El FIT realizó un multitudinario acto con 20.000 personas en Buenos Aires. Su experiencia es un ejemplo para el debate de estrategias de la izquierda del Estado español y europea.
Este sábado 19 de noviembre tuvo lugar en Buenos Aires un masivo acto convocado por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores de más de 20.000 personas. Un hecho histórico que no ocurría hace tres décadas.
El FIT se constituyó como frente político-electoral en el año 2011, integrado por tres corrientes de la izquierda trotskista en Argentina: el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), el Partido Obrero (PO) e Izquierda Socialista (IS). Desde entonces ha emergido como una gran fuerza política independiente de los partidos capitalistas, conquistando en 2013, 1 millón 300 mil votos, diputados en el Congreso Nacional, las legislaturas provinciales y municipales.
Su programa es claramente anticapitalista y antiimperialista y emerge promoviendo la lucha de clases como método para que la clase trabajadora, las mujeres y la juventud conquisten sus demandas. Aparece pues como una alternativa de izquierda a los partidos del régimen, tanto a la derecha del gobierno de Macri, como al kirchnerismo que hoy vota con ésta y otros partidos políticas de ajuste en las cámaras de diputados y senadores.
Inserción en la clase trabajadora y la lucha parlamentaria al servicio del desarrollo de la lucha de clases.
Como podemos ver en el artículo “Debates programáticos en el Frente de Izquierda”, el FIT lucha por la independencia política de la clase trabajadora, contra los distintos bloques capitalistas que expresan el gobierno, sus opositores patronales y las diferentes variantes de la centroizquierda. Despliega un programa obrero y socialista para impulsar la movilización política de la clase trabajadora y sectores explotados contra el gobierno, las patronales, su Estado, y contra el imperialismo. El FIT se presenta como una referencia política para quienes luchan por la independencia de los sindicatos y la expulsión de la burocracia sindical, y por la independencia de todo movimiento popular del capital y su Estado.
En un interesante artículo, Matías Maiello analizaba los orígenes del FIT y el rol de la izquierda trotskista en la Argentina pos-2001: “¿Por qué se dio este fenómeno? La explicación hay que buscarla en que ambos partidos salimos de la crisis del 2001 ligados a procesos de la lucha de clases del movimiento obrero. El PO en torno al movimiento de desocupados. El PTS en torno al movimiento de fábricas bajo gestión obrera, cuyo emblema fue la fábrica Zanon. Este movimiento tuvo como uno de sus principales referentes a Raúl Godoy (PTS)”, quien fue reelecto como diputado provincial en Neuquén y encabezó la lista del PTS para las primarias del FIT en esa provincia”.
El artículo citado explica cómo hasta el estallido de la crisis mundial en 2008, el kirchnerismo, con el que se identifica parte del nuevo reformismo de Podemos, representó un “bloqueo relativo” al surgimiento de una alternativa política por izquierda. Relativo porque en el movimiento obrero los “representantes” políticos de este fenómeno eran los dirigentes de la odiada burocracia sindical ligada al gobierno y socia de la patronal. Esto llevó a un proceso de organización y lucha en el movimiento obrero caracterizado como “sindicalismo de base”.
El kirchnerismo no creó una corriente propia en el movimiento obrero (en especial en la industria) alternativa a la burocracia. Y “En esta contradicción entre el “progresismo” del gobierno y la realidad de una burocracia sindical con métodos fascistoides, emerge el FIT y en especial interviniendo en el proceso de sindicalismo de base en el que, a través de su influencia en luchas obreras de gran repercusión nacional, pudo organizar también a sectores obreros que vienen del kircherismo”, explica Maiello.
Uno de los emblemas de este proceso fue el Subte (Metro) de Buenos Aires, dirigido por un sector kirchnerista pero con una oposición combativa y muy fuerte cuyo principal referente es Claudio Dellecarbonara (PTS), electo como parte del secretariado del sindicato, y que fue es candidato para las primarias. Otro fue la fábrica agroalimentaria Kraft, convertida en un referente para todo un sector de trabajadores que vieron que era posible hacer retroceder a las patronales y derrotar a la burocracia sindical. La principal figura obrera de aquella pelea fue Javier “Poke” Hermosilla , candidato a vice-gobernador de Buenos Aires por la lista del PTS en las primarias del FIT.
La conquista de estos candidatos y los primeros diputados en 2012 puso la lucha parlamentaria al servicio del desarrollo de la lucha de clases. Por ejemplo Nicolás del Caño, un jóven trabajador precario, se transformó en un referente nacional de la izquierda, no solo por su destacada intervención en el parlamento sino también por estar al frente de los conflictos más combativos protagonizados por los trabajadores y las trabajadoras en el último tiempo en Argentina, cortando autopistas y sufriendo en carne propia la represión de la policía de Cristina Kirchner y su entonces ministro del interior Scioli.
Esta fue la clave de la consolidación e influencia del FIT, no sólo en sectores de la clase trabajadora, sino también en la juventud, el movimiento estudiantil y en el gran movimiento de mujeres en el que la agrupación de mujeres Pan y Rosas es una “fracción de izquierda” como agrupación del PTS e independientes, fundada por Andrea D’Atri, quien también fue candidata en las listas del PTS en las primarias del FIT.
Cabe preguntarse por qué, a diferencia de países como Grecia con Syriza o el Estado Español con Podemos, variantes de este tipo están ausentes del escenario político argentino. En el mismo artículo citado Maiello explica que “Estos fracasos se deben, por un lado, al discurso reformista del propio gobierno kirchnerista, pero también por izquierda, a la existencia y consolidación del FIT como alternativa de peso. Es decir, surgió una alternativa al surgimiento de un reformismo opositor, que nunca puede darse por definitivo, al que ha contribuido en los últimos años el FIT como frente de independencia de clase.
La crisis mundial y el fracaso de los intentos de humanizar el capitalismo.
La emergencia del FIT se ha dado en un contexto de tendencias recesivas y crisis económica en el marco de la crisis capitalista mundial desde 2007, donde que ha quedado al desnudo el fracaso de las estrategias de reforma del capitalismo llevadas a cabo por los llamados gobiernos “posneoliberales” en Latinoamérica.
Experiencias de gobiernos como el del PT de Lula y Dilma Russeff en Brasil, Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela bajo el signo del “socialismo del siglo XXI”, Evo Morales en Bolivia o Cristina Kirchner en Argentina, que han actuado como aplicadores directos de los panes de ajuste y ataque a la clase trabajadora y popular. Desde su formación, el FIT se delimitó claramente de estos gobiernos.
El fracaso de estas experiencias han ayudado a fortalecer variantes burguesas de derecha y abiertamente proimperialistas en cada país. Incluso la “era de Obama” en Estados Unidos tan reivindicada por las variantes neorreformistas como un “gran cambio democrático o cultural”, ha demostrado su fracaso con los resultados de un gobierno del xenófobo, misógino y racista de Trump.
A su vez, han irradiado a los países de Europa más golpeados por la crisis como en Grecia o el Estado español emergiendo fenómenos neorreformistas como Syriza o Podemos, “inspirados” en los gobiernos “posneoliberales” de Latinoamérica.
Grecia fue el primer “laboratorio” de los límites de esta estrategia en el viejo continente. El gobierno de Syriza, saludado por gran parte de la izquierda europea en 2014, está demostrando que es una gran utopía querer humanizar el capitalismo bajo la gestión de gobiernos reformistas de «izquierda». En el Estado español Podemos ha sido un fiel reflejo (en cuanto a rebaja en el programa y aceptación del marco institucional de la actual democracia para ricos en que vivimos), aunque sin consumarse la experiencia por el fracaso de su intento de formar gobierno con el PSOE.
Una situación que reabre un debate de estrategias en la izquierda europea y mundial. Venimos atravesando un período en el que se fortalecen nuevas mediaciones reformistas, que crean ilusiones de cambio en el marco de las instituciones capitalistas con un discurso de “mejorar” la democracia y una estrategia electoral de “ganar” la mayoría, o pactar para lograrlo con parte de los viejos partidos, en el parlamento burgués.
Sin embargo estas ilusiones se queman de manera fugaz tan pronto como cuando estos proyectos pasan de la campaña electoral al gobierno. Experiencias como la de Syriza en Grecia demuestran el fracaso del «reformismo de izquierda», ya que se transformó en pocos meses en la aplicadora directa de los planes neoliberales más duros, siendo el gobierno de la continuidad y multiplicación de la austeridad, y vanguardia europea en la política racista de expulsiones masivas de refugiados. Con el Tercer Memorándum, dio un giro neoliberal de forma acelerada. El fracaso de este «reformismo sin reformas», es el fracaso de la política de presionar para «moderar» los planes de austeridad.
Podemos es su espejo, hasta el día de hoy ha defendido todas las políticas de Syriza reivindicando cada uno de sus giros y concesiones con diferentes argumentos. Esta formación había emergido el 25 de mayo de 2014, con mucha fuerza obteniendo más de 1.200.000 votos y 5 eurodiputados. Luego comenzó su transformación en partido, adoptando una organización interna centralista, con un método más plebiscitario que “participativo” y un programa reformista.
Mientras Syriza se desplazó del eje “izquierda/derecha” hacia una confrontación entre “antiausteridad/austeridad”, Podemos irrumpía con la famosa consigna «no somos ni de derecha, ni de izquierda». Pero su giro fue a derecha no bajo un debate programático, sino mediante políticas de gestos de Pablo Iglesias cómo reuniones con el embajador norteamericano, aplaudiendo al Papa Francisco en el parlamento europeo, elogiando a Barack Obama, reivindicando al ejército, estableciendo contactos con empresarios y banqueros y con buenas relaciones con el Rey Felipe VI sin cuestionar a la monarquía.
Hasta que en la última etapa, en plena crisis de gobernabilidad después de dos elecciones cuyos resultados dejaban al país sin presidente, Podemos se esforzó en intentar formar acuerdos con el PSOE para gobernar con la pata “izquierda” del bipartidismo español, la “vieja casta” contra la que tanto Podemos dijo querer combatir.
La emergencia del FIT sin crear ilusiones reformistas.
La experiencia del FIT demuestra que acompañar la experiencia de las masas, no significa obligatoria o necesariamente alimentar las ilusiones creadas por las mediaciones reformistas o conformar proyectos de “partidos amplios” sin delimitación clara de independencia de clase. Por el contrario, es necesario combatirlas en cada uno de sus pasos para demostrar que al capitalismo hay que derrotarlo, y así prepararse para confluir con aquellos sectores que «avanzan» rápido tras experiencias de derrotas y traiciones de sus direcciones reformistas.
Este es un gran debate dentro de la izquierda del Estado español donde la mayoría de las corrientes de la extrema izquierda, incluidas muchas que venían del trotskismo, fueron abandonando la estrategia de clase y revolucionaria en las últimas décadas. Para algunas de ellas la clase obrera pasó a ser un “sujeto más” dentro de los movimientos sociales y vivieron una paulatina adaptación a la izquierda reformista del Régimen, especialmente Izquierda Unida.
El caso más destacado fue la Liga Comunista Revolucionaria, que llegó a disolverse dentro de IU en los 90 para salir en 2008 y formar Izquierda Anticapitalista, y terminar siendo fundadora de Podemos, disolverse en su interior y hoy ser parte del sector que encabeza Pablo Iglesias. Otro grupo proveniente del trotskismo, En Lucha, acaba de anunciar su disolución e Podemos y en las CUP en el caso de su sección catalana, y otros como El Militante – que dirige el Sindicato de Estudiantes – lleva años disuelto en organizaciones reformistas como IU o incluso el PSOE en algunas provincias. Incluso Corriente Roja, que abandonó IU en 2005, fue parte de la candidatura de Alberto Garzón el 20D e impulsora de un agrupamiento en común con sectores de la dirección del PCE.
Hoy los sectores “críticos” dentro de Podemos, en los que se encuadra buena parte de esta izquierda, vienen defendiendo una suerte de estrategia combinada: “llegar a las instituciones” siendo parte de organizaciones reformistas, pero defendiendo la “movilización” o la construcción de “poder popular desde abajo” en los movimientos sociales, para abrir un proceso de “radicalización de la democracia”. Una salida que, a la cola del nuevo reformismo, termina siendo funcional a la instrumentalización y limitación de la movilización social como mera herramienta de presión sobre el régimen político existente.
En Grecia, prácticamente toda la izquierda europea apoyó a Syriza y se identificó con su estrategia reformista de anti-austeridad. El giro socialiberal de Syriza llevó a una ruptura interna con la formación de Unidad Popular, que aunque cuestionaba el memorándum, compartía la estrategia reformista y parlamentarista de «los orígenes» Syriza. Y dio un giro hacia una estrategia soberanista de salida ordenada del euro y de «reconstrucción de la economía nacional».
La debilidad de una alternativa verdaderamente anticapitalista, con una perspectiva de clase e internacionalista, es lo que explica, a diferencia del caso de Argentina, el éxito del nuevo reformismo en un contexto de mucha mayor crisis económica, social y política como el español o el griego. El fracaso de la “ilusión del cambio” tiene además consecuencias catastróficas, como hemos visto en los EEUU post-Obama o en muchos países europeos, donde el fracaso del “gobierno de izquierda” de Syriza, junto a la crisis de los refugiados y las políticas racistas de todos los gobierno incluido el de Tsipras, está abriendo el camino a la extrema derecha.
La experiencia del FIT demuestra que es posible construir una izquierda que ponga el eje en la lucha de clases, en fortalecer la organización y la movilización de la clase trabajadora, que levante un programa para que la crisis la paguen los capitalistas, que defienda abiertamente acabar con las democracias para ricos y combine la lucha contra la UE del capital y la austeridad, con la lucha por gobiernos de los trabajadores en cada uno de los países dentro de la perspectiva de los Estados Unidos Socialistas de Europa o una Europa de los Trabajadores.
En los años de la ilusión kirchnerista, cuando Cristina sacaba más del 50% de los votos con un masivo respaldo entre los sectores obreros y populares, una izquierda optó por prepararse pacientemente para cuando sectores de esos millones de trabajadores, jóvenes y mujeres “ilusionados” hicieran la expericencia con un gobierno postneoliberal que se limitó a entregar algunas reformas redistributivas manteniendo lo esencial de las décadas neoliberales.
La ineficacia del reformismo actual para resolver los grandes sufrimientos que trae la crisis capitalista empieza a verse en Grecia o hasta en los llamados ayuntamientos del “cambio” aquí. Advertirla, mientras se muestra una alternativa revolucionaria, es la única posibilidad de que el “desencanto” pueda tener también una expresión por izquierda. Es decir, defender y volcar todas nuestras fuerzas y militancia para ayudar a que surja una izquierda anticapitalista y de clase, alternativa a la que se plantea humanizar el capitalismo y se integra en el régimen político.