Iglesias se impone ajustadamente a Errejón y se evidencia que cada cual controla casi la mitad del aparato. Anticapitalistas logra un 10% y se queda en el papel de posible bisagra en Vistalegre II.
Finalmente, aunque por la mínima, el primer gran pulso directo entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón lo ha ganado el secretario general. Con el 41,57% de los votos (40.830 en total), frente al 39,12% (38.410 votos), Iglesias ha conseguido que en Vistalegre II los documentos organizativo, ético y político se voten en bloque junto a las listas para el Consejo Ciudadano. En tercer lugar, y con una posición aritmética de bisagra, ha quedado la propuesta de Anticapitalistas, con el 10,50% (10.212 votos), que proponía que el documento político y la lista se votaran conjuntamente.
El resultado da cuenta de que las dos principales sensibilidades de la antigua mayoría del partido están realmente igualadas. El giro discursivo a “izquierda” de Iglesias, sus declaraciones en favor de la movilización social y su apuesta por mantener la alianza con la IU de Garzón, no son compartidos por un amplio sector afín a la corriente errejonista, defensor de concentrarse en los próximos 4 años en la labor parlamentaria e institucional y “seducir” a parte del desencanto socialista por la vía de parecerse lo máximo posible al PSOE.
La tercera posición, la de Anticapitalista, se lleva un nada desdeñable 10%, y de hecho se convierte en una fuerza que puede ser clave para el desempate -en caso de que finalmente Iglesias y Errejón no acuerden de nuevo, algo que no se puede descartar en absoluto-. Ya jugaron ese papel en la batalla precedente, e indirecta, entre “pablistas” y “errejonistas”, el proceso en Podemos Madrid. En aquella ocasión la integración de los seguidores de Miguel Urbán en la lista de Ramón Espinar fue fundamental para lograr su victoria sobre Rita Maestre, que también se produjo por los pelos.
¿Es posible una reconciliación entre Iglesias y Errejón? ¿Qué harán los llamados “anticapitalistas”? Para responder a estas preguntas conviene que repasemos primero la breve, pero intensa historia de la formación morada.
En la primera Asamblea Ciudadana, celebrada en octubre de 2014, las voces que se propusieron dar una batalla en el terreno del programa y de las ideas fueron pocas y todavía débiles. Tuvo cierta repercusión el documento “construyendo pueblo” que era expresión de la resistencia de algunos militantes y círculos al giro a la derecha que ya se venía imprimiendo por Pablo Iglesias, a golpe de plató de televisión o declaración a la prensa, respecto al manifiesto fundacional “Mover Ficha”.
También se presentó el documento político presentado por el Círculo de Trabajadores de Madrid, que a mi entender era el único que proponía una alternativa de clase, con eje en la movilización social, un programa anticapitalista y abrir un proceso constituyente impuesto desde la lucha de la clase obrera y los sectores populares.
Aun así, estas voces no podían competir con los mecanismos plebiscitarios y no presenciales de discusión, que como ya señalé entonces en un artículo, constituían “el punto de apoyo” de la palanca necesaria para gobernar Podemos de aquellos que tenían el acceso a los grandes medios de comunicación.
Ahora bien, ninguna de las tres corrientes en pugna hoy en día presentaron un documento político alternativo al defendido por Iglesias. De sobras conocido es que en aquel momento Errejón y Pablo eran parte de un mismo tándem – o tridente si contamos al hoy “verso libre” de Juan Carlos Monedero-, pero conviene recordar que ni Teresa Rodríguez, ni Miguel Urbán presentaron ninguna ponencia política o programática diferenciada. Su pelea, dada junto a Pablo Echenique, se limitó al documento organizativo, oponiéndose al modelo verticalista, presidencialista y de lista plancha con el que el sector de Iglesias y Errejón se han hecho en estos años con el control de casi sendas mitades del aparato.
Pero esta unidad de contenido fue mucho más allá de Vistalegre I. Hasta después del 26J, y sobre todo de la investidura de Rajoy, era difícil identificar las divergencias entre Errejón e Iglesias. Ambos han sido los pilotos del giro a la moderación en el programa, los gestos hacia el régimen y el establishment -basta recordar al hoy “izquierdista” de Pablo lanzando mensajes tranquilizadores al Cercle de Economía, regalando Juego de Tronos a Felipe VI o entrevistándose con el embajador de EEUU- y sobre todo de los intentos de lograr un acuerdo con el PSOE para formar un gobierno de coalición.
Pero ¿qué ha hecho Anticapitalistas en todo este tiempo? Lo cierto es que el peso militante y las posiciones institucionales -dentro de Podemos y en los diferentes parlamentos autonómicos o ayuntamientos- no han sido empleados para oponerse a esta deriva de integración al régimen político, o demostrar que se podía hacer algo distinto.
Entre el mutismo y la mera crítica periodística, ese ha sido el marco en que se ha movido en estos meses pasados las posiciones de Anticapitalistas. ¿Alguien ha visto a Miguel Urbán o Teresa Rodríguez aprovechar su proyección pública para salir a rechazar el cogobierno con el partido de la cal viva, Gas Natural y el 135? Y en el caso donde tienen responsabilidad de gobierno, como en Cádiz, aceptando que los marcos de gestión municipal “son los que son” y adaptados a una lógica de que es “imposible” quebrantarlos en base a desarrollar la organización y movilización social.
Ayer, Iván Tamajón se preguntaba en este diario si estos tres proyectos representan o no tres estrategias diferenciadas. Lo cierto es que si entendemos la estrategia como el plan que trata de orientar todas las acciones aisladas para imponer tu voluntad al enemigo, los tres proyectos son anti-estratégicos, o su estrategia es la “no estrategia”, como señalan en un prólogo a su libro sobre marxismo y estrategia militar de próxima publicación Matías Maiello y Emilio Albamonte.
El “enemigo”, en este caso el establishment o la antigua “casta” de la que ya ni se acuerdan, necesita de grandes medios para podérsele imponer otra voluntad que no sea la suya: nada menos que desatar grandes fuerzas sociales, con la clase obrera al frente, que se propongan llevar adelante una lucha hasta dejar el Régimen sobre sus ruinas, poder abrir un proceso constituyente realmente libre y soberano y defenderse por todos los medios de los contra-ataques que por medio de jueces, policías, el ejército y la guerra económica éste llevaría adelante.
A esto, “errejonistas” y “pablistas” renuncian de entrada, se acepta que una hipotética lucha contra ese “enemigo” requiere unos medios para imponérse nuestra voluntad que no se quieren poner en marcha. Así que sólo queda aceptar los marcos que él impone, negociar “lo posible” y por lo tanto renunciar a imponer la voluntad de, en sus propios términos, “los de abajo” a “los de arriba”.
Los llamados “anticapitalistas” no replican un rechazo tan explícito, pero su ubicación como furgón de cola de la dirección de Podemos, hoy del sector de Iglesias, hace que -como en los meses anteriores- ni se planteen hacer algo que vaya en la dirección de preparar las condiciones necesarias, y las correlaciones de fuerza -que no vienen dadas, ni son fijas, sino que se conquistan o se pierden- para que los trabajadores y sectores populares podamos imponer nuestra voluntad a los capitalistas. Sus esfuerzos militantes siguen orientados a ganar un peso interno en Podemos que luego es “sacrificado” en los acuerdos de listas y cargos con el sector de Iglesias, que por otra parte parece que los va a necesitar.
Esta unidad en lo estratégico, o en la anti-estratégia, no resta importancia a la división que atraviesa Podemos. Pero es necesario señalarla para acotar hasta donde llega el debate, que no sobrepasa el terreno de lo táctico y, por lo tanto, toda combinación de alianzas sigue siendo posible de aquí a febrero.
¿Cuál es el mejor camino para lograr, esta vez sí, llegar al gobierno para hacer una mejor gestión de lo existente en acuerdo con el establishment e incluso en pacto con uno de sus dos principales partidos, el PSOE? Esta es la misma pregunta a la que las tres sensibilidades quieren dar respuesta.
Si es más conveniente la vía más institucional de Errejón, la de verso “izquierdista” de Iglesias o la que hasta habla de “anticapitalismo” de Urbán… Pero eso sí, para detenerse siempre en el límite que no se puede traspasar: el prepararse para un enfrentamiento con los capitalistas, sus representantes políticos y su Estado. Justo lo que ni Syriza en el gobierno griego, ni Colau, Carmena o Kichi de Anticapitalistas en sus ayuntamientos, han osado plantearse.
El fracaso de la hipótesis Podemos no puede tener una resolución que sea realmente satisfactoria para los intereses de los trabajadores y el pueblo sin salirse de los marcos de las diferentes familias que hoy pugnan por el control de Podemos. Es imprescindible trabajar por construir una alternativa política de los trabajadores y los sectores populares que realmente tenga el horizonte de “imponer su voluntad al enemigo”, que no es otra cosa que derrotar a los capitalistas, y se prepare para generar las condiciones para ello: fortalecer la autoorganización de los trabajadores, el frente único para enfrentar todos los ataques que venimos sufriendo y la lucha por un programa para que la crisis la paguen los capitalistas, en la perspectiva de imponer un gobierno de los trabajadores.