos por Forcades.
Un proceso constituyente de este tipo en el que realmente se pueda poner todo en discusión, sólo es posible realizarlo en una ruptura abierta con el régimen político del 78 y su legalidad. Un horizonte rechazado explícitamente por las fuerzas de la izquierda reformista. Tanto ICV e EUiA, ex-honarables miembros de los gobiernos del tripartito con el PSC y la ERC. Como Podem, que en boca de sus dirigentes catalanes y el mismo Pablo Iglesias han dejado claro que todo ejercicio del derecho a decidir debe hacerse respetando el marco constitucional del 78.
La CUP en palabras de su diputado Quim Arrufat también rechazo sumarse a la propuesta de Forcades. Algunos argumentos para no hacerlo eran justos. Los compañeros de viaje del tripartito son incompatibles para configurar un proyecto de aunque sea ruptura política, ni hablemos de un horizonte anticapitalista. Otros reincidían en la línea de colaboración con la burguesía catalana y su principal partido, CDC.
No le gustó a Arrufat la frase de Forcades de “la independencia se ha de hacer sin CiU”. A ella respondió en un acto público argumentando que “se han de construir mayorías bastante amplias, para que este proceso llegue hasta el final debe tener una parte de la burguesía dentro. Una parte. Para que legitime el proceso”.
Toda una contradicción con el primer argumento, pues si bien ICV, EUiA y Podem están en contra de cualquier proceso de ruptura política y anticapitalista ¿No ha demostrado en estos tres años CDC que no está dispuesta a saltarse el marco legal del 78? ¿Alberga alguna esperanza a que CDC no se oponga con todos los medios, incluida la rápida reconciliación con el Estado central, a cualquier proceso que ponga en cuestión los intereses de las grandes familias catalanas a las que representa?
Días más tarde Forcades y el Proces Constituent han recibido el portazo más importante a su propuesta. En el marco de la gira de Pablo Iglesias por el Estado español para trazar alianzas electorales con fuerzas de centro-izquierda regionales, recaló en Barcelona. Y una vez aquí y en pocas horas selló el acuerdo entre Podem e ICV para ir juntos al 27S. La candidatura de Forcades, quien se declara abiertamente independentista, no era cómoda para la estrategia de Podem de conquistar el centro político. Con gran seguridad el 27S Albano Dante, candidato de Podem para esas elecciones, será la cabeza de lista de la nueva coalición.
Con la propuesta de Forcades en barrena ante la negativa de sus socios privilegiados, la CUP parece que se replantea su negativa a la confluencia con ella y su organización el Procés Constituent.
El pasado martes Arrufat en rueda de prensa aseguraba que “ la última visita a provincias del secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, dejó claro que no habrá proceso soberano catalán, sino que ha de quedar subordinado a la normatividad española”. Y en ese sentido interpeló al “Procés Constituent, el actor que no pinta nada en este acuerdo Podem-ICV, a sumar conjuntamente para que haya una clara mayoría a favor de la independencia y de la apertura de un proceso constituyente catalán”.
¿Qué responderá Forcades y la dirección del Procés Constituent? Lo descubriremos en próximos días, pero no está descartado que el portazo sufrido tras la visita de Iglesias a Catalunya pueda abrir el camino hacia la confluencia con la CUP y otras fuerzas de la izquierda social.
Una confluencia de este tipo deberá resolver varios interrogantes sobre qué programa, qué estrategia y qué alianzas sociales utilizará para lograr la apertura de un proceso constituyente donde realmente se pueda discutir todo.
Hasta el momento tanto la CUP como Forcades dan al 27S un carácter excepcional, pero no el mismo. Para los primeros se tratan de unas elecciones plebiscitarias -en cuyo resultado se decidirá la voluntad popular en torno a la independencia- y constituyentes -pues el nuevo Parlament deberá abrir el camino para sentar las bases de una república catalana-.
Para Forcades el 27S debe dar una mayoría parlamentaria suficiente para abrir un proceso constituyente unilateral, por fuera del Parlament y en el que se terminaría de definir la relación con el resto del Estado. Más allá de estas diferencias, que no son secundarias, el principal problema es que en ambos casos se juega a la carta electoral un proceso que es imposible de abrir realmente si no es por medio de una profunda movilización obrera y popular.
Por más que una nueva mayoría parlamentaria declare la independencia o se proponga como un parlamento constituyente, para que sea efectiva una ruptura así, en el marco político del 78, es necesario poner en marcha potentes fuerzas sociales que lo derroten y tumben. Un proceso que es utópico planteárselo en el marco de las actuales instituciones.
Será necesario desarrollar la organización en los centros de trabajo, estudio, en los barrios, en la que es imprescindible que la clase trabajadora, la que mueve y puede paralizarlo todo, juegue un rol central.
Una organización que sirva para poder impulsar una movilización capaz de dejar en ruinas las instituciones del 78, incluidas las autonómicas, y sobre ellas levantar una nueva institucionalidad basada en los organismos de lucha.
En definitiva se trata de conquistar desde la lucha un verdadero gobierno de los trabajadores y sectores populares, el único que sostenido por potentes fuerzas sociales podría abrir un proceso constituyente que permita el ejercicio del derecho a la autodeterminación y la resolución de los grandes problemas sociales sobre los intereses de las grandes familias y empresas catalanas.
Optar por una estrategia electoral o institucional no puede llevar más que a un callejón sin salida. Al final del camino siempre estará la vacilación de CDC, el Tribunal Constitucional o el mismo Ejército español. Y contra estos obstáculos no hay mayoría parlamentaria capaz de superarlos, sólo es posible por medio de la organización y la lucha de los sectores populares con la clase obrera a la cabeza.
Esto despeja también cuales deben ser los aliados y el programa para imponer un proceso constituyente. El programa debe poner en discusión todas las demandas democráticas y sociales sin límite alguno. Para resolver lo grandes problemas sociales debe tener un carácter anticapitalista, pues es imposible acabar con el paro, la miseria, los desahucios… sin tocar los intereses y beneficios de los grandes capitalistas. Solamente un programa así puede entusiasmar a las amplias capas populares que estamos padeciendo la crisis capitalista, desde la clase trabajadora hasta otros sectores intermedios para los que sólo un programa obrero puede dar respuesta, como es el caso de los pequeños productores o las cooperativas asfixiados por la gran banca.
Para luchar por un programa así y por una estrategia que realmente pueda derrotar al Régimen del 78 la burguesía catalana y sus representantes no pueden considerarse como aliados circunstanciales. Ellos siempre buscarán serlo en una estrategia electoral o institucional. En este terreno son conscientes que pueden jugar el papel de dirección del proceso para conducirlo al desgaste y el desvío, como están haciendo Mas desde el 2012. Los verdaderos aliados están más allá del Ebro, en los trabajadores y sectores populares del resto del Estado con los que hay que buscar la mayor unidad posible en la lucha contra el régimen del 78 y el capitalismo español.
Por ello pelear por una política de independencia de clase en el movimiento por el derecho a decidir es fundamental para poder desplegar un programa y una estrategia que realmente se prepare para luchar por imponer un proceso constituyente que permita ejercer el derecho a decidir de forma efectiva y abrir el melón para hacerle pagar la crisis a los capitalistas.
El debate sobre una confluencia de las fuerzas que están por la ruptura política y una perspectiva anticapitalista considero que debería abrir la discusión sobre todas estas cuestiones. A casi tres años desde la Diada histórica del 2012 hay una experiencia realizada tanto con la dirección burguesa de CDC como con las políticas de “mano extendida” hacia ésta que podría servir para que el 27S pueda haber una candidatura que levante una alternativa de independencia de clase en la lucha por un proceso constituyente catalán realmente libre y soberano.