A sus 78 años el director de cine británico Ken Loach sigue presentado títulos que recogen importantes cuestiones políticas y sociales. Jimmy’s Hall es su última película y con ella nos acerca a la Irlanda de los años 30. El film está basado en la vida de James Gralton, un activista político que para evitar ser detenido emigró a los Estados Unidos y posteriormente regresó a Irlanda tras su independencia.
Una noticia en el Workers Voice sobre la reapertura del Salón Pearse-Connolly, un club social cerrado en los años veinte en la Irlanda rural, enfurece al párroco de la zona. La reacción no es de extrañar pues la reapertura de este Salón tiene que ver con el regreso de James Gralton, a quién tachan de comunista, quién vuelve a su Irlanda natal tras diez años en New York.
No es la primera vez que Ken Loach trata la historia de Irlanda en uno de sus films. En 2006 presentó la imponente The Wind That Shakes the Barley (El viento que acaricia el prado) con la que consiguió la Palma de Oro en el festival de Cannes. Un impresionante retrato de la lucha por la independencia irlandesa y la posterior guerra civil.
En el trasfondo de Jimmy’s Hall encontramos ya los años posteriores al conflicto relatado en aquella película. Las ilusiones de James por volver a una Irlanda más justa y libre pronto se ven rotas al encontrar un mundo en el que los grandes terratenientes, las autoridades políticas y la iglesia ejercen un control total sobre la vida de las personas.
Terratenientes que expulsan a los campesinos de las tierras en las que trabajan, patrones que desahucian a familias y una iglesia católica con un poder cada vez más creciente en la vida pública y privada de los irlandeses, es el crudo contexto socio-político en que se enmarca la historia.
Pero a diferencia del modo en tratar la lucha social en otros de sus films, en Jimmy’s Hall Loach nos presenta una óptica diferente. Centra su relato en el poder de la comunidad la posibilidad de cambio. El entretenimiento, el tiempo libre, quiere ser gestionado y controlado por los propios vecinos, los cuales se organizarán para conseguirlo y mantener abierto el Salón y alejado de la influencia de Iglesia y autoridades.
Y es que los habitantes de la región se organizan para reabrir y mantener abierto un centro comunitario en el que son los propios vecinos los que imparten clases de literatura, baile, boxeo y pintura, en lo que se presenta como un símbolo de independencia de los distintos poderes.
Siendo fiel a su estilo narrativo Loach nos sorprende con algunas escenas en las que de manera magistral condensa profundos debates o problemáticas sociales en pocos minutos y escasos planos. La aparentemente amable visita del Padre Sheridan a una familia a la que chantajea con la posibilidad de conseguir un trabajo, o la amenaza de boicotear la tienda de una familia, ayudan a retratar el clima de control por parte de la estructura eclesiástica. Del mismo modo, la discusión entre un grupo de vecinos sobre cómo evitar que cierren su local o sobre cómo ayudar a una familia a recuperar su casa, pone sobre la mesa profundos debates sociales.
Una nueva buena película de Loach, con un enfoque distinto a lo que nos tiene acostumbrados, pero que vale la pena ver y reflexionar.
Ficha Técnica
Director: Kent Loach
Guión: Paul Laverty
Música: George Fenton
Fotografía: Robbie Ryan
Producción: Reino Unido-Irlanda-Francia.
Duración: 106’