El fomento de la islamofobia y el racismo coloca a la mujer como símbolo de «atraso y barbarie» del mundo árabe musulmán. Movimientos feministas árabes han sabido responder tras múltiples debates, a la imposición de los valores occidentales.
Tras los hechos de Charlie Hebdo, analistas, periodistas y articulistas de los grandes medios de comunicación difunden la idea de que el «ejemplo de atraso, barbarie y falta de democracia» de estos países es la situación de desigualdad y opresión de la mujer.
Los problemas más señalados son la imposición del burka o el nikab —la revista Charlie Hebdo no estuvo exenta de señalarlo— y la ablación. Como si estas terribles prácticas fueran aplicadas a «todas» las mujeres árabes, musulmanas o africanas y como si estas mujeres no hubiesen luchado contra la lapidación, ablación y otras múltiples opresiones. Y además, como si la mayoría de las mujeres de Europa o Estados Unidos no sufrieran ningún tipo de opresión de género, no existiera el feminicidio, la violencia sexual y avances y retrocesos con derechos fundamentales como el del aborto.
Sin embargo, no son nada nuevos los prejuicios raciales hacia la “mujer oriental» y la “exotización” de las mujeres árabes. Estos se manifiestan bajo históricos y actuales mecanismos de victimización/ superioridad/ uniformidad, que, por un lado desconocen el poder de resistencia y de lucha de estas mujeres, para enseñar «occidentales valores superiores», que puedan arrancar de la opresión a estas pasivas y sumisas mujeres. Para ello se utiliza lo que muchas feministas llaman «uniformización» de las mujeres del llamado «Tercer Mundo», a través del cual se crean tópicos de gran impacto que «generalizan» comportamientos de «las otras» desde una visión euro céntrica.
Sin embargo, lejos de la sumisión pasiva, estas mujeres han sabido identificar las particularidades de su propio horizonte histórico-social en el que se inscribe las relaciones de opresión, dentro de una «universalidad» de problemas identificables con la de todas sus hermanas de clase: las duras condiciones laborales, el total desamparo en derechos sociales y políticos, la violencia y acoso sexual, entre otros.
La historia de las mujeres árabes, musulmanas y africanas demuestra que han sabido romper los límites de las “mujeres del harén”, diagnosticando el carácter de su opresión así como las estrategias para su liberación de las dobles cadenas: la opresión ejercida por los poderes autóctonos y la ejercida por el poder colonial occidental.
Esta historia fue constituyendo múltiples debates del movimiento de mujeres y feminista, recreados al calor de las experiencias de lucha y organización de las mujeres de estos continentes.
Apuntes sobre el feminismo del mundo árabe, musulmán o islámico
Dentro del feminismo islámico, árabe y musulmán, entre sus grandes diferencias el gran punto de contacto es la denuncia de lo que identifican como «feminismo occidental» que insiste, tanto en su versión histórica como la actual, en la existencia de una forzosa conexión entre cultura y opresión de la mujer.
De esta conexión se desprende la estrategia de «abandono de la cultura autóctona» para que estas mujeres ’abracen el progreso’ como vía de emancipación.
Este llamado «imperialismo cultural», fundamento ideológico para legitimar las relaciones de opresión y explotación sobre el mundo árabe musulmán, tuvo dos consecuencias respecto al movimiento feminista y de mujeres.
Por un lado, un rechazo a los movimientos feministas y de mujeres en el interior de las sociedades islámicas, árabes o musulmanas, de parte incluso de fuerzas políticas y religiosas que rechazaban el feminismo como expresión que desafía a la cultura tradicional o religiosa.
Por otro lado, han surgido mujeres intelectuales y feministas de estos países que han postulado su propia redefinición del feminismo, desplegando un movimiento de múltiples ramificaciones según el contexto socio-histórico de cada país, tal como explica la historiadora feminista Mary Nash.
Sólo acotándonos al siglo XX, este movimiento se caracterizó por un feminismo de amplio espectro, desde el laicismo al islamismo, que por momentos convergían y en otros divergían (Nash, 2004).
Durante los años 2005 y 2006 se realizaron en Barcelona dos Congresos internacionales del feminismo islámico, cuyas ponencias se recogieron en un novedoso libro llamado «La emergencia del feminismo islámico» (2008), que refleja los debates en curso sobre cómo clasificar los diferentes postulados y las referentes feministas que teorizan sobre las estrategias de emancipación en el mundo árabe musulmán.
Por un lado, la emergencia del «feminismo islámico» se caracteriza por el rechazo a lo que esta corriente define como «imperialismo cultural», «feminismo colonial» u «occidentalización entendida como el abandono del islam» como único camino para lograr la liberación de la mujer musulmana. Pero a la vez, el feminismo islámico se diferencia del «fundamentalismo islámico» que acaba haciendo bandera de las prácticas patriarcales más reaccionarias frente a la penetración occidental; y de esta manera conduce a múltiples discriminaciones que Occidente utiliza como prueba contundente de que «el islam oprime a la mujer».
Es así que, para el feminismo islámico, se crea una «falsa dicotomía» entre un feminismo etnocéntrico y el fundamentalismo islámico. Frente a ello proponen conformar un movimiento de mujeres que reivindique su emancipación «en el marco del islam», sin rechazar sus tradiciones pero en lucha con el patriarcado de las sociedades musulmanas.
Muchas de estas mujeres denuncian una degradación de la tradición islámica y una tergiversación de los textos sagrados, para la cual plantean una relectura de los mismos tras la «hermenéutica coránica». Y así, develar a un «islam genuino» contenido en el Corán liberador de la mujer. Entre las feministas más referentes se encuentran Amina Wadud, Asma Barlas, Margot Badran (EE.UU), Shaheen Sardar Ali (Pakistán); Ndeye Andújar (España).
Por otro lado se identifica «feminismo musulmán» o «feminismo árabe» a las corrientes que reivindican la liberación de la mujer desde un paradigma cultural árabe- musulmán, pero denuncian al islam como una religión patriarcal. Aunque algunas consideran que el islam propuso mejoras en los derechos de las mujeres en determinados momentos históricos, plantean que toda religión monoteísta es patriarcal, y que no puede lograrse la emancipación de la mujer dentro de un ámbito estrictamente religioso.
Entre las más referentes se encuentran Nayereh Tohidi (Irán) y Valentine Moghadam (Irán), quien plantea cómo se está aceptando cada vez más dentro del movimiento feminista la separación entre religión y Estado. Otra reconocida feminista marxista es Nawal al Saadawi (Egipto), a quien le costó la cárcel por denunciar prácticas sexuales como la mutilación genital, entre otras cosas.
Sin embargo, es muy difícil hacer una distinción rigurosa entre estas corrientes. Muchas feministas comparten matices entre el feminismo islámico y el feminismo árabe o musulmán. Fatima Mernissi (Marruecos) podría ser una referente del complejo cruce de estas dos corrientes del feminismo.
Los mil y un problemas de las mujeres de «las mil y una noches»
Por tanto, es imperativo romper con la visión victimista y dar a conocer su subjetividad histórica y sus luchas por la transformación de sus propias sociedades. Las mujeres árabes, musulmanas o africanas vienen demostrando qué lejos está la cuestión del hiyab (velo) o la “danza del vientre” como principal preocupación.
Durante la primavera árabe las mujeres ha sido un importante motor de lucha. Sólo en el año 2010 hubo más de 300 huelgas en las que las mujeres irrumpían hartas de cargar sobre sus espaldas la mayoría de los problemas sociales que afectaban a las familias ante la inflación en los productos básicos. Y las imágenes de las mujeres egipcias o marroquíes con pancartas y megáfonos recorrieron el mundo.
Hoy la visión occidental-imperialista se sorprende de ellas, ignorando que la incursión de las mujeres en la política en estos países tiene una gran historia y su rebelión estuvo muchas veces ligada a los procesos de lucha por la independencia nacional y antiimperialista antes, durante y después de los procesos de descolonización.
Bajo el discurso de la defensa de los derechos de la mujer ocultan que en realidad en estos países históricamente la opresión ejercida por los poderes autóctonos estuvo acompañada por la del poder colonial imperialista. Si la opresión de la mujer es doble, como mujeres y trabajadoras, en los países explotados y oprimidos por las potencias imperialistas, la opresión de clase se triplica para estas mujeres.