La entrevista de Pablo Iglesias con Toni Negri en Otra Vuelta de Tuerka se encontraba dentro de lo previsible, aunque permite desarrollar algunas reflexiones. Recomendamos verla completa, antes de leer este post.
Decimos «dentro de lo previsible», porque Negri ya había adelantado acá su posición sobre PODEMOS, que resumidamente consiste en caracterizarlo como una fuerza reformista y a la vez aconsejar que dicha formación impulse «contrapoderes sociales» o un proceso «constituyente» desde abajo.
Y si bien las partes más interesantes de la entrevista tienen que ver con la vieja militancia de Negri, lo central pasa precisamente por su posiciomiento actual. Ya que Iglesias puede mostrar que su «populismo» cuenta con el apoyo del pope del «marxismo autonomista» y de esa forma reforzar la idea de que PODEMOS es la expresión genuina del proceso del 15M.
No obstante el rol claramente «instrumental» que tiene la entrevista dentro de la estrategia electoral de Iglesias, podemos analizar algunos elementos que sirven, no tanto para discutir las posiciones del líder de PODEMOS, sobre lo que hemos escrito otras veces (ver acá y acá, por ejemplo), sino más bien analizar el derrotero de Toni Negri y sus actuales posicionamientos.
A lo largo de su trabajo teórico (recomendamos leer unas críticas acá, acá y acá), Negri ha radicalizado progresivamente una idea que estaba en la base del operaismo italiano: que la modernización y reconfiguraciones del capitalismo son producto de la lucha obrera y no al revés, como se pensaba desde cierto «automatismo» socialdemócrata. Esto hace, por ejemplo, que Negri plantee que «el precariado» no era solamente una política del neoliberalismo para quitar derechos a la clase trabajadora sino también de algún modo una respuesta al rechazo de los obreros por la explotación en la fábrica. O la famosa idea de que «la multitud llamó al Imperio», que Bin Laden supiera hacer entrar en desgracia antes de que tomara la posta George W. Bush…
En este contexto, animado a su vez por la idea deleuze-althusseriana de construir un materialismo sin dialéctica, pasando del obrero masa al obrero social y después a la multitud, Negri ha ido radicalizando la comprensión de la relación entre el capitalismo y la clase obrera en términos de una exterioridad (a lo que hace referencia en la entrevista cuando menciona a David Harvey y la teoría de la «acumulación por desposesión»), lo cual está bastante bien explicado en un reciente artículo sobre la huelga abstracta.
La consecuencia teórica y estratégica de esta exterioridad radical, es una vuelta del reformismo y el programa mínimo. Aunque esta afirmación pueda sonar brutal, no por eso deja de ser cierta.
Sucede que la confusión que desarrolla Negri entre las relaciones de clase y la dominación política, considerando «superada» la vieja forma de explotación capitalista y pasando a postular el rol de la patronal como esencialmente político, crea la ilusión de que el mecanismo de explotación puede ser derrotado con medidas que cambien la política sin cambiar las relaciones sociales (que solamente deberían seguir desarrollando la autonomía del trabajo abstracto liberado del comando capitalista) como una Renta Universal Ciudadana.
Y es desde esta posición que, a contramano de cualquier tradición inmanentista, el propio Negri cae en un grosero dualismo, el cual encaja como anillo al dedo con una postura «progresista»: la autonomía de base desde abajo, alentada desde arriba por un reformismo bien entendido, con el ejemplo de …. Roosevelt.
La afirmación de que la experiencia latinoamericana de la última década «demuestra» la superación del estado nacional, porque la «colaboración» de los distintos países habría evitado que las multinacionales intervinieran en el desarrollo; parece un chiste de mal gusto para quienes vivimos de este lado del mundo. Primero porque las multinacionales (con desigualdades) han hecho sus negocios en la «década ganada» y en general han seguido determinando el desarrollo de los países. Y segundo porque la integración no ha pasado más que de acuerdos político-comerciales que hoy atraviesan una crisis (ALBA-Mercosur).
Negri repite más de una vez que su pensamiento «es profundamente institucional», porque «nosotros nunca hemos sido anarquistas», aclara. Pero, sin embargo, pese a que dice que lo que quedó de las experiencia de Quaderni Rossi y posteriores agrupamientos, es la sensación de una profunda autonomía de base, no propone ninguna «institución» de la democracia de base, sean comisiones internas de fábrica, coordinadoras interfabriles, soviets, asambleas populares, juntas vecinales o lo que fuere en tal sentido, que solamente quedan como una expresión del pasado.
Lo más parecido a una institución a lo que hace referencia (además de los gobiernos «progresistas») es al tipo de coalición amplia del estilo PODEMOS (que «lamentablemente no existe en Italia»).
De esta forma, la «potencia de la multitud» que supuestamente no necesita de «mediaciones tradicionales» como partidos y programas revolucionarios, pero puede servirse de «necesarios» líderes mediáticos; termina siendo, por decirlo con términos un poco argentinos, la «columna vertebral» de un movimiento donde la «cabeza» son los intelectuales posmarxistas que postulan al Estado nacional como agente del cambio histórico. Dicho en los términos de Negri «una buena interpretación del reformismo, no de la revolución».
Post publicado originalmente en el blog Los Galos de Asterix