Esta semana hemos asistido a la retirada de fotos, bustos y diferentes símbolos de la corona española en diferentes ciudades del todo el Estado Español. Grupos políticos como Barcelona en Comú, Ahora Zaragoza, Podemos, Izquierda Unida, la Candidatura de Unidad Popular, Iniciativa per Catalunya y otros de izquierda lideran la iniciativa.
Abajo los símbolos de la Corona
El caso más renombrado lo dio Ada Colau al quitar el busto del anterior Monarca de la sala de plenos del Ayuntamiento de Barcelona. El motivo era que ya había abdicado. Continuó el Ayuntamiento de Zaragoza cambiando el nombre de un pabellón deportivo que tenía el nombre del actual Monarca cuando aún era príncipe. En Montcada i Reixac, al lado de la ciudad condal, se retiró el retrato de Felipe VI. En Cádiz también retiraron el retrato de Juan Carlos y pusieron el de un alcalde anarquista que tuvo la capital gaditana durante la Primera República. Estos gestos se han extendido como reguero de pólvora por ayuntamientos de diferentes ciudades gallegas, catalanas y probablemente cunda aún más estos ejemplos.
La “restauración” de los cuadros
La reacción no se hizo esperar. El PP de Barcelona llevó al día siguiente un cuadro de Felipe VI para que presidiera las reuniones del consistorio. Incluso la Vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría rápidamente se prestó para acercar al Ayuntamiento barcelonino un retrato de Felipe VI en caso de que no se dispusiera de ejemplar alguno en dicha ciudad. Tanto el Partido Popular como Ciutadans se han opuesto y los socialistas han basculado entre la abstención y el apoyo.
Los gestos y los hechos
Todos estos gestos expresan el gran desprestigio que ya padecía el anterior rey y que aún padece, aunque en menor medida, Fernando VI. Nadie puede olvidar que la Monarquía fue restaurada por Franco y que pilotó el pacto entre el búnker franquista y el PSOE-PCE. Menos aún cómo la familia Real está afectada por casos de corrupción, el rol del Rey en lo que va de la crisis y en relación a la cuestión nacional en Catalunya. Desde hace ya algunos años ha crecido sensiblemente el sentimiento republicano entre las masas. Y, las corrientes de la izquierda tratan de expresarlo de alguna manera.
Sin embargo, todos estos gestos son contradictorios con otros. No nos podemos olvidar la sintonía que Pablo Iglesias quiere tener con el Rey cuando le regaló las temporadas de Juego de Tronos. O la desesperación por tener una reunión con Felipe antes de las elecciones. Incluso los programas de Podemos y otras candidaturas ciudadanas, así como las declaraciones políticas de sus líderes, han olvidado referencia alguna a acabar con la Monarquía.
Pasar de los gestos a los hechos
En todo el Estado Español las corrientes de izquierda cada vez más ponen el acento en la necesidad de un Proceso Constituyente en todo el Estado. Recientemente EH-Bildu, Bloque Nacionalista Galego y la CUP firmaron un compromiso en ese sentido. Podemos en sus primeros tiempos también se pronunció en el mismo sentido (aunque paulatinamente ha venido abandonándolo en su discurso. Izquierda Unida pide un Proceso Constituyente desde el 2014, e Iniciativa per Catalunya y Procès Constituent van en el mismo sentido.
Todos estos proyectos de Proceso Constituyente coinciden de una forma u otra en el respeto de las actuales reglas de juego. Incluso algunos grupos catalanes que persiguen un proceso constituyente catalán y rechazan el marco institucional de la Constitución del 78 lo hacen como parte de la estrategia de Artur Mas y Junqueras de buscar diálogo con las instituciones españolas.
Procesos constituyentes como estos serán completamente impotentes para resolver las graves cuestiones democráticos de la Constitución del ‘78 y los enormes problemas sociales de los trabajadores y el pueblo. Para resolver los problemas fundamentales de la sociedad es necesario superar los límites de las instituciones pactadas entre los partidos de la casta.
Precisamente un Proceso Constituyente debe ser revolucionario. Unas constituyentes que derriben el reaccionario edificio del ’78 comenzando por sus bases: la Monarquía de Franco. Para ello no alcanza con sumar mayorías electorales, hay que sacar a los trabajadores y al pueblo pobre a las calles y acabar el capitalismo español. Sólo así podremos construir una República Obrera en todo el Estado Español que dé cabida a todos los pueblos de la península respetando su singularidad y el derecho de autodeterminación de las mismas.